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La competencia electoral no termina y vuelven al ruedo las encuestas, que indican una puja cabeza a cabeza por la Presidencia de la Nación. Pero ¿de qué valen las encuestas, cuando la mayoría de ellas erró feo en las dos instancias previas? Cuando revisamos a conciencia los resultados de las PASO y la elección general, se observa que el dato más relevante no es tanto el relacionado con la preferencia de los electores como su decisión de tomarse el trabajo de ir a votar.

En la elección PASO participaron poco más de 24 millones de personas, sobre un padrón de 35,4 millones: el 69,63%. Si restamos los votos en blanco, nulos e impugnados, se ve que apenas 65,34% del electorado optó por algún candidato. Hubo 12,8 millones de argentinos que, pudiendo elegir a alguien, prefirieron no hacerlo.

Por supuesto, la política prefiere obviar estas cifras y exagerar el deseo popular para sostener los privilegios de clase. Porque una cosa muy distinta es marcar que Javier Milei, el candidato más votado en agosto, obtuvo 31,57% de los votos afirmativos, que decir que apenas obtuvo el voto favorable de 20,10% del padrón. En aquella ocasión, Sergio Massa fue votado por 14,32% de quienes podían ir a las urnas. Cabe recordar que el voto es obligatorio, pero la política prefiere no penar a los ausentes, como queda claro en la multa de $50 que les impone. Hacerlo podría visibilizar su creciente irrelevancia.

La importancia del caudal de votantes quedó demostrada en la transición de la elección PASO hacia la general, en la cual se emitieron 3,7 millones de nuevos votos afirmativos, que se componen de 3,1 millones de nuevos votantes y casi 600.000 votos que pasaron de blanco a afirmativo. Votó el 77,66% del padrón y, como ya es historia más que repetida, la mayor parte de lo nuevo fue a Massa, que recogió 3,1 millones de votos más que en la PASO. Con todo, el 36,69% del voto afirmativo recogido significa que apenas 27,24% del padrón lo votó. A la vez, apenas 22,27% votó por su contendiente Javier Milei.

En el balotaje se repartirán los 8,8 millones de votos afirmativos de octubre que no fueron a Massa ni a Milei. Podrían, por supuesto, entrar en juego también los 9,1 millones de ciudadanos que no fueron a votar, aunque eso luce más improbable.

El porcentaje de participación será una variable importante en el resultado final. Muchos dirigentes de las fuerzas que quedaron fuera de la contienda del 19 de octubre invitan a la abstención, y esgrimen que esa estrategia no favorece a contendiente alguno. Pero la resistencia del oficialismo a modificar el feriado del 20 de noviembre permite preguntarse si esto es tan así.

Así como las encuestas sugieren una carrera cabeza a cabeza entre los dos aspirantes a la Presidencia, también sugieren que el nivel de rechazo que recoge Massa es muy superior a la que recoge Milei. Ahí es donde cobra importancia el nivel de participación: si votara 100% del padrón, Massa llevaría las de perder, pero, a medida que baja la participación, podría suponerse que mucho de los que no votan comprenden a quienes rechazan a ambos, de los cuales son más lo que rechazan a Massa. Como se dijo antes: Massa y Milei obtuvieron 36,69% y 29,98%, respectivamente, de los votos que cuentan, pero solo 27,24% y 22,27% del padrón total.

Como siempre cuenta el periodista e historiador Carlos Pagni, el balotaje es un sistema diseñado en Bélgica y extendido a Europa con el espíritu de evitar que el “diablo”, que en ese continente tomó, en distintas épocas, la cara del comunismo o el fascismo, accediera al poder. En la Argentina de hoy, la fragilidad de la situación y lo imprevisible del futuro torna más compleja la indiferencia. Quizás no sea la elección más importante de nuestras vidas, pero sí parece una elección en la que la naturaleza de los candidatos demande de la ciudadanía una decisión respecto de qué “diablo” prefiere evitar.
Fuente: El Entre Ríos

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