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Sin lugar a duda, Israel y Medio Oriente han sido uno de los principales atractivos para los estudiosos de las relaciones internacionales: guerras, choque de culturas, anexiones territoriales, atentados terroristas, juegos diplomáticos ambivalentes y mucho más.

Pero este 2020 vino con algunas sorpresas. Algunas semanas atrás, Israel y los Emiratos Árabes Unidos normalizaban sus relaciones mediante un acuerdo de paz. El viernes pasado Donald Trump anunciaba que también habría acuerdo de paz con Bahréin, una pequeña isla ubicada cerca de Qatar y de Arabia Saudita. Kosovo, una república musulmana que se separó de Serbia y que posee reconocimiento limitado a nivel internacional, también decidió establecer relaciones diplomáticas con Israel. El último en ver con buenos ojos un acuerdo de paz con el Estado Judío es Sudán.

¿Por qué es esto tan importante? ¿Cuáles son los intereses y las peculiaridades detrás de todo lo ocurrido? En esta ocasión me contacté con Mauro Enbe, licenciado en estudios internacionales y Director Ejecutivo del Centro de Investigación de Israel y Medio Oriente (CIMO), para poder comprender qué es lo que está ocurriendo.

En septiembre de 1967, luego de que Israel lograse sobrevivir y obtener la victoria en la Guerra de los Seis Días -donde tuvo que enfrentarse en simultáneo con Egipto, Siria, Irak y Jordania- los países de la Liga Árabe firmaban la Resolución de Jartum, en la capital de Sudán. La decisión más tajante de dicho evento fue la de los tres “no” a Israel: no a la paz con Israel, no al reconocimiento del Estado de Israel y no a las negociaciones con Israel. El objetivo final era la eliminación del Estado Judío que había sido reestablecido en su tierra de origen luego del Holocausto.

Todo pasa. El primero de los países árabes en llegar a un acuerdo de paz y de mutuo reconocimiento con Israel sería Egipto, en 1979, luego de que estos dos países se habían enfrentado en la Guerra de Yom Kipur en 1973. A ello le siguieron los Acuerdos de Oslo en 1993, donde la Organización para la Liberación de Palestina e Israel llegaron a un acuerdo para que se crease la actual Autoridad Nacional Palestina, y el Tratado de Paz Jordano-Israelí en 1994.

Los acuerdos de paz vuelven a tener lugar en 2020. En agosto le tocó a los Emiratos Árabes Unidos. En septiembre le toca a Bahréin. Y puede haber más casos. Para entender el porqué de los acontecimientos, Mauro lo explica a través de las siguientes claves: las internas entre los países de la región, la posición de Netanyahu (el Primer Ministro israelí), el papel que juega Donald Trump y el deterioro de la causa palestina.

Si algo une o unía a la región era la causa palestina. Es decir, el establecimiento de un estado árabe-musulmán en donde hoy se encuentra Israel. No es solo una cuestión que compete a los países árabes: Turquía e Irán son, justamente, dos países musulmanes, pero con mayorías étnicas turcas o persas respectivamente. Ahora bien, ni el Islam ni Palestina son, hoy en día, motivo suficiente para unir a estos países. Los dos con mayor peso, Arabia Saudita e Irán, están enemistados por diferentes motivos. Ya sea por la rama del Islam que profesen o defiendan (sunnita en el país árabe y chiita en el país persa) como por los intereses geopolíticos (control de la región) y económicos (más que nada el petróleo). Ambos países han intervenido en conflictos bélicos de Medio Oriente o de África tratando de ganar la pulseada.

¿Qué tiene que ver la interna musulmana con los acuerdos de paz de Israel? Es una de las piezas claves para descifrar cómo sigue el juego, porque Arabia Saudita tiene un aliado fundamental, que es ni más ni menos que Estados Unidos. Ambos países tienen vinculaciones a través de empresas petroleras como Aramco y al mismo tiempo comparten el deseo de que Irán no prevalezca por sobre el resto de la región. A su vez, Estados Unidos es el principal aliado de Israel.

¿Cómo es que finalmente Estados Unidos está logrando ubicar en el mismo bando a estos dos países? Allí Mauro nos dice lo siguiente. Netanyahu, que lleva más de 10 años en el poder, tiene algunas convicciones claras. Para él, no hay marcha atrás ni entrega de más territorios a las autoridades palestinas. Al contrario, venía promoviendo los asentamientos judíos en Cisjordania y ganar mayor área de influencia. Las especulaciones frente al avance israelí suponían, lógicamente, una advertencia de parte del resto de los países de la región. Pero la resolución del conflicto era incierta.

¿Qué ocurre? Con la llegada de Trump, quien desde el inicio de su mandato apoyó de manera incondicional a Israel, empezaron a entablarse negociaciones de paz entre los aliados del gigante de Norteamérica. En este sentido, Trump reacomodó el tablero de la región. Los líderes saudís poco a poco van mostrando señales de sus verdaderos intereses. Se hace evidente que optan por estar del lado de Israel en vez de ser identificados en el mismo bando que los iraníes.

¿Cómo demuestran esto? No de manera directa, por ahora (aunque Trump insista en que ello ocurra). Pero avala que otros países árabes con los cuales guarda una relación cercana, como los EAU o Bahréin, que poco tienen que ver con Israel o Palestina, puedan firmar un acuerdo de paz con el Estado judío, y decirle adiós a los tres No, como alguna vez lo hicieron Jordania o Egipto ¿A cambio de qué? En pocas palabras, piden que Netanyahu no anexe los territorios ocupados.

Para resumir lo ocurrido, Mauro destacada los puntos salientes. En primer lugar, esta vez se trata de paz x paz y no de tierra x paz. Los acuerdos anteriores entre Israel y el mundo árabe habían sido producto de la guerra, de la invasión y/o colonización de territorios, e iban destinados a definir límites territoriales y cesar las disputas. En esta ocasión, Netanyahu logró llegar a dos acuerdos sin siquiera proceder con sus amenazas.

En segundo lugar, es cada vez más visible el conflicto iraní-saudí. Arabia Saudita hoy está más cerca de Israel que de los países musulmanes vinculados a Irán, aunque no se reconozca esto abiertamente. En este sentido, Donald Trump, quien no debió recurrir a ninguna invasión en la región en estos años, apostó por el diálogo y por la unión entre sus aliados contra un enemigo en común. Así le es más fácil a los pequeños emiratos o países más periféricos tejer lazos con Israel, uno de los países más prósperos del mundo.

Finalmente, pareciera que la decadencia de la causa palestina es hoy una realidad. Si antes unía a países que se odiaban entre sí, hoy no lo está logrando. En otras palabras, son menos los que están dispuestos a escalar en un conflicto con Israel, que antes era visto por todos como el hecho maldito de Medio Oriente, en caso de que la tensión aumente en Cisjordania. A su vez, dice Mauro, quien se encuentra contra las cuerdas es Mahmud Abbas, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina. Por un lado, tiene una oportunidad histórica para terminar con el conflicto, debido a los términos que le presentan Trump y Netanyahu. Por otro lado, está vigente Hamas, el partido político y a su vez organización terrorista que se niega a negociar y que pondría precio a la cabeza de Abbas en caso de que quisiese firmar un acuerdo.

Desde esta columna siempre recordamos lo mismo: habrá que seguir atentamente los acontecimientos. Los acuerdos de paz, por más deseables que sean, no llegarán de casualidad y dependerán de cómo se muevan las piezas en Washington, en Jerusalén, en Teherán, en Riad y en Ramallah.
Fuente: El Entre Ríos

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