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Me puse a sacar cuentas. Lo hice de puro curioso que soy, y a fuerza de papel y lápiz. Comencé por dividir 127 millones de pesos por 12 y el resultado fue más de 10,5 millones (exactamente 10.583.333.3). Volví a los 127 millones iniciales y lo dividí por 365, y esta vez el resultado fue de 347.945.20. Esta última cifra la dividí por 24 y el resultado fue 6.575.342. Tomé este nuevo resultado y lo dividí por 60 y obtuve como resultado de la cuenta 109.589.03. Volví a dividir esa suma por 60 y esta vez el resultado fue de 1.826,48. Multipliqué esa suma por 45 y el resultado final fue de 82.191.77. Clinc, caja. Suspiré profundamente con un alivio entusiástico. Y más allá de no estar del todo convencido de la exactitud de los resultados -es que la verdad es que nada cambia si a uno se lo ve “cortando grueso” para lo que interesaba, razón por la que no me tomé el trabajo de asegurarme de la corrección de mis cuentas utilizando la “prueba del 9”- sonreía ampliamente aunque estaba sólo, porque me sentí como si fuera un verdadero periodista deportivo.

Viene a cuento hablar de dos cosas que para mí son importantes. La primera, la facilidad que tengo de reírme a solas cuando me enfrento con una cosa que me hace gracia, porque siempre he estado convencido que la sonrisa en soledad es las más valiosa de las sonrisas, porque es la que con toda seguridad sale desde el mismo fondo del alma. La otra, que en un momento dado pensé en convertirme en periodista deportivo, aquellos tiempos en que estaba embobado con Víctor Hugo, hasta que después lo vi borracho por las luces de la ciudad, y olvidando sus andurriales de Cardona.

Vuelvo a las cuentas. Con ellas lo que intentaba era ponerme en claro cuánto ha ganado el último año, en cada segundo del minuto de la hora, Lio Messi, el más famoso argentino después de… Maradona (tuve dudas de dónde ubicar a Bergoglio en este ranking, hasta que menos mal me percaté que monseñor Jorge juega en otra liga).

Partía de la base que Lio en los últimos doce meses, según me dicen, embolsó en todo concepto 127 millones de dólares. Acallé la malévola pregunta que me brotaba de adentro, sobre si había además por ahí, plata negra o plata en negro, no estoy seguro de cómo se la nombra, a computar. Y empecé a hacer más las cosas porque dividir esa cantidad por 12, para en seguida darme cuenta de que lo tenía que hacer por 365 (el número de días del niño), después a ese resultado por 24, o sea el número de horas de cada día, y a ese resultado sucesivamente dividir dos veces por 70, para llegar a lo que Lio gana en un segundo. O sea en un abrir y cerrar de ojos, casi un pestañeo, y más tiempo del que corre del inicio y el final de un estornudo.

Yendo a los bifes, Messi ganó casi 1827, no sé bien si en dólares o en euros, aunque a la hora de hacer la “conversión” opté por hacerlo partiendo de que un dólar equivale, Pichetto mediante, a 45 pesos, lo que viene a dejar en claro que esa suma representa casi 83 mil pesos por segundo… Casi como… empecé a decir, y allí me corté porque no es cuestión de ofender a nadie. Y me puse a pensar en el gran Diego, del que su casi loco autoendiosamiento tiene mucho que ver por haberse dado cuenta, ya hace mucho que se había anticipado a los tiempos de la globalización y de la trasmisión en vivo y en directo a nivel planetario de los efectos deportivos, que es lo mismo que decir que por haber llegado antes, había llegado en realidad demasiado tarde, y había quedado fuera del juego de los grandes números, por más que el don de su juego sea divino, y lo generoso que se muestra al desparramar su simiente.

¿Es para volverse loco, no les parece? Y aquí corto, porque hablar de lo que gana Messi en un segundo comparado con lo que conjeturo puede llegar a ganar en un año un campesino sudanés, da para un rollo grande, que bien vendría al caso, pero con el espacio que cuento y ya he gastado es imposible...
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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