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La ciudad de Colón, tuvo la suerte de ser una de las tres de nuestra provincia en la que se construyo un hospital destinado a la atención de los afectados por la pandemia...

Incluso, en lo que cabe considerar una sorpresa, las estructuras se levantaron de una manera en apariencia impecable, en el tiempo record anunciado, y contra el pronóstico de tantos descreídos. De allí en más, se han hecho presente una serie de tropezones de distinta índole e importancia, que vienen a dar muestra de la idiosincrasia que por lo general – debe reconocerse que existen excepciones- de nuestra clase gobernante.

Ya nos ocupamos del farsa, preñada de cómplices, que constituyó la inauguración de lo que no era un hospital, sino tan solo un “cascarón vacío” de la que participó -vía no presencial- inclusive el Presidente de la Nación. Debemos destacar, sin embargo, de una manera positiva el hecho que si bien no funciona todavía, meses después de esa inauguración anticipada, con el que era su destino primordial; lo hace de una manera harto satisfactoria como “vacunatorio de lujo”-(Dejamos de lado la sigla VIP, la que también podríamos haber utilizado para dar una idea de la obra, por cuanto la actual administración pública la ha convertido en una palabreja que no suena nada simpática, atento a su vinculación con esa asociación ilícita vinculada a la atención de los ladrones de vacuna).

Y dentro de esa cuadro elogioso no se puede menos que hacer un lugar para hacer referencia a la amable eficiencia, de la que hace gala el personal de enfermería, con su forma ejemplar por lo no siempre usual de tratar a los que hasta el vacunatorio llegan parar recibir, lo que cabe considerar como un verdadero premio en esta lotería en que se ha convertido el vacunarse, en nuestro país), Pero, siempre se asiste a la presencia de “un pero…”.

No se trata aquí de una muestra de aquel dicho que alude a los “palos que se reciben” tanto porque bogas, como porque no lo haces, sino de una falencia menor, que llego a nuestros oídos, escuchada de una avispada sesentona. Un detalle que, bueno es destacarlo, pasaron por alto en forma que creemos casi unánime los que se llegaron al lugar, conmocionados por el “pinchazo” que iban a recibir, que absorbía toda su capacidad de atender a su entorno. Y nuestra improvisada corresponsal vino a manifestarnos su sorpresa ante el hecho de que deba la impresión de que “había quedado en veremos”, todo lo vinculado con la parquización y puesta en valor del entorno del edificio.

En realidad, algo que no debe sorprendernos, dado esa otra inclinación tan nuestra de dejar casi todo sin completar, contentándonos con hacer las cosas a medias. Un modo de comportarse que nos lleva a disentir con aquel apotegma que se atribuye al gran Sarmiento, quien habría afirmado que “las cosas se pueden hacer mal o bien, pero lo importante es hacerlas”. Una reflexión que en su caso tendría a no dudarlo, un sabio significado; el que a nosotros se nos escapa.

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