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Es tanto lo que se escucha y se ve respecto a todo lo que tiene que ver con la marihuana, la cocaína y otros venenos de la misma laya, que por momentos parecemos estar abrumados con tanta información y con el problema que representan, que llegan a poner en peligro no solo nuestra estabilidad institucional, sino hasta nuestra capacidad crítica.

Pero como siempre pareciera existir algo más que agregar sobre el tema, se nos ocurre adecuado comenzar haciendo referencia a algo que suena -y en el fondo pueda que no haga otra cosa que “sonar”- como más amigable.

Se trata del anuncio que una empresa alemana, muy conocida en ciertas partes del continente europeo por su nombre Lidl, se lanza a la venta de marihuana en sus 118 supermercados suizos.
Los productos de cannabis de la cadena alemana son en realidad paquetes de esa hierba "para armar" -eso es por lo menos lo que inferimos, ya que la fuente de la que hemos recogido la noticia hace referencia a "paquetes de cigarrillos de liar"- a base de cannabis, marihuana cosechada íntegramente en el país helvético.

En esos supermercados se los ofrece como un sustituto del tabaco, y se pone el acento en el hecho que contienen ingredientes con denominaciones ininteligibles. Se alude así a un contenido de menos de un 1% de tetrahidrocannabinol (THC), la principal sustancia psicoactiva de la planta, y una alta concentración de cannabidiol (CBD), otra substancia, esta vez recomendada por algunos expertos para luchar contra la ansiedad o los espasmos de la esclerosis múltiple.

Nos encontramos aquí ante una iniciativa más encaminada a la comercialización y consumo de la droga -al menos de esa- de una manera restringida en cuanto regulada, en lo que se presenta como una tercera vía entre las posiciones extremas conocidas como son la penalización de la producción y comercialización -y hasta el consumo, en el caso extremo- y la despenalización total de todas las actividades vinculadas con ella.

Suiza parece haber optado así por una variante de esa tercera vía entre aquellas a la que nos referimos, distinta de la que actualmente se ensaya en el Uruguay donde se habilita el consumo de la marihuana natural, sujeta al cumplimiento de estrictos requisitos, en la línea que va desde la producción, pasando por la comercialización hasta llegar al consumidor.

Es así como en Suiza, la venta autorizada a que nos referíamos ha venido acompañada por la posibilidad de su producción respetando los parámetros mencionados; y es así como la misma información da cuenta que los "cigarrillos" son fabricados por una pequeña empresa local llamada The Botanicals, y se pueden comprar de dos formas.

El paquete de 1,5 gramos cuesta 17,99 francos suizos (poco más de 15 euros, alrededor de 400 pesos), con marihuana cultivada en interiores. El de tres gramos cuesta 19,99 francos (poco más de 16 euros, alrededor de 450 pesos) y la planta se cultiva en invernaderos. A la vez, la empresa mencionada ubicada en el noreste del país helvético, ofrece varios artículos como cremas y cosméticos a base de cannabidiol -el que ya hemos mencionado más arriba y escuetamente señalados sus efectos, el que es descripto como “uno de los cannabinoides más importantes en la planta medicinal cannabis sativa y el segundo cannabinoide más usado en productos farmacéuticos”.

Todo ello ocurrió a partir del año 2011, cuando Suiza cambió la legislación sobre el uso de la marihuana, volviendo legal el vender cáñamo a mayores de 18 años si contiene menos de un 1% de THC. Remarcamos que esta sustancia psicoactiva es la responsable del “subidón” -como ajenos a esos ambientes ignoramos, aunque presumimos el significado de esa palabra que suena como perteneciente a una jerga- y del efecto psicodélico que se experimenta al fumar cannabis.

Se recalca que según la oficina federal de salud pública suiza, “los productos canábicos con un THC inferior a un 1% no son sometidos a la ley sobre estupefacientes y son por eso cada vez más usados para fines comerciales, particularmente los que contienen la sustancia CBD, no embriagadora”.

Por nuestra parte, vacilamos al momento de adherir a una solución despenalizadora en la materia, sin que ello signifique no estar abiertos a alternativas de las que podamos ser totalmente persuadidos que son las correctas. Reconocemos que la actual “ley seca” no es eficaz, pero al mismo tiempo vacilamos a la hora de “dar un salto” en dirección a lo que no sabemos qué nos espera.

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