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Contrabando de armas del Comandado Vermelho
Contrabando de armas del Comandado Vermelho
Contrabando de armas del Comandado Vermelho
No haciendo cuestión de la diferencia entre límites y fronteras

Se ha precisado de una manera sucinta, que en la geografía y sobre todo, en la geopolítica, los términos límite y frontera se encuentran bien diferenciados. Es así como un límite es una división física o simbólica que separa dos naciones o territorios.

Por Rocinante

En cambio, el de frontera es un concepto territorial en cuanto a su naturaleza, ya que está referido a una región o franja de ese carácter; la cual se interpone y su vez vincula, dos regiones. Precisamente la que se extiende a ambos lados de un límite y define el espacio de intercambio entre ambos territorios.

Y de allí, que llevando las cosas al extremo, cabría poner en cuestión que quepa hablar de frontera, o hacer tan solo de un límite; en el caso que la línea simbólica que hace al nuestro, que coincide con aquella en la que concluye nuestro mar territorial.

Pero de ser estos términos empleados en el lenguaje cotidiano, no hacemos por lo común diferencia entre las dos expresiones; a las que utilizamos de una manera casi indistinta (con una inclinación perceptible a hacerlo con más frecuencia con la expresión frontera). Y eso en el caso de lugares como en el que vivimos, el cual es precisamente una zona de frontera; ya que para quienes viven en el interior de nuestro territorio es una cuestión, la qué desde un punto existencial, al menos, tiene poco interés, cuando es que tiene alguno.

Cabría inclusive agregar que, de cualquier manera, aun entre nosotros, esos temas adquirieron una renovada actualidad, con la reaparición de lo que bien se podría nombrar como fronteras interiores, consecuencia del acordonamiento en parte material, y en parte simbólico o virtual de nuestro territorio nacional, en innumerables falsos estados sanitarios.

Por otra parte, lo que quisiera destacar, es la vinculación estrechísima y hasta esencial, que los conceptos de límite y de frontera, mantienen no solo con el concepto de estado (ya que el contar con un territorio es uno de los elementos fundamentales para su existencia), sino con el de soberanía, concepto como es sabido conexo con el del Estado; sobre todo cuando se hace alusión a la soberanía territorial, que es cuando viene a adquirir él también, una connotación esencial que la hace partícipe de esa conexión.

Es así como ha podido decirse que el uso de los términos límites y fronteras es muy extendido en el ámbito geopolítico, pues la frontera alude, tal como se acaba de ver, a los límites geográficos de las naciones, dentro de los cuales estas ejercen su soberanía y fuera de la cual nada pueden hacer sin que sea considerado una violación de la soberanía del país vecino.
De las que, por ahora, son fronteras cada vez más porosas
Debo comenzar por hacer referencia, a que con la palabra porosidad empleándola, como se ha hecho cada vez más frecuente, hasta el punto de decir que se ha puesto de moda para adjetivar con ella las fronteras de un país, como es el caso del nuestro, cuando la expresión adquiere una connotación especialísima.

Es que lo que viene a decirse, al así mencionarla, es que se está ante una frontera llena de agujeros. Entendiéndose a su vez por esto, el hecho que existen infinidad de modos de circular a través de ella en ambas direcciones eludiendo el control estatal, que allí está presente o debería estarlo.

Ese es en la actualidad el caso de las de nuestro país. Aunque esa afirmación, para ser honesto, cabría matizarla señalando que se trata de una situación que históricamente ha sido habitual entre nosotros, desde la época colonial, o sea desde mucho tiempo antes de lograda nuestra Independencia. Es que se debe recordar que el contrabando en el periodo hispánico, constituyó una verdadera fuente de subsistencia para nuestra incipiente y rudimentaria economía.

Ya que mediante la apelación a ese mecanismo era posible eludir el cerrojo asfixiante al cual nuestros antepasados estaban sometidos, por la entonces, su metrópoli, valiéndose del monopolio comercial impuesto por ella en el desmedro de aquellos.

Una situación que se llegó a extender durante décadas posteriores a la Independencia, sin mayor reprobación para el prestigio social de quienes lo practicaban. Algo que se hace notorio por el hecho, según se cuenta, que Artigas fue contrabandista, antes que las autoridades coloniales de Montevideo lo pusieran a sus órdenes, con el objeto de combatirlos, y que Rosas aparte de ser un próspero hacendado, encontró en el contrabando de cueros y tasajo una de sus fuentes de ingreso, aun después de contar nuestro país con gobierno propio.

Es que se debe tener en cuenta, puesto lo dicho de manifiesto como explicación (cosa que nada tiene que ver con su justificación, cuestión esta última que puede ser materia de un complejo debate, ajeno a mi propósito actual), que el contrabando no es otra cosa que una variedad de un concepto más amplio, cual es el de evasión impositiva.

Y de allí que esta haya sido hasta el presente una cuestión de permanente, o sea, de endémica actualidad, ya que es a la vez causa y efecto de que a un Estado, con sus exacciones, apenas si lo vemos detenerse al llegar a una línea, después de la cual se ingresa en el terreno de lo confiscatorio.
Cuando se asiste a una porosidad fronteriza de nuevo cuño
Debo ahora apuntar al hecho de que estamos asistiendo a una porosidad fronteriza diferente; mucho más ominosa que la clásica, atento no solo a sus características, sino sobre todo a su actual entrevista y no del todo completada naturaleza.

Es que el contrabando clásico, era cosa de personas que por lo general daban cuenta de una inclinación por ese tipo de ilícitos – tal como sucede ahora con los motochorros del conurbano- en la que no veían otra cosa que un trabajo, o dicho con sus propias palabras, como una forma de ganarse el pan.

