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No se trata ni de una noticia falsa, de esas de cada vez mayor circulación, ni de un vaticinio, sino de una señal de alerta ya que, como bien se dice, siempre es mejor prevenir que curar.

Los colonenses deberíamos habernos preocupado ya años atrás, cuando por una decisión presidencial se decidió sacar la estatua de Cristóbal Colón de las cercanías de la Casa Rosada, estatua donada por la comunidad italiana migrante, radicada e integrada en nuestro país. Ello hasta el punto de que parecemos más una parte de Italia por nuestra manera de ser, con una ascendencia hispánica, especialmente gallega, lo que ya es mucho decir.

La explicación de ese mal quererlo, tendría superficialmente que ver con el hecho de que el presidente de Bolivia, Evo Morales, pensaba que no iba a quedar bien que la estatua de Juana Azurduy que él había donado a nuestro país, estuviera próxima a la del genovés, ya que hubiera resultado inconcebible su convivencia en el mismo vecindario.

Pero buceando en profundidad, nos encontraríamos aquí con un ejemplo más, por razones que más abajo explicaremos, del hecho que la ciudad de Washington se sumará a las más de 130 ciudades y ocho Estados de EE.UU. que han cambiado el Día de Colón arguyendo que el conquistador “esclavizó, colonizó, mutiló y masacró a miles de pueblos indígenas en las Américas”.

Algo que, entretanto, puede llevarnos un poco de tranquilidad a los colonenses, es que por suerte lo único de lo que han prescindido es de la conmemoración del “Día de Colón”, una denominación mucho más feliz que la de “El Día de la Raza”, con la que por decisión gubernamental era conmemorado en una época el 12 de octubre entre nosotros. Ya que todavía en principio válidamente cabe suponer que no ha llegado el momento, en que alguna ciudad que, como es el caso del Distrito de Columbia, dentro del cual se haya ubicada la capital de los Estados Unidos, por idénticas razones se decida a cambiarle el nombre, creando así un problema de identidad, como sucede cuando a una persona le cambian el apellido.

Pero lo que resulta más extravagante es que esa celebración haya sido sustituida por la del “Día de los Pueblos Indígenas”, lo que para nosotros sería el “Día de los Pueblos Originarios”.

La decisión a la que nos acabamos de referir, fue aprobada por una abrumadora mayoría, ya que solo dos de los miembros del organismo legislativo votaron contra la supresión. Y la única voz sensata fue la de uno de estos dos, quién al fundar su oposición, declaró que apoyaba la existencia de un día de los “Pueblos Indígenas”, pero no a costa de eliminar el Columbus Day, es decir que no veía como incompatibles ambas celebraciones que tienen que ver con una evolución histórica que nos tiene acostumbrados a todo tipo de desgracias.

Por nuestra parte consideramos que la cuestión no pasa por la defensa de la figura de Cristóbal Colón, sino que tiene otros alcances como se verá. Lo que no quita que en los Estados Unidos, la conmemoración pasa por sobre todo por las simpatías que siempre ha despertado su figura en la gran comunidad itálica, radicada sobre todo en las grandes ciudades ubicadas al este de ese país, y que vienen a realzar la figura de uno de los suyos, si se tiene en cuenta que Colón o Columbus era nacido en Génova, hijo de padres que “eran humildes cardadores de lana”, como supo enseñarse en otra época a los alumnos de las escuelas de nuestro país.

A lo que todavía debe agregarse que con la fundamentación de esa decisión, quienes la adoptaron no hicieron otra cosa que poner de manifiesto su ignorancia en materia histórica ya que en el proceso cierto que siguió al descubrimiento de América, desde la escuela primaria en nuestro país todos tienen la posibilidad de comprender con claridad, que en ese proceso hubo tres etapas distintas, conocidas como la del Descubrimiento, la de la Conquista y la de la de Colonización, y que Colón fue la figura central de la primera de ellas, como el aventurado líder de una expedición que vino a “descubrir” una cosa distinta de la que buscaba, y lo peor del caso es que quedó convencido de su error. Y en cuanto a su trato con los indios, posiblemente su único acto de crueldad fue llevarse, es de suponer a la fuerza, a un ínfimo grupo de nativos, para exhibirlos en España, como casi una prueba más de su descubrimiento.

Es que en realidad a lo que estamos asistiendo no es al intento de efectuar una reescritura auténtica de nuestra historia, sino de orientarla ideológicamente, en un sentido diametralmente opuesto a la que hemos tenido por nuestra historia hispánica.

De esa manera se insiste en lo que es un error garrafal, cual no es el de reconstruir la historia auténtica de nuestro pasado, sino juzgar al mismo no con los ojos de los protagonistas, sino desde nuestra perspectiva.

Algo que debemos reconocer que es seguramente difícil de evitar, si se tiene en cuenta que, tal como lo ha dicho un reconocido filósofo italiano, lo que debe interpretarse son las dificultades que tiene el buscar hacer historia sin mirarla a través de una lente teñida de alguna ideología porque así “toda historia corre el peligro de terminar viéndosela como historia contemporánea”.

A lo cual debe agregarse el hecho de que detrás de esa auto-condena con la que nos martirizamos, con hechos con los que en la mayor parte de los casos no podemos quedar vinculados como herederos, ya que es escaso el número de los que entre lo son, producto del mestizaje de los primeros colonizadores hispánicos, y en sostener esa creencia existe mucho de hipocresía y hasta de mala fe.

Comenzando por lo anecdótico, no sería así extraño que entre quienes han concurrido a la elogiable Fiesta de la Colonización en la ciudad de San José, haya habido alguien que se uniera a la celebración, al mismo tiempo que se lo viera denostar en contra de la colonización y proclamar su identificación -generalmente solo declamatoria-con los pueblos originarios.

Lo que sucede es que la cuestión no pasa por la declamación de vaya a saber qué intenciones, sino que de una vez por todas haya una labor efectiva en la promoción de los genuinos pueblos originarios que han sobrevivido, buscando su desarrollo personal, al mismo tiempo que movernos en el difícil equilibrio que significa su integración social con el respeto al núcleo de su acervo cultural.

Es que resulta imposible que se nos vuelva a subir a los barcos, porque somos personas distintas de las que aquí llegaron. Y es por eso también que Colón debe seguir siendo Colón.

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