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El camaleón es un reptil con muchas condiciones curiosas, aparte de la capacidad de cambiar el color de su piel. Para empezar, se los ve andar dudando, con su clásica marcha de un pasito para adelante y otro para atrás. Su lengua es el doble de su cuerpo, con lo que se ve obligado a tenerla enrollada dentro de la boca, y cuando la saca... arde Troya.

Porque si se tratara de un automóvil, su velocidad pasaría de 0 a 96,5 km/h en una centésima de segundo. Y como no se trata de tener una lengua rápida, sino pegajosa, ya que de otra manera no puede atrapar a su presa, su saliva es 400 veces más viscosa que la saliva humana. Los ojos hacen que cuente con un campo visual de casi 360 grados, lo que permite que no se les escape nada a su alrededor, y pueden bizquear de una manera extrema. Haciendo funcionar sus ojos en forma separada, de modo de buscar prevenirse de eventuales enemigos.

Según dice algún libro de zoología, y como ya se sabe que los camaleones pueden cambiar de color, característica que más que ser un mecanismo de defensa que les permite camuflarse, está relacionado con la comunicación. Un ejemplo es que entre ellos?si dos machos se encuentran, mostrar tonos vivos y brillantes denota agresividad, por contra los oscuros significan sumisión. En el cortejo, si la hembra no está receptiva, sus colores serán visibles y radiantes para mostrar al bravucón macho que no es de su agrado. En suma, como se ha dicho poéticamente, los camaleones son un libro abierto de emociones.

Es por eso que después de este repaso, y echando un vistazo al reñidero político, me he puesto a pensar si algunos de los que a él se bajan, no serán el resultado de la cruza con un camaleón.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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