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La frágil calma que encontró en los últimos días el mercado financiero puede verse amenazada por el inicio de la campaña electoral

Parece irónico que, visto todo lo ocurrido en los últimos dos meses, el INDEC haya dado a conocer el jueves pasado la información relativa a la Producción Industrial y la Industria de la Construcción durante julio. En ambos casos, con subas de más de 3% respecto de junio.

A esta altura, julio tiene el sabor a un pasado lejano, durante el cual el futuro se insinuaba diferente de lo que el presente nos depara. En el medio hubo una elección primaria con un resultado sorpresivo y una posterior crisis financiera que seguramente habrá deprimido los indicadores de los meses siguientes.

Transcurrió un mes desde las PASO, y el Gobierno trajo al presente varios de los temores que se esperaban de Fernández. Con el daño hecho, cabía suponer que tarde o temprano la crisis financiera encontraría un freno. El desarme de posiciones de activos argentinos por parte de los inversores había provocado pérdidas enormes en las carteras y en algún momento daría paso a la resignación.

La semana arrancó mal, con un lunes y un martes negros, durante los cuales los bancos debieron abrir hasta las 17 en las grandes ciudades para permitir a los depositantes retirar sus ahorros. Hasta ese martes, los bancos habían perdido casi el 30% de sus depósitos en dólares, cifra que en otro momento hubiera quebrado al sistema pero que hoy lo encuentra casi indemne.

Cada palabra cuenta en este frágil piso que parecen haber encontrado los precios de los activos financieros

Lo cierto es que la corrida bancaria parece contenida, gracias al enorme colchón de liquidez que habían construido los bancos y a la astringencia monetaria del BCRA. El testeo fue intenso, y la respuesta perfecta. Quedan tan pocos pesos en el sistema que cuesta creer que alcancen para algo más que para las transacciones cotidianas. Y con tan pocos pesos, también el dólar pareció encontrar un piso en el mercado oficial.

No es sencillo determinar qué trajo calma a partir del miércoles. Quizás fuera el control de cambios, que agotó rápido la cantidad de pesos que podrían destinarse a comprar dólares. Quizás fuera la visita de Alberto Fernández a España, que dejó mejores sensaciones entre los inversores. Quizás fuera el agotamiento de los vendedores, que con precios de bonos y de algunas acciones parecidos a los de 2002 decidieron resignarse y dejar de vender. O quizás, decían algunos maliciosos, los mínimos hayan coincidido con la alusión del candidato por el Frente de Todos a que “la Bolsa no encuentra un piso”.

El impredecible timing bursátil le jugó en contra: en los siguientes tres días, el Merval subió casi 18%.

La ciclotimia del mundo de las finanzas es la que permite que tres días de calma nos hagan suponer que se inició un nuevo tiempo, del mismo modo en que las apenas tres semanas previas nos habían hecho suponer que estábamos ante un ciclo negativo que no tendría fin. Con todo, cabe suponer que la propensión a la decepción es proporcional a la propensión al relajo. Tres días de calma no permiten inferir que las penurias hayan finalizado. La brecha de más de 10% entre el dólar oficial y el contado con liqui es una señal de alerta.

Y las palabras abundarán durante estos 49 días; en los actos, en los medios, y en los dos debates presidenciales obligatorios

Falta un largo trecho hasta el 27 de octubre, y una eternidad hasta el 10 de diciembre. De hecho, recién ayer comenzó de manera oficial la campaña hacia las elecciones (la campaña televisiva comienza en dos semanas).

Cabe anticipar que esta será, probablemente, una de las campañas menos interesantes de los últimos muchos años, pues el resultado está casi puesto. Sin embargo, la fragilidad de la situación financiera, manifiesta en la caída de los precios de bonos y acciones, en la huida del peso y en la corrida de depósitos en dólares, que motivaron el enésimo default y un nuevo control de cambios, estarán en el centro de la escena. Cada palabra cuenta en este frágil piso que parecen haber encontrado los precios de los activos financieros, y mientras la economía real busca acomodarse al nuevo estado de las cosas.

Y las palabras abundarán durante estos 49 días; en los actos, en los medios, y en los dos debates presidenciales obligatorios. Éstos han sido programados para el 13 y el 20 de octubre.

El ánimo de cada candidato en esas jornadas podría encender una nueva mecha, o por el contrario apaciguar los estados alterados. Cabe recordar que esta frágil calma que creemos haber recuperado lleva apenas tres días.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa