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En realidad es inexacto hablar de banquinas llenas de basura. Porque la basura parece estar en camino de adueñarse del mundo, presente en todas partes.

Dejemos por un momento de lado la basura entremezclada con el agua del océano que tan peligrosa resulta para la fauna marina, a la vez que de la misma manera ignoremos la “chatarra” espacial de la que hemos llenado nuestro cielo, a pesar de ser ella invisible para nuestros ojos.

Ya que no es nada de eso lo que vuelve de una desprolijidad extrema a las veredas de nuestras calles, vestidas como están de todo tipo de papelitos, el “recuerdo” de algún perro de un dueño irresponsablemente descuidado, algún que otro envase de plástico tirado al lado del árbol o colocado en un umbral o en el alfeizar de una ventana, sin hacer mención de otras cosas que en algún momento pueden haber resultado útiles y hasta placenteras, pero cuando se las ve desparramadas en el suelo resultan, más que desagradables, repugnantes.

El estado de las calles en ese aspecto no es el mejor, ni el de los caminos reales y sus adyacencias, no solo sembrados con objetos de las mismas características sino en los que, de vez en cuando, se hacen presentes pequeños basurales. Mejor ni hablar de las aguas servidas resultado de la obstrucción del caño de una cloaca o de la rotura de la olvidada infraestructura de una bomba de impulsión del líquido cloacal como sucede en Colón, la que respetando la ley física de que el agua y todo lo líquido busca su nivel, no se contentan con invadir las calles, sino que prosiguen su marcha atravesando terrenos y terrenos hasta ir a terminar en el cauce de lo que en algún momento fue un arroyo y ahora es una cloaca a cielo abierto.

Ni que hablar del patio delantero de muchas viviendas, ni pensar en el del “fondo” que escapa a nuestra vista. Pero cuyo estado es fácil de inferir y que nos llevan a recordar de una manera nostalgiosa los pisos de tierra apisonada e incansables barridos y por consiguiente siempre limpios que rodeaban los antiguos ranchos, y que llevaban a comprender que la pobreza cuando es digna, es en realidad otra cosa que pobreza, y que si no es lisa y llanamente miseria.

Pero en realidad al referirnos a la basura, a lo que queríamos hacer mención es al hecho que la gran sequía que nos agobia y que ha desnudado las banquinas de los caminos, ha puesto en la vidriera una infinidad de objetos -principalmente envases descartables y bolsas de plástico de diversos tipos que se exhiben como una decoración desroñada de ellas.

Y que no dice de que en tiempos de pastos abundantes la cosa sea mejor, ya que al ser aquellos cortados, emergen airosos, dado el hecho que los funcionarios y empleados con esa competencia no parecen darse cuenta que un trabajo de emprolijamiento correcto, hace necesaria la presencia de un operario que corte el pasto y otro que recoja ese tipo de adminículos varios o de un solo operario que se ocupe de ambas cosas.

Todo lo cual lleva a concluir que lo que vemos, también en este ámbito es un retroceso en manera educativa, y el empeño que todos, empezando por las autoridades, debemos poner para revertir ese estado de cosas. Ya que siempre tenemos presente la frase de un colonense muy nuestro cual fue Alcibíades, a quien en forma repetida se lo escuchó afirmar que “la lucha contra la basura, es una batalla cultural”. Al parecer, nos hemos olvidado tanto de Alcibíades como de su enseñanza.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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