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Me sorprendí un poco cuando supe que habían llegado a la luna. ¿Sorpresa o susto? Total la luna está tan lejos y aquí aparentemente sobran. Sólo me pareció que habían subido un escalón más para el universo todo. El pasado abril, la sonda espacial Beresheet, que en hebreo significa "un comienzo", y que los israelitas habían enviado a la luna, se deshizo a 140 metros arriba de la superficie y diseminó miles de pequeños organismos, los tardígrados, que, si no fueran tan pequeños, estarían poblando nuestras pesadillas.

Tardígrados, ¡qué nombre tan raro! Pequeños organismos de 0,5 milímetros de longitud en promedio, que pueden llegar a ser vistos sin lentes con dificultad, pero fácilmente con poco aumento al microscopio. Se los llamó “osos del agua” o ”cerditos”, y fueron descubiertos por Joham Goeze en 1777, y bautizados por el italiano Lázzaro Spalliabani en 1779. Pueden parecerse a un tosco muñeco de trapo: cabeza, tronco y abdomen en una pieza y cuatro pares de patas no articuladas que terminan en garras. En el mundo microscópico, donde la velocidad de los pequeños seres es muy rápida, los tardígrados se mueven muy lentamente. De ahí su nombre: un andar que fue comparado al de los osos Panda. Se alimentan de musgos, bacterias, restos vegetales y animales microscópicos. Carecen de pulmones y corazón, tienen un enorme tubo digestivo, el oxígeno les llega por difusión a través de la piel, a la cual cambian con cierta frecuencia, hasta 12 veces, llegando a vivir hasta 2 años. Se reproducen por partogénesis, es decir a partir del óvulo no fecundado, pero pueden hacerlo por fecundación, generalmente externa.

Viven desde la cumbre del Everest hasta las mayores profundidades marinas. De cimas a simas. Desde la Antártida hasta el trópico, son más abundantes en tierra que en el agua, en los sedimentos acuosos se los encuentra en un número de 25.000/litros, en la tierra en general vinculados a musgos y otros vegetales que le acercan algo de humedad. La resistencia que presentan ante condiciones extremas fue la sorpresa de todos los que los estudiaron. Están presentes en fósiles del Cámbrico, más de 350 millones atrás. Sobrevivieron 5 catástrofes que llevaron a extinciones masivas de miles de especies del planeta. No los afectan temperaturas de -272° C, cercanas al 0 absoluto, tampoco los 150° C, ni una presión atmosférica 6 veces mayor o varios miles de veces mayor que la nuestra, según donde uno lea. Toleran radiaciones que son 100 veces letales para un ser humano. Diría que quienes que concibieron a Superman, Batman, o algunos superhéroes más modernos -perdón por ser tan anacrónico- se quedaron cortos en cuanto a capacidad de resistencia. Uno de los test que sobrevivieron fueron los viajes espaciales, en diversas sondas que regresaron a tierra.

La clave de esa resistencia esta lógicamente en sus genes, que parecen compartir con las bacterias, hongos y virus más resistentes. Sintetizan grandes cantidades de antioxidantes y tienen una proteína que repara a la perfección los ácidos nucleicos. Se ha intentado trasplantar esta proteína a células humanas en cultivos, con cierto éxito. Esto podría llegar a convertir a nuestros descendientes en resistentes a las radiaciones y bienvenidos huéspedes del espacio exterior.

En condiciones adversas sufren una transformación: se enrollan formando una pequeña esfera o tonel. Esto se llama criptobiosis: vida escondida. Su metabolismo cae a 0,01%, la cantidad de agua corporal a un 1% y pueden permanecer así en ayuno hasta 30 años. El organismo sufre una especie de vitrificación de la cual, no obstante, apenas las condiciones sean algo propicias, saldrán airosos.

Creo que no podemos hablar de sus costumbres ni de su conducta. No se ha derivado de ellos lecciones morales, como hicieran de tantos animales los fabulistas de antaño. Creo que solo nos cabe conocerlos, asombrarnos y preguntarnos para qué esa capacidad de resistencia. ¿Serán una semilla de vida fuera de la tierra?

En el pasado los animales fabulosos vivían en los mitos, los libros religiosos, en el imaginario colectivo. El lobizón algunas noches de viernes demoró mi sueño. En 1957, Borges y Margarita Guerrero publicaron en Méjico un "Manual de zoología fantástica”, investigando literaturas clásicas y orientales y también modernas. Les constaba que el tema que abordaron era infinito, pero aseguraron que quienes recorrieran su manual comprobarían que la zoología de los sueños y de la imaginación es tanto más?pobre que la zoología de Dios. Va aquí una muestra.

Improbable lector, espero no haberte arruinado gozar de esa luna amarilla que sube en el horizonte.

Los curiosos pueden ver a los tardígrados caminando en YouTube.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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