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Han comenzado los trabajos de pavimentación de la Avenida Quirós de Colón, lo que la convertirá en la arteria más larga de la ciudad de esas características.

Se trata de una obra que, fundamentalmente, se está llevando a cabo con fondos del gobierno provincial, como consecuencia de una exitosa gestión en ese sentido, por parte del actual intendente de la ciudad.

Se podría hacer alusión al simbolismo que tiene esta obra refiriéndonos en la circunstancia solo a su valor simbólico, señalando que con su conclusión quedarán bordeadas las obras fundamentales que impulsó Herminio Juan Quirós para Colón; y decimos fundamentales en la medida que a esta ciudad le dieron su impronta. Pero limitarse a eso significaría mantener indebidamente afuera, la oportunidad que se nos brinda de intentar hacer un perfil del actual intendente Mariano Rebord, en sus dos épocas distintas.

Y tratar de hacerlo con la mayor objetividad posible, atendiendo el valor ejemplar al que hemos aludido al comienzo de esta entrega. Debe destacarse que asignamos a la palabra ejemplar su significado correcto, el que el diccionario describe como “la referencia a un hecho o conducta que se toma como modelo a seguir o bien ser evitado, de acuerdo a su perfil positivo o negativo”. Y de eso se trata precisamente en la medida en que toda vida humana, cabría aventurarse a decir sin excepción alguna, acusa claroscuros.

Sobre todo cuando lo que se intenta es no hacer una apología ni formular una condena, algo que nos llevará a ser benévolos en el máximo posible en la crítica, al mismo tiempo que no ser mezquino en los elogios. Es que de lo que se trata, al señalar que con la elaboración de un perfil suyo, es poder hacer con el mismo la presentación de un cúmulo de experiencias.

Es más, se podría decir que en esa avenida se hacen presentes -y se ocultan muchos de ellos- hitos principales de su actuación como gestor.
Empezando por lo bueno, cabría señalar la habilidad mostrada por el nombrado, a la hora de promocionar la ciudad como centro turístico con pretensiones de estar permanentemente de temporada, por lo menos a nivel de todo el litoral, incluyendo a la provincia de Buenos Aires, en lo que resulta una muestra de su arraigada, y por otra parte reconocida, identificación colonense.

A ello debe agregarse su capacidad para aprovechar oportunidades, las que permitieron traer a un costo mínimo mejoras para la ciudad, como lo es precisamente el caso a que estamos aludiendo, lo que significa ir más allá de lo que pudo concebir Quirós, cuando la planta urbana de la ciudad quedaba circunscripta al sector limitado por los “bulevares”. De donde cabría conjeturar que convertir a la avenida extendida hacia el oeste en su trazado, creando de esa manera una “puerta” alternativa de la ciudad, puede considerarse como la consecuencia de un improntus, tan propio de él.

De esa manera podemos dejar esbozada la parte positiva de su quehacer, señalando que su paso por este ámbito de la función pública resultó mejor de lo que una mayoría de la población reconoce; pero mucho más magro de lo que él está dispuesto a admitir. Yendo a la contracara “de lo que es un ejemplo”, el que se haya, no ya solo concebido, sino concretado la colocación de una prolijo vehículo vendedor de panchos y otras delicadezas, como forma de evitar que el monolito -el original, mamarracheado a lo largo de los años, hasta mostrarse así en la actualidad, estuviera acompañado y de cerca, ya que se logró que muy a pesar suyo subiera a la vereda- aparece como una muestra del “amiguismo” -por no decirlo con palabras más duras-, sinónimo de discrecionalidad que en cualquier momento puede convertirse en arbitrariedad, que revoloteó su gestión.

Cabe al efecto recordar que en el pasado escribimos en esta misma columna que “en Colón el código de edificación tiene un artículo de jerarquía superior a los restantes, según el cual se puede llegar a construir cualquier cosa, siempre que el Concejo Deliberante preste su autorización”.

Siguiendo con la avenida, las cuadrículas de sus veredones, en los que se debía haber plantado una palmera y que se encuentran vacíos, demuestran una chapucera manera de hacer o de no hacer las cosas a medias, que caracteriza a la actual administración.

A su vez, las desparejas hileras de ibirapitás, signo de árboles plantados, que ya no están, y que en su mayoría no fueron reemplazados, viene a traer el viejo recuerdo de la “masacre de los ibirapitás” cuando los allí existentes fueron podados de una manera tan salvajemente cruel, hace a los supervivientes testigos de lo ocurrido -habiendo sido el terreno abonado para alguna creciente, pero todavía no consolidado-, sensibilización de la población que exigiría la presencia de alguna asociación ecológica que acompañe y dé mayor profundidad a nuestra prédica en la materia.

A su vez, las viviendas “de transición” construidas sobre la misma avenida vienen a mostrar juntas a las dos caras de la misma gestión. Una, una demostración del empeño de brindar “soluciones habitacionales” a la población. Otra, la demostración de que la ciudad carece de lo que temerariamente designamos como un plan director. Porque efectuar esas construcciones en un sector de la ciudad donde ya el desarrollo urbano es de características casi explosivas es, hacerlo, como señalábamos más arriba, olvidando que son viviendas “de transición”.

Un ejemplo de lo cual se lo tiene en lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo en el Barrio Hipólito Yrigoyen.

Para concluir, nuestra esperanza de que en la ciudad se siga trabajando al inusitado ritmo actual, propio de los que llegan, pero no así de los que se van.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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