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Una discusión en la que es casi imposible arribar a una conclusión consensuada y sin secuelas

Por Rocinante

El presidente de la Nación ha puesto sobre la mesa el tema de la despenalización del aborto, cuestión de la que reclama su debate legislativo.

Para una gran mayoría se ha destapado una caja de Pandora, iniciativa que parece contar con la aceptación de la mayoría de la población, sin perjuicio de que entre ellos se encuentren quienes ven el anuncio con un esperanzado beneplácito. Mientras los que, a pesar de ello, no pueden dejar de expresar su preocupación acerca del resultado favorable a la despenalización, hasta cierto punto al menos, integran un mismo bloque con los que rechazan la iniciativa y consideran que lo mejor es dejar las cosas como están, en una forma apenas velada de fijar una posición anti abortista.

Y la utilización de esa palabra, muestra de entrada la complejidad del tema, ya que debe advertirse que su utilización es rechazada, en aquellos que con la pretensión de mostrarse precisos, manifiestan que en lo personal no abortarían o inducirían a nadie a hacerlo, aunque según su criterio su práctica tendría que dejar de ser punible.

Y esa complejidad del tema es la que me impide abordarlo en una sola nota, máxime cuando el debate que alrededor de él gira, recién comienza a actualizarse, y es de aquellos en que es difícil encontrar puntos en común con aptitud para arribar a consensos de los que ahora se conocen como superadores.

De allí que mi propósito en la ocasión es ir apuntando una serie de tópicos que en algún momento permitirán abordar el tema de una manera integral, la que en mi caso permita hacerlo, sino con una profundidad de la que puede no ser capaz mi conocimiento al respecto, al menos con la honradez y seriedad que su tratamiento respetuoso exige.

Indicado lo cual solo me resta indicar que de aquí en más trataré de utilizar una hoja de ruta que me permita arrancar de cualquier forma y proseguir avanzando de la misma manera.
Para comenzar, la cuestión de la oportunidad
En la vida política de cualquier sociedad no resulta extraño escuchar hablar de las estrategias distractivas, de esas a las que no son ajenos, siquiera, la manera de actuar de algunos animales. Más precisamente de algunas aves, ya que lo que tengo en la cabeza es el comportamiento del tero, que, como se sabe incapaz en apariencia de armar sobre la tierra algo que se parezca aún en lo más mínimo a un nido, en el que empollar sus huevos; se escucha decir, sin embargo, que da cuenta de la suficiente astucia como para hacer escuchar su característico grito en un lugar distinto a aquél en que los depositó.

De donde la primera cuestión a plantearse es acerca del por qué desde el gobierno se buscaría debatir el tema al que nos estamos refiriendo precisamente en estos momentos. Ya que existe más de una voz en ámbitos en los que se malquiere al gobierno, que sostiene ese lanzamiento no es sino una cortina de humo, con lo que se busca distraer la atención popular, como forma de que se olvide la población de otros problemas que le tocan más de cerca cuales serían el de la inseguridad, o el de la inflación, o el del aumento de las tarifas para mencionar a algunos de una larga lista, en la que hay en realidad para todos los gustos.

Así aparte de algún descolgado al que se lo escucha explicar que todo esto se hace como manera de buscar molestar a Francisco, por la cara hosca con la que miraría al presidente Macri, se me ocurre que las cosas no son de ese modo, sino que lo que en realidad se busca es tratar de canalizar las energías beligerantes que, de serlo tanto, parecen convertirse en algunos momentos en destructivas, de grupos feministas que, de manera más que estridente, ocupan las calles de Buenos Aires, como manera de visualizar sus reclamos.

A lo que debería agregarse, que de cualquier manera habla bien del gobierno, que aunque fuera por una vez (lo que no es en realidad así) no escurriera el bulto a los grandes temas de la sociedad, procurando esconderlos debajo de la alfombra.
El alcance que tiene el derecho de la mujer sobre su propio cuerpo
Ingresando en tópicos de fondo, transcribo el contenido de trozos de textos extraídos al azar de algunas notas referidas al tema.

Comienzo el contenido del texto de una publicación feminista mexicana donde puede leerse que la ampliación del goce y del ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres sigue siendo uno de los grandes retos debido a la imposición histórica de visiones morales y religiosas, la discriminación, la pobreza y la falta de información que les obstaculizan impunemente el derecho a decidir sobre su propio cuerpo de forma libre y autónoma.

Por si esto no fuera suficientemente grave, tras la decisión histórica de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que en 2008 determinó la constitucionalidad del término del embarazo en la ciudad de México antes de las 12 semanas de gestación, en respuesta se ha generado una contraofensiva legal por parte de quienes rechazan este fallo e impulsan reformas constitucionales en otras entidades del país para proteger la vida desde la concepción, criminalizando y condenando penalmente a la mujer que por voluntad o por necesidad decide ejercer su derecho a abortar, (lo que no significa otra cosa, por mi parte acoto, de reivindicar el derecho de abortar en cualquier momento anterior a aquel en el que se produzca el parto).

