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Intentaré en este espacio compartir conceptos y también algunas experiencias sobre estos dos temas que afectan el mundo laboral, aunque necesariamente lo relacionaremos con todos los ámbitos en que se ejerce poder, como el político, el religioso o el económico, solo por mencionar tres ejemplos.

La palabra hipocresía proviene del griego hipokrisis (hypo-krytes) que significa actor, alguien que finge ser otra persona en el escenario; en Grecia los hipócritas eran los actores teatrales que por lo general utilizaban una máscara para representar mejor al personaje de turno.

Un estudio realizado por la Universidad de Yale muestra que lo que más nos molesta de las personas hipócritas no es la inconsistencia entre las palabras y los hechos sino sus falsas declaraciones morales pretendiendo hacerse pasar por individuos virtuosos.

Comportamientos típicos de personas hipócritas:

- Relaciones sociales superficiales. Solo son importantes cuando necesitan pedir favores. Suelen humillar o descalificar en público cuando esos favores no son satisfechos.

- Se sienten superiores tanto moral como intelectualmente. En algunos casos sufren del efecto Dunning-Kruger. Son aquellos que ante su escasa o nula capacidad, sobreestiman sus inexistentes competencias. (no saben o no aceptan que no saben)

- Defienden las reglas a rajatabla solo cuando se aplican para los otros, nunca para ellos. En la pandemia del COVID tuvimos ejemplos muy dolorosos.

- Las culpas nunca serán de ellos. Siempre encontrarán un tercero o una excusa, desaparecen cuando más se los requiere.

- Haz lo que yo digo, no lo que hago. Pretenden quedar bien para sacar sus propias ventajas. Fingen un falso interés, muy notorio en los saludos de encuentros o despedidas.

La RAE define a la hipocresía como “el fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o se sienten”.

Es un comportamiento que se extiende en todas las relaciones humanas. Podríamos afirmar que todos somos hipócritas, por distintas razones, para ser aceptados en un grupo, para ser reconocidos en un desarrollo profesional en una organización, y tal vez, la más justificable, para no dañar los sentimientos de otros.

Retornando al mundo del trabajo les compartiré algunas experiencias de hipocresía organizacional.

Los sistemas de evaluación o gestión del desempeño:

He conocido infinidad de situaciones en que el que tiene que evaluar le dice a su colaborador “te dejo el formulario y complétalo según tu buen saber, luego lo consensuamos, confío en tus criterios” Un modo elegante de evitar hacer una evaluación, porque no cree en el sistema o porque no le interesa el colaborador.

Los sistemas de incentivos:

He experimentado las más extraordinarias hipocresías contables para demostrar que se han alcanzado los objetivos fijados, activar o desactivar stocks, facturar a distribuidores pedidos inexistentes, ocultar resultados positivos por sobre lo acordado para asegurar el año siguiente o por el contrario eliminar reservas por riesgos reales para alcanzar la meta.

Las incorporaciones por concursos:

Este proceso es muy común en el sector público o en Entes Internacionales con representaciones de diferentes países. En algunos casos se diseñan los exámenes para un determinado perfil y en otros una vez definido los contenidos de las evaluaciones se dan por anticipado a un postulante, a veces por compromisos políticos y otras por relaciones parentales.

El último ejemplo que compartiré me ocurrió a principios del año 2002. La empresa en la que prestaba servicios había decidido implementar un nuevo sistema global de liderazgo (LEADERSHIP FRAMEWORK). Lamentablemente, en ese mismo período en la Argentina se estaban cerrando las fábricas y distintas áreas de servicios. Debíamos despedir alrededor de 3.500 colaboradores, por lo cual decidí no avanzar con la implementación del nuevo modelo.

De Casa Matriz en Munich me llamaban cada semana para solicitarme el grado de avance en la implementación y mi respuesta era la misma: no lo haré. Un par de semanas más tarde recibo el llamado de un colega de un país vecino, de mayor peso que el nuestro, pidiéndome que inicie el proceso del nuevo modelo. Le reiteré mi respuesta, que en esas condiciones era una burla para cada uno de los que se debían retirar de la empresa y no lo haría.

Mi colega me compartió una pequeña historia para intentar modificar mi posición, la hipocresía más bella que experimenté en mi trayectoria profesional.

“Había una vez un Rey que mandó a construir un salón para celebrar allí sus grandes fiestas, su deseo era tener el salón más exuberante que jamás haya existido. El arquitecto le presentó un proyecto que superaba las expectativas del Rey. Solo un detalle no le satisfacía: como el techo era abovedado y muy grande, pidió construir 4 columnas para sostener a la construcción. El arquitecto se negó rotundamente porque aseguraba que no era necesario y que afectaba la belleza del salón. Finalmente, el Rey le dio la orden y el resignado arquitecto regresó un mes más tarde con el plano modificado.

Pasaron muchos años, el Rey ya había muerto, era necesario renovar el increíble salón y la gran sorpresa fue cuando, pintando las columnas descubren que entre las columnas y el techo había un espacio de 10 centímetros.”

“A veces hay que hacerle creer al rey que haces lo que él quiere, pero tú haces lo que quieres”

Solo te pido que le mandes un cronograma con el grado de avance; es porque en sus objetivos para percibir el incentivo es necesario que presente un determinado grado de avance del nuevo modelo de liderazgo en tu país.

A pesar de esta bella hipocresía, mantuve mi posición.

Quedará para otra columna el cinismo y el liderazgo…
Fuente: El Entre Ríos

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