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Los niños de Silicon Valley, sin pantallas
Los niños de Silicon Valley, sin pantallas
Los niños de Silicon Valley, sin pantallas
Podrá algún lector apresurado, al leer el título, que lo hemos erróneamente trastrocado. Ya que el dicho, legitimado por su uso inmemorial y por su acierto, señala precisamente lo contrario; ya que recomienda hacer lo que se predica y no lo que se hace.

Mientras tanto, antes de entrar en materia, para intentar dejar demostrada la verdad de nuestro aserto, conviene la referencia previa a lo que se conoce como “Silicon Valley” de cuya existencia estamos seguros que conoce la mayoría, pero que no está demás hacerlo, como forma de ayudar -si se da el caso- a algún lector que lo ignore.

Silicon Valley, según se puede leer inclusive en las guías turísticas, es una zona sur del Área de la Bahía de San Francisco, en el norte de California, Estados Unidos; cuyas fronteras se han expandido por el rápido aumento de la cantidad de puestos de trabajo relacionados con la tecnología.
Es que, como se sabe, Silicon Valley aloja muchas de las mayores corporaciones de tecnología del mundo y miles de pequeñas empresas en formación.

Originalmente la denominación se relacionaba con el gran número de innovadores y fabricantes de chips de silicio fabricados allí, pero definitivamente acabó haciendo referencia a todos los negocios de alta tecnología establecidos en la zona; en la actualidad es utilizado como un metonimo –o sea una manera de darle un nuevo nombre- para el sector de alta tecnología de los Estados Unidos (a la manera de Hollywood para el cine estadounidense). Un título que sigue ostentando como centro líder para la innovación y desarrollo de alta tecnología, recibiendo un tercio (1/3) del total de la inversión de capital de riesgo en Estados Unidos.

Dada esa circunstancia, cuando llegó a nosotros una de esas informaciones que dan cuenta de curiosidades, y que por eso son un valioso material de “relleno” para cualquier medio, en la que se señalaba que en ese lugar “en las familias de los altos ejecutivos de las empresas tecnológicas del valle se está generalizando la práctica de exigir a las niñeras que firmen contratos de trabajo sin móvil (es decir con prohibición de usar el celular, el que debe ser depositado al ingresar al domicilio del contratante, en un lugar destinado al efecto)”, tuvimos la impresión de que nos encontrábamos con una exigencia en materia laboral, que era una expresión del “capitalismo más rabioso”, ya que el adjetivo familiar de “explotador” le quedaría corto.

Seguramente lo hacen con el objeto de impedir que las niñeras se distraigan con su celular, y descuiden a los niños a su cargo, malinterpretamos.

Fue luego de contar con información adicional, que vino a quedar sin respaldo esa malinterpretación. De ella se desprendía claramente que se está dando un acuerdo entre las élites de Silicon Valley -que se aclara que son “los adultos que mejor comprenden la tecnología de los móviles y las aplicaciones”- quienes quieren a sus hijos lejos todo tipo pantallas hasta los ocho años, y recomiendan limitar su utilización por parte de ellos a partir de esa fecha, a un máximo de dos horas diarias.

Es que ellos parten de la base que “los beneficios de las pantallas en la educación temprana son limitados, mientras que el riesgo de adicción es alto. Se sabe así que Bill Gates, creador de Microsoft, prohíbe en su casa tener teléfonos en la mesa cuando se está comiendo y que con su esposa no les dieron teléfonos móviles a sus hijos hasta que cumplieron los catorce años.

Juicio que Steve Jobs, creador de Apple, en una entrevista en The New York Times en 2010, volvió más lapidario al asegurar que prohibía a sus hijos utilizar su recién creado iPad, ya que “en la escala entre los caramelos y el crack, esto está más cerca del crack”. Otro de esos genios de la electrónica, a la vez, señala desde otra perspectiva un peligro en el cambio modelo de negocio del que ha sido testigo en su vida profesional. Es cuando señala que "antes queríamos que con las innovaciones y con las nuevas aplicaciones, los aparatos fueran más fáciles de usar” agregando que “ahora, el modelo de negocio es otro: el producto es cada vez más regalado – se refiere al precio de celulares y tabletas- pero se recogen datos y se ponen anuncios. “Por eso, el objetivo hoy es que el usuario pase más tiempo en la aplicación, para poder recoger más datos o poner más anuncios. Es decir, la razón de ser de la aplicación es que el usuario pase el mayor tiempo posible ante la pantalla. Están diseñadas para eso”.

El problema de la relación de los niños y la tecnología es que el ritmo vertiginoso al que se transforma dificulta la reflexión y el estudio. Una investigación independiente de una organización sin ánimo de lucro “dedicada a ayudar a los niños a desarrollarse en un mundo de medios y tecnología”, da cuenta de la velocidad de los cambios. Ya que de ello resulta que los niños estadounidenses de cero a ocho años pasaban en 2017 una media de 48 minutos al día ante el móvil, tres veces más que en 2013 y 10 veces más que en 2011. Todo ello sin que haya investigaciones profundas y concluyentes para determinar cuál es realmente el impacto que esta exposición a las pantallas puede tener en los niños pequeños. Lo que si se cuenta es con estudios sobre las consecuencia del uso casi compulsivo de estos aparatos por parte de los adolescentes, traducido en el poco dormir, el riesgo de depresión y hasta de suicidio. Y sin caer en lo que parece tremendismo, lo que está claro es que ese ensimismamiento adictivo sobre la pantalla, tiene graves consecuencias en el desarrollo de la empatía, esa cualidad que permite ubicarse en el lugar del otro, y que es la generadora de todos los comportamientos solidarios. Ya que nunca los contactos en la red, podrán ser iguales que las relaciones cara a cara…

Es por eso que ya en varios países han surgido organizaciones que buscan lograr animar a los padres a almorzar y cenar sin móviles, sin que haya un aparato constantemente interrumpiendo con notificaciones, a la vez que recomiendan el uso compartido de los dispositivos y hablar con ellos de los programas a los que atienden.

Lo fundamental es la importancia del ejemplo que los padres dan sus hijos, ya que la pregunta es si los hijos ven a sus padres todo el día usando sus móviles. Y también el modelo que somos para nuestros hijos. Es que si ellos ven a sus padres todo el día “enganchados”, es indudable que esos padres no predican con el ejemplo.

Para finalizar, suponemos que queda claro que es exacto el enunciado del título de la nota. Es que los genios electrónicos se han vuelto conscientes, de que hasta cierto punto y hasta sin ser ese su propósito, han actuado como aprendices de brujos, que ahora toman conciencia de las consecuencias que pueden tener el mal uso de sus ingenios. De cualquier manera se debe ser comprensivo de las dificultades que significa ir contra la corriente para reencauzar las cosas. Es que mientras no nos privamos de un circo que parece funcionar a toda hora, pareciera que ello no es suficiente, y de allí la apelación a esos chupetes electrónicos, resultados del mal uso de avances tecnológicos, que ninguna duda cabe que bien utilizados son beneficiosos para la humanidad toda.

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