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La verdad es que en el fondo estoy contento. Aunque lo siento por Juan Martín, que no es de ningún potro, sino que el verdadero potro es él. No es que quiera sobarle el lomo, pero si tuviésemos muchos otros como él, con su garra y sus ganas de trabajar, otra cosa sería a la hora de cantarle a Garay.

Estoy contento, dije y repito, pero lo digo con vergüenza. La verdad que quería y no quería que Juan Martín le ganara al croata ese, al margen que siento mucho respeto por los croatas, tan chiquitos como país, pero que como personas también ellos se comportan como potros.

Mi corazoncito, como dicen, cinchaba por Juan Martín. Pero mi cerebro, por no decir mi cabeza, que a decir verdad no siempre funciona bien, pero que cuando se acelera se acelera, quería que mordiera con honor la derrota, como se dice que hizo.

La cosa es entonces que contra lo que me clamaba el corazón, mi cabeza pedía que el amigo hiciera un sacrificio en bien de todos nosotros.

La cosa es muy simple. Cuando a alguno de nosotros le va bien, pero lo que se llama muy bien, y mejor si se vuelve famoso en tierras extrañas, nos agrandamos todos y dejamos de ser como una lechuga mustia, para confirmarnos que somos los mejores de los mejores, o sea los mejores del mundo. Una obsesión tan grande la nuestra, que no nos importa cuál es la clasificación en que estemos primeros, como ser en las tablas de la mayor inflación del mundo o de la devaluación, de la mayor devaluación de los últimos diez años.

Presentarnos como los primeros y ser los primeros, es nuestro sueño del gurí, porque no me gusta nada eso del pibe. Un sueño que es igualito a otro muy nuestro, cual es ir de vacaciones y terminar pagándolas con lo que ganamos una tardecita lluviosa en la que, a falta de otra cosa, se nos ocurrió pasar por la ruleta.

Nos gustan los grandes premios. Pero de trabajar poco y nada, con perdón del uno de cada cinco de nosotros que labura en serio. Premios sin trabajo. Magia, mucha magia. Soberbia que se infla a la primera de cambio, a raudales.

La pregunta: ¿será de veras del Potro compatriota nuestro?
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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