Una circunstancia que hacía que, fuera de esas jornadas cuasi laborales, se los viera comportarse a los ojos de todos, como honestos y hasta serviciales padres de familia. Dicho así, sin dejar de reconocer que había excepciones, ya que sobre todo en determinadas zona fronterizas se asistía a la presencia de contrabandistas que eran válidamente tenidos por personajes de armas llevar.

En tanto, en el caso del nuevo tipo de mayor envergadura y de ominosas características de la actual porosidad fronteriza (que corre peligro de transformarse en algo de escandalosa naturaleza, capaz de poner en peligro nuestra sociedad en la forma que con contornos más precisos lo fuimos una vez, pero que todavía conservan algunos de sus rasgos fundamentales, aunque menguados) se hace presente en dos ámbitos diferentes.

El primero es el ámbito de nuestra frontera marítima, donde termina aquello que conocemos como mar territorial, el que con sus añadidos se extiende hasta las 200 millas náuticas de nuestras costas oceánicas.

Y el otro, es el que tiene que ver sobre todo con nuestra frontera norte, en parte frontera seca y en parte fluvial, a través de la que no solo bolivianos y paraguayos van y vienen sin cesar.

Las diferencias que se dan entre uno y otro tipo de fronteras, se encuentra en que las intrusiones que se hacen a través de ellos, son sobre todo distintas en su objetivo.

Es así como en el caso de la frontera norte el comercio de drogas y de un tiempo a esta parte, el de armas, constituyen lo principal.

Cabe considerar a esta nueva forma de aprovechamiento de la porosidad fronteriza, como la manifestación de un tipo de ilicitud de peligrosidad extrema, en cuanto de forma que se la puede ver, de una manera tantas veces sesgada, pone en peligro la salud, la moralidad y hasta la institucionalidad. Las adicciones de las que no siempre se sale y la corrupción que se extienden como manchas venenosas, son sus consecuencias más notorias, aparte de los cruces de bandas armadas en que corren peligro cierto no solo quienes intercambian balazos, sino aquellos que terminan por ser víctimas inocentes, mientras se respira una atmósfera cagada de inseguridad.

Ello a diferencia de lo que sucede en nuestro límite oceánico, en la que la actividad desplegada, cual es la de la pesca, sería legal de contar con la correspondiente habilitación por parte de nuestras autoridades estatales. Dejando de lado, claro está, el carácter depredador (se asiste a un agotamiento de nuestros recursos pesqueros) de quienes actúan aprovechando lo que evidentemente es más que una porosidad.

Existe otra característica en ese menosprecio temerario, con el que parecen volverse invisibles nuestras fronteras, que tiene una característica común, cual es la de ser una invasión que tiene mucho de ocupación y hasta de apropiación territorial, en la que se hacen presentes dos variantes, en los casos señalados.

Es que en el caso de nuestra frontera marítima, se da el caso de una invasión de naturaleza no permanente que por lo mismo que es así, consiste en un permanente entrar y salir permanente, en lo que se muestra una suerte de juego del gato y el ratón, en la que nuestras fuerzas de vigilancia de frontera hacen el papel de un gato con en apariencia con pocas ganas de su jugar, dado que se presencia se hace a las cansadas, mientras que el ratón, a juzgar por la existencia de ciudades flotantes y móviles que a veces se conforman en nuestro mar; más que un roedor de este tipo, da la impresión de haberse transformado en elefante.

En el caso de las drogas y de armas sofisticadas, el comercio, sobre todo de la primera de ellas, fue el que se anticipó aprovechando a la porosidad de nuestras fronteras terrestres. De manera de permitir, primero que nos convirtiéramos en una vía de tránsito, para pasar luego a ser un lugar de consumo local, para convertirse en lo que aparece como un intento de invasión, con ocupación permanente de territorio, en lo que inicialmente cabria denominar como una cabecera de puente.

Ello por parte de grupos criminales, los cuales al mimetizarse a través de vinculaciones con la administración, las fuerzas de seguridad y la justicia, pudieron así lograr cerrar un primer capítulo de esta verdadera zaga. Lo que sucedió en Itatí, en el norte correntino, es un fallido intento de este tipo. Que ya cuenta con un antecedente exitoso con la instalación, con un tufillo apenas disimulado a ocupación del departamento Juan Pedro Caballero ubicado en el noreste paraguayo.

A lo que se suman los lazos existentes y cada vez más fuertes de las temibles organizaciones de hampones brasileños, como son el Primer Comando de la Capital (PCC) y el Comandado Vermelho o Bermejo, con bandas de esa zona en disputa (ya que no podemos hablar de zona liberada) cual es Rosario y localidades aledañas, con nombres en los que se entrecruzan los de las familias del tipo de las napolitanas, con las designadas con el nombre de animales selváticos.

Es de ese terreno ya abonado, al que ahora llegan drogas desde el Paraguay, y que desde allí y en esa dirección se van armamento pesado. El cual, resulta adquirido en el exterior, cuando no es producto de incursiones por ahora aisladas en retenes castrenses.
El nivel actual de la porosidad de nuestras fronteras representa una amenaza contra nuestra soberanía en gran medida auto maltratada
Vuelvo a hacer referencia – sin una connotación de cualquier tipo que no sea el señalamiento de hechos- a una nota anterior, en la que utilizando el caso Vicentin, hacía referencia a las múltiples soberanías fragmentadas, que invocamos con indigesta frecuencia, fruto de la decadencia de un Estado al que le es cada vez menos posible hacer valer su soberanía, especialmente territorial, soberanía única, ya que no cabe concebirla, de otra manera y por consiguiente es incompatible con su desmembramiento en un sinnúