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La credibilidad es el pilar fundamental del buen liderazgo, se construye lentamente a través de nuestras capacidades y competencias profesionales y de la calidad de los vínculos que establecemos con los otros, con los colaboradores, con los colegas y con los superiores.

Nadie apuesta por un jefe o gestor que no posea el don de la credibilidad; no hay forma posible de generar un buen clima y trabajo en equipo si esta condición o cualidad no está presente. La coherencia entre el pensar, decir y hacer es requisito necesario para ser creíble.

La credibilidad genera confianza y, como ya hemos expuesto en otras columnas, la confianza recíproca es la base de cualquier proyecto o gestión exitosa. Cuando un líder tiene la confianza de su entorno el clima o ambiente de trabajo es el que todos deseamos para desarrollar nuestras fortalezas.

Si ese espacio de confianza recíproca no se da, todos los esfuerzos que se realicen no tendrán ningún impacto positivo; por el contrario, hasta se pueden interpretar como acciones manipuladoras o falsas y en muchos casos como acciones cínicas.

Ser creíble implica actuar con honestidad, en primer con uno mismo para poder hacerlo con el resto, sostener un determinado código de ética en el que la palabra y los hechos se conjuguen.

Otros atributos como la capacidad y competencia profesional, así como también una actitud innovadora con una visión de futuro jerarquizan al buen liderazgo.

En el año 1932, Konosuke Matsushita, un reconocido empresario japonés, definió para su empresa 7 principios - guía que nos puede servir de ejemplo en relación con un código de ética que construyen la credibilidad:

- Contribución a la sociedad – servicio al cliente
- Imparcialidad y honradez
- Trabajo en grupo y cooperación
- Esfuerzo incansable en la mejora continua
- Cortesía y humildad – respeto por los demás
- Adaptabilidad y respeto a las leyes naturales
- Gratitud - Agradecimiento como virtud principal

Sin embargo, con frecuencia nos encontramos con conductas de gestión que destruyen cualquier posibilidad de confiar y de creer:

No reconocer los errores y que la culpa sea siempre de los otros ocurre en las organizaciones privadas, pero mucho más en el ámbito de la política. En el caso de La Argentina no será difícil para el lector inundarse de ejemplos.

La falta de respeto y de buenos modales que en casos extremos alcanza el nivel de grosería no permiten la credibilidad. No puedo dejar de mencionar que “con la gente que te rodeas también habla de ti”.

Querer dar respuesta a todas las preguntas aun cuando no se tiene la menor idea de lo preguntado o simular y fingir que se sabe y no tener el coraje de decir “NO LO SE” rompe con ser creíble. La omnipotencia e hipocresía asumiendo que los demás son ignorantes es una conducta frecuente en los malos liderazgos.

“Se puede engañar a todo el mundo alguna vez y a alguna persona todo el tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo” - Abraham Lincoln.

En estos tiempos donde la tecnología nos permite registrar cada uno de nuestros actos, sobremanera en exposiciones, notas, artículos o entrevistas que quedan registradas en archivos y distintas redes sociales vivimos absortos las innumerables contradicciones del mismo actor en diferentes situaciones.

Cuesta entender que esos líderes continúen cometiendo los mismos errores, lo que hace suponer que son inútiles o ignorantes o peor aún, que no tienen ninguna clase de escrúpulos convirtiéndolos en cínicos sin límites.

Si no hay credibilidad cualquier comunicación que establezcamos con otros se verá afectada indefectiblemente por el espacio de desconfianza que de forma natural afecta la confianza entre los interlocutores.

El contenido aporta el “QUÉ” se dice y la relación el “CÓMO” se recibe. Si no es creíble el emisor es muy probable que el cómo siempre se interprete como muy dudoso o definitivamente falso.

“SE DICE QUE HACE MUCHOS AÑOS HUBO UNA GRAN GUERRA ENTRE LOS MAMÍFEROS Y LAS AVES. EL MURCIÉLAGO ERA TAN COBARDE QUE CUANDO ESTABA CON LOS MAMÍFEROS PLEGABA SUS ALAS Y SE HACIA PASAR POR RATÓN Y CUANDO ESTABA CON LAS AVES DESPLEGABA SUS ALAS Y SE HACIA PASAR POR PÁJARO.

HASTA QUE UN DÍA LO DESCUBRIERON AMBOS BANDOS Y DESDE ESE DÍA EL MURCIÉLAGO SE VIO OBLIGADO A SALIR SOLO DE NOCHE, YA QUE NUNCA MÁS FUE ACEPTADO POR LOS MAMÍFEROS Y LAS AVES”.

Quise compartir esta pequeña historia con los lectores porque con seguridad nos permitirá imaginar cuántos “murciélagos” afectan el buen liderazgo, tanto que algunos ni de noche pueden salir.
Fuente: El Entre Ríos

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