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Como maltratar la economía y sobrevivir en el intento

No es una estrella de rock y tampoco descolla en popularidad, son más los que lo desaprueban que los que no, pero aun así se las ha arreglado para que tanto la presidenta, su actual jefa, como Daniel Scioli, potencial candidato a presidente del oficialismo K, hablen bien de él. Ella lo llamó su mano derecha, el día que se adjudicó el manejo de la política económica, y Scioli, contra todos los pronósticos, sugirió en una entrevista al órgano oficialista Pagina 12, que podría dejarlo como ministro si gana las elecciones.

¿Pero qué hace que de repente Axel Kicillof reciba ponderaciones a troche y moche? ¿Será por la performance que tuvo la economía durante su gestión? Parece improbable, pero revisemos algunos números. Durante sus 18 meses de gestión, la inflación ha seguido por las nubes habiendo arrancado con un 28% anualizado para hoy no estar muy lejos de esa misma cifra después de haber superado, no hace mucho, picos de 35% anual, el crecimiento bajó de poco más de 3% a un número neutro o negativo que es el que se espera para este año y Argentina entró de lleno a ese mundo al que todas los economistas del mundo suelen referirse con pavor, el de la estanflación.

Mientras tanto, durante igual periodo, vimos como las exportaciones se caían a pedazos y observamos cómo se disparaba el déficit fiscal, hasta entonces uno de los sueños cumplidos de Néstor, que pasó –casi sin escalas- de 2 a 6 puntos del producto. En criollo, cada 100 de gastos corrientes ahora tenemos solo unos 94 de ingresos, una brecha que encima está en aumento. Para remediarlo, Kicillof no dudó en quemar otra bandera del kirchnerismo auténtico, aquella del desendeudamiento crónico, y comenzó a tomar deuda a cara descubierta, convalidando tasas que no paga nadie, ni siquiera los vecinos del desierto de Sahara.

A todo esto, las reservas también caían, aunque de manera suave y gracias a la ayuda –temporaria- recibida en yuanes por el Banco Central Chino, mientras el peso se depreciaba de 6 a 9 frente al dólar, aunque todavía hoy sigue atrasado considerando la inflación rampante en la que vivimos. El año pasado, los salarios también comenzaron a perder esa batalla imposible frente a la inflación y todos los asalariado resignamos -en términos reales y no poco- nuestra capacidad de compra.

En cuanto a la tasa de desocupación, esta se mantuvo estable, pero solo gracias a que cayó la cantidad de gente buscando trabajo y a que aumentó el empleo en el sector público. Esto ya se sabe, el sector privado hace ya varios años que dejó de crear nuevos puestos de trabajo agobiado por la caída en el nivel de actividad, la inflación de costos y una altísima presión tributaria. Paradoja de los números kirchneristas, en Chaco, por dar un ejemplo, la tasa de desempleo sigue mientras tanto siendo cero, ¿será por eso que Capitanich ganó las PASO?, pero la tasa de actividad, o de ocupación, apenas roza el 30%.

La magia de Kicillof entonces, si es que la hubiera, parece estar en otro lado. Y pareciera tener más que ver con cierta ductilidad que le permitió llegar al final del gobierno de Cristina Kirchner violando todos los principios más elementales de la economía pero sin terminar de volar en pedazos. Raspando cuanta olla hay por ahí, parece haber comprado el pasaporte para que este gobierno termine sin grandes incidentes y vendiendo una estabilidad que se muestra a su vez como precaria e insostenible. Tan insostenible, que el mismo Kicillof ha optado por comenzar a desactivar su plan bomba desde el momento que empuja paritarias todavía con aumentos descomunales pero, ahora si, por debajo de los índices inflacionarios. ¿Es que querrá que si se queda –cumpliendo los aparentes deseos de Scioli- la bomba no le explote en sus manos?

En conclusión, Kicillof no es una estrella de rock. Tampoco un buen ministro de Economía. El veredicto de la historia seguramente será lapidario con su gestión cuándo, aupados a la objetividad que se compra con el paso del tiempo, quienes la escriben juzguen fríamente lo que hizo y dejó de hacer por esta maltrecha economía Argentina.

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