Dado lo cual es reprobable que en un Estado como el nuestro –que aspira a ser laico, democrático y garante de los derechos humanos– se establezca este tipo de regímenes diferenciados para el ejercicio de los derechos de las mujeres, lo cual es una clara afrenta al espíritu de protección de la igualdad entre géneros establecida en nuestra carta magna y en instrumentos internacionales como la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, ratificada por nuestro país.

De donde que se reclame se garantice el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo junto con sus necesidades específicas, entraña la obligación de velar por que ellas accedan a la justicia, a la información, a servicios oportunos y de calidad en materia de salud sexual y reproductiva, eliminando cualquier posibilidad de discriminación en su contra, algo que conlleva a respetar el derecho de toda mujer sobre su propio cuerpo, incluyendo el derecho al aborto.

Leemos en otro trabajo más elaborado que para el feminismo la autonomía está relacionada, directa o indirectamente, con el cuerpo sexuado. La autonomía (o si se quiere la versión feminista del "derecho de las mujeres sobre su cuerpo") ha permitido que cada vez más las sociedades reconozcan que las mujeres han sido relegadas a una categoría subalterna y que un verdadero compromiso con sus derechos exige que se les reconozca protecciones ante la violencia de género (por ejemplo, respecto del femicidio), la agresión o explotación sexual (por ejemplo, contra la prostitución forzada), la cosificación (es decir, que evite que seamos concebidas como cuerpos sexualizados en vez de sujetos) y ante la instrumentalización.

Es por eso se agrega en el mismo trabajo que “la reivindicación feminista del derecho a tomar decisiones en el plano procreativo, antes que invocar una libertad para desechar irracionalmente a fetos y así poder dar rienda suelta a una sexualidad desbocada y que reniega de toda responsabilidad (caricatura extraordinariamente difundida en el debate sobre el aborto) es un reclamo a favor de la emancipación femenina”. En otros términos, persigue “liberar a las mujeres de esa especie de servidumbre a la que históricamente hemos sido sometidas y que se traduce en la instrumentalización de nuestros cuerpos para servir a un fin social (la reproducción de la especie humana)”.

De donde no es extraño que a renglón seguido se exprese que vale la pena precisar aquí que la valoración de la maternidad entre las mujeres es diversa, tanto porque para algunas mujeres no se trata de un proyecto de vida valioso (este porcentaje sigue siendo minoritario en nuestras sociedades) como primordialmente porque la maternidad no es concebida como un proyecto deseable bajo cualquier condición. Es decir, hay muchas mujeres que, aun valorando la maternidad, no desean embarazarse en cualquier momento de sus vidas, o deseando y buscando gestar no están dispuestas a llevar a término un embarazo en todos los eventos (como cuando el embarazo significa un riesgo para sus propias vidas o una gestación traumática porque el feto no vivirá).

De donde existirá la versión feminista de la autonomía, aunque se exprese a través de una fórmula que evoca una suerte de derecho sobre el cuerpo, no equivale a una propietarización del cuerpo y no es, tampoco, una simple soberanía del cuerpo al estilo liberal. Es, por sobre todo, una llave para la igualdad. (Que no la hay) en las sociedades han encadenado la reproducción al cuidado, identificando ambas como funciones eminentemente femeninas. De manera que la decisión de tener un hijo no es solo una decisión que repercute sobre los nueve meses de la gestación, es una decisión que atraviesa toda la vida de las mujeres y que explica, en buena medida, fenómenos de desigualdad tales como la brecha de remuneraciones entre varones y mujeres.

Es por eso que “Lo que encubre la tesis que rechaza el aborto en todos los casos es justamente la existencia de todo este entramado de cuestiones sociales que están detrás del aborto. El expediente favorito para deformar la discusión moral sobre el aborto es reducirla a un simple problema relativo a la adhesión que los sujetos tienen respecto del valor de la vida. Y que de esa manera, no se hace otra cosa que ingresar en una línea de aproximación en la que el cuerpo de las mujeres es concebido como pura materialidad (un receptáculo o una incubadora) cuyo uso puede decidir discrecionalmente el Estado u otros sujetos. Es este discurso el que se esmera en justificar que el Estado debe apropiarse del cuerpo femenino de una manera similar a cuando aquel expropia un bien por razones de "utilidad pública". Es aquí donde se tolera no sólo la cosificación del cuerpo femenino sino la cosificación de las propias mujeres.

Dejo de esa manera en pie, un primer cabo suelto, por el cual al negarse la autonomía de la mujer respecto a lo que hace con su cuerpo, el que sería de su propiedad, lo que se viene a decir en palabras llenas es que las mujeres que así piensan nos están diciendo otra cosa que con mi cuerpo tengo el derecho a hacer cualquier cosa, y por ende a desprenderme de cualquier cosa que se me haya adherido ya sea una verruga o un feto.

Es por eso que se concluye sosteniendo que presentar el debate sobre el aborto como un test sobre el compromiso con la vida es, por lo mismo, profundamente engañoso.
Fuente: Temas institucionales,

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