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El Presidente inauguró el viernes el 142º período de sesiones ordinarias del Congreso Nacional, con el tradicional discurso que en los últimos años ha comenzado a ser asimilado al “Estado de la Nación” que los presidentes de los EE.UU. realizan para transmitir su agenda al Congreso de ese país.

Antes del discurso, la atención se enfocaba sobre las formas que utilizaría el Presidente: en medio de la escalada verbal contra gobernadores y legisladores, ¿optaría por un discurso conciliador o redoblaría la apuesta? Los antecedentes hacían prever un discurso hostil, pero las necesidades legislativas parecían indicar que sería necesario tender un puente. Fiel a su estilo, Milei no se quedó a medio camino, sino que aceleró a fondo contra lo que él llama la casta.

Que hacia el final de su discurso haya tendido un puente hacia propios y ajenos con la convocatoria a un “Pacto de Mayo” no parece un signo de moderación, sino que parece desplegar una celada: invita a acordar medidas que van en contra de los privilegios de los convocados. Se los enfrenta directamente contra la población: “¿quieren mantener sus privilegios y oponerse a los derechos de la ciudadanía?”, parecería ser el planteo de fondo.

Ese planteo parecería enfocarse en desnudar las desviaciones que ha sufrido el artículo primero de nuestra Constitución, que elige como forma de gobierno la representativa federal republicana. Hoy los representantes, en el Congreso y en las provincias, parecen defender más sus intereses personales y los de su partido que los de sus representados.

¿Está loco Milei, o estuvimos locos los argentinos cuando permitimos que nuestra forma de gobierno fuera distinta de la que establece nuestra Constitución? Si el Congreso es una escribanía del Ejecutivo, y el Ejecutivo puede gobernar mediante decretos de necesidad y urgencia; si las provincias aceptan dócilmente someterse a la superioridad de la Nación por comodidad, por corrupción, o por orden partidario, y llegan incluso a resignar recursos para favorecer a un candidato presidencial que, al no ganar, las deja con un gran problema financiero; si los representantes lo son más de su partido político y de su clase que de la ciudadanía: ¿es una locura pretender volver las cosas a su cauce? ¿Es contrario o conforme a la forma representativa, federal y republicana?

El discurso de Milei demostró que el Presidente pretende más que el mero orden presupuestario, al que parece considerar un dogma que el Ejecutivo tiene la facultad de hacer cumplir. La agenda descripta el viernes contempla un cambio estructural a partir del regreso al espíritu constitucional. Es un cambio que solo puede ser realizado por quienes más se benefician con el statu quo. Milei puso a la casta frente a frente con la ciudadanía.

No hubo sorpresas de fondo en el discurso de Milei: volvió a decir lo que siempre dijo, de la forma en que siempre lo dijo. Su crítica feroz a la casta pareció moderarse con la convocatoria a un pacto, aunque esa convocatoria tiene aroma a celada.

El mensaje de Milei parece sencillo de entender para quienes a diario reman con presupuestos ajustados, entre quienes la adhesión no parece haber flaqueado, pero desconcierta a propios y extraños dentro de una clase política aturdida y acostumbrada a otras maneras. Sólo el paso del tiempo podrá responder si la falta de representación en el Congreso y en las provincias es un obstáculo insalvable para avanzar con su ambiciosa agenda de reformas.
Fuente: El Entre Ríos

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