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Una imagen nueva pero que, lamentablemente, repite anteriores. Un padre y su hija ahogados en el río Bravo, frontera entre México y Estados Unidos. La desesperada lucha de los inmigrantes por lograr encontrar un nuevo país de residencia no tiene fin.

La falta de oportunidades en Centroamérica lleva a miles de personas a intentar ingresar de forma legal o ilegal en USA. Algunos, esperan en las ciudades fronterizas hasta que se procesa su solicitud de asilo mientras que otros en la desesperación buscan la forma de ingresar por otros caminos. Así, se exponen a riesgos que terminan muchas veces con su vida, como fue el caso de este padre con su hija.

La imagen retrata una vez más el drama que se vive en torno a la inmigración, así como también lo hizo en 2015 la del niño sirio Aylan muerto en las costas turcas durante la crisis de refugiados de ese año. Una vez más las trágicas consecuencias de este fenómeno migratorio se patentizan.

Sin embargo, no parecería que estemos dispuestos a hacernos cargo de aquellos que huyen de su lugar de origen. Por el contrario, el mundo parecería ir en el sentido contrario, sancionando leyes más fuertes y dictando políticas de seguridad restrictivas.

Algo parecido pasa en Europa donde los barcos con refugiados pueden estar semanas dando vueltas por el Mediterráneo hasta que se los autoriza a desembarcar en algún puerto, si es que llega esa autorización.

De hecho, la semana pasada, 42 inmigrantes, rescatados por el barco de la ONG alemana Sea Watch 3, estuvieron 14 días a bordo esperando que se les asigne un puerto seguro de desembarco.

Frente a la denegación del permiso, la capitana del barco decidió ingresar en aguas italianas y desembarcar en el puerto más cercano ya que, según manifestaba, no podían continuar así. Esto genero el enojo del gobierno italiano, que además ha sancionado una ley antiinmigración que permite iniciar un proceso penal contra los barcos humanitarios que ingresen sin autorización y elevadas sanciones monetarias de hasta 50.000 euros.

No es algo nuevo. No es algo único. Sino una foto que se repite año tras año, de continente en continente. Y frente a esta situación endurecemos las fronteras en vez de intentar encontrarle una solución, dejando así que mueran en nuestros ríos y mares fronterizos miles de personas por año.

Parecería que ya es hora que los países se pongan de acuerdo en qué van a hacer con todas estas personas que buscan desesperadamente asilo en otro lugar porque su hogar ya no existe o los está haciendo vivir en situaciones extremas que los obligan a emigrar.

Es difícil abrir las puertas ya que requiere de una inversión por parte de quién lo hace. Ahora, cerrándolas no se gana nada más que muertes dramáticas. Es una cuestión de humanidad. Hoy puede que nuestro país sea seguro, ¿y si mañana no lo es? Subirse a una balsa para cruzar el mar es un acto suicida, está claro. Sin embargo, miles lo hacen. Huyen de algo tan horrible que no les queda otra solución. Ojalá nunca tengamos que pasar por algo así. Pero está claro que a quienes si lo están viviendo, no podemos cerrarles la puerta. No podemos hundir su balsa.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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