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Christine Lagarde, titular del FMI.
Christine Lagarde, titular del FMI.
Christine Lagarde, titular del FMI.
Días atrás, referentes de la oposición, sobre todo del kirchnerismo, sindicalistas, actores, dirigentes de los derechos humanos y algunos periodistas, como los antiguos columnistas de 678, le enviaron una nota al titular del Fondo Monetario Internacional (FMI) en la que le expresan su preocupación respecto de “una explosiva situación social en Argentina que podría agravarse si se aplican las medidas pactadas”. Obvia decirlo, en la carta se explayaron también sobre el compromiso de deuda contraído por el gobierno argentino con esa institución, a la que se ocupan de denominar “odiosa y execrable”. Ven además como “una burla” las salvaguardas nombradas en el acuerdo en el que caso de que la situación social empeorara.

Hay un viejo dicho, el que se tribuye a un veterano empresario norteamericano, Warren Buffett, hoy casi un icono de la cultura popular de ese país, que dice “un pronóstico dice mucho más sobre el pronosticador que lo que dice sobre el futuro”. Y es entonces que si uno repasa las listas de los “pronosticadores” del caso uno entiende casi inmediatamente cuan acertada y vigente parece ser la aseveración del nombrado.

La lista de los políticos firmantes de la carta al FMI incluye a Máximo Kirchner, Kicillof, Rossi, Larroque y Thailade por el kirchenrismo más puro y también a los renovadores Felipe Solá, Facundo Moyano, y -sorpresivamente- Daniel Arroyo. Suma también las firmas de miembros de las organizaciones sociales como -el amigo del Papa Francisco -Juan Grabois, Emilio Pérsico y Daniel Menéndez, además de gremialistas como los triunviros Juan Carlos Schmid y Héctor Daer y los miembros de la CTA, Micheli, Baradel y Yasky, los dos últimos incondicionales aliados del grupo que se moviliza bajo el rótulo de Unión Ciudadana. Tampoco se pueden obviar otros nombres sindicales de fuste como Pablo Moyano, hermano de Facundo e hijo de Hugo, y Victor Santa María, líder del sindicato de porteros y por estos días dueño del diario Página 12.

La lista sigue con otros nombres conocidos pero en este caso del mundo de los derechos humanos como Perez Esquivel, la Madre - Línea Fundadora- Taty Almeida, Estela de Carlotto, Eugenio Zaffaroni, el hermano de Santiago Maldonado, y algunos intendentes K como Secco de Ensenada y Ferraresi de Avellaneda. No faltan actores, como Darío Grandinetti, Lola Berthet, Echarri o DadyBrieva, escritores, como nuestra comprovinciana Selva Almada, y tampoco periodistas, encabezados por Víctor Hugo Morales, y los ex 678 Carlos Barragán, Edgardo Mocca y Sandra Russo. Las firmas no se agotan en esta lista sino que continúan hasta alcanzar aproximadamente unos 400 nombres.

Cabe apuntar que la gran mayoría de los nombrados son personas conocidas por la opinión pública, en mayor o menor medida, y por lo general han sido de expresar su adhesión al gobierno anterior, el de Cristina Kirchner, al igual que de hacer conocer su animadversión por actual gobierno de Mauricio Macri. Por supuesto que no hay nada de malo en ello, está más que bien que uno tenga opiniones y se anime a expresarlas en público, pero también nos tiene que quedar claro a todos que la opinión vertida en la carta tiene una ineludible raíz de parcialidad y carece por ende de objetividad.

No es idea de esta columna defender las bondades del acuerdo entre el Fondo y el gobierno de Macri, todo lo contrario, pero la realidad es que el actual gobierno se vio obligado a entrar en el estrecho desfiladero en que se encuentra producto no solo de los errores que cometió en la primera parte de su gestión -que fueron unos cuantos-, sino también por la bomba neutrónica que le dejó en el umbral de su administración el gobierno kirchnerista el día que partió. Bomba que por otra parte se nos negó a todos nosotros que existía, tal vez ante la infundada esperanza de que el remedio del gradualismo curaría todos los males heredados, incluyendo la gran pobreza, una altísima inflación -sobre la que recurrentemente se nos mentía- , un casi nulo crecimiento, y la pertinaz destrucción de la infraestructura productiva que cualquier país que se precie de serlo necesita para funcionar.

Como dicen por ahí ¨el gobierno actual chocó la calesita¨, pero la realidad es que es una pobre calesita que ya venía chocada - y en qué forma- desde antes. Dos gobiernos, dos choques, algo no tan fácil de digerir y superar para una sociedad tan angustiada y confundida como la nuestra. Hoy, la única forma de arreglar este gran desbarajuste que nos ocupa, por más que nos pese a todos, cínicos o ingenuos, pobres o ricos, pragmáticos o románticos, es que de una vez por todas se cierre la brecha entre ingresos y egresos que parece haber alcanzado un momento límite. Nadie desconoce que la situación social es muy difícil, pero por otro lado en su momento nadie se preocupó de resolverla de manera sustentable, y no solo con unos pocos paliativos, cuando los recursos estaban al alcance de la mano. Y eso ventana no duró poco tiempo sino que se extendió durante varios años de la década anterior.

Por estos días resulta ingenuo, casi candoroso, que los firmantes de la carta al Fondo se quejen del excesivo endeudamiento mientras al mismo tiempo piden a gritos que se mantengan los niveles récords de gasto público. De las expresiones vertidas en la nota tampoco sale ninguna propuesta concreta respecto de cómo arreglar este problema central que es el déficit, que nos obliga a vivir con una inflación altísima desde hace muchos años -la que se había ido y volvió en los tiempos de Néstor Kirchner- y que no nos permite crecer solo a borbotones y por periodos de tiempo no muy extendidos. El desafío es precisamente entonces entender primero esta contradicción en la que todos los firmantes, y también muchos de nosotros, solemos caer para luego después aprender a superarla. Claro que hubiera asido menos doloroso y llevadero entenderlo en tiempo de vacas gordas y no ahora, cuando ya es muy tarde para llorar sobre la leche derramada. Es que la misiva enviada al FMI no expresa otra cosa sino una sempiterna vocación por ser incorregiblemente contradictorios y es un perfecto ejemplo de porque el resto del mundo -por más que se esfuerce- no nos termina de entender.

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