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El tema del día es el precio de los huevos de chocolate, le siguen los precios de la merluza y la rosca del domingo pascual. Realmente es difícil entender cómo una sociedad con tantos problemas como la nuestra se detiene en semejantes minucias. No caben reclamos en nombre de costumbre y tradición.

A los católicos en serio, se les manda ayuno y abstinencia el miércoles de ceniza y el Viernes Santo. Se extiende el consejo de no comer carnes rojas los otros viernes de cuaresma. A los no católicos no cabe prohibición alguna. La gran fiesta es el Domingo de Resurrección, cuando ocurren cosas más sagradas que comer huevos de chocolate. Es probable que hayamos caído en el reino de la estupidez, favorecidos por los noticiosos de TV, las revistas de circulación masiva, y por escaparates extravagantes. Quiero creer que una parte de nosotros, el Viernes Santo, si no ayuna, comerá fideos o polenta, y gracias, y el domingo otro tanto con mandarinas al postre y muy honrados y gracias. Que nuestra pobreza sea alegre y no llorona. Ese día al menos.

La Pascua es una celebración de la vida, que no cesa. Y durante centurias muchos festejaron la Pascua, llenos de felicidad, ayunando o a pan y agua. La Santa Pascua era, económicamente, muy barata.

A los que somos curiosos o no nos aflige un chisme bien contado, puede interesarnos el origen de esta costumbre al parecer tan relevante. Pues su origen no es seguro, como ocurre con el de los árboles navideños. A ver si recuerdo lo leído.

La palabra Pascua deriva de una judía pesáj, que significa paso, nada menos que el de los judíos huyendo del Faraón, por el mar Rojo, que se abrió como fruta madura, alrededor de 1530 AC. Para los ingleses, y creo que para otros idiomas germánicos, el nombre es Easter, palabra que deriva de Astarte, diosa de pueblos del mediterráneo oriental. La fecha se fija en el primer domingo inmediatamente posterior a la primera luna llena después del equinoccio de primavera (para el Hemisferio Norte). Como los de dicho hemisferio tuvieron primero la palabra, nada hará que para nosotros esta celebración de resurrección de la naturaleza y de Cristo, coincidan. Para nosotros, Jesús resucitará glorioso en días ya cortos, prometedores de lloviznas y frescos, hojas amarillas, nada de verdes brotes. No se trató de una conspiración del imperialismo, sino de geografía. Al pasar, la geografía puede ser una injusticia. Y la intervención de la luna llena se debe a que rige el calendario judío, que es lunar. De acuerdo a las leyes de la luna, el Domingo de Resurrección no puede caer antes del 22 de marzo y hasta el 25 de abril como más tarde.

Para los habitantes del norte de Europa, esta fecha coincidía con la llegada de las aves migratorias, con ello los huevos frescos. El huevo en sí es una promesa de vida renovada. Ya antes del cristianismo, en vasos etruscos figura el huevo como símbolo de la inmortalidad de un héroe. Hay después una leyenda en la que no creo: María Magdalena, después de la resurrección, emigró a Marsella. Tuvo un encuentro con Tiberio, durante el cual la santa le contó al emperador de la resurrección de Cristo, mientras jugaba con un huevo en su regazo. Incrédulo, el emperador le dijo que si eso fuera así, ese huevo se tornará rojo, y así fue. El rojo es un color que sentaba a María Magdalena. Y de allí vienen los huevos coloreados. No sé si esto convenció a Tiberio.

Entre los siglos Vlll y Xlll, la Iglesia prohibió el consumo de huevos durante la cuaresma. Entonces se cocían y se guardaban ya duros, para comerlos el Domingo de Resurrección. Bueno, esto es algo que quizá podemos hacer: cocinar algunos huevos y dárselos a los chicos para ver quién los pela más rápido. A éste, un premio. Pero... ¿cuánto costará ahora un premio?

Felices Pascuas.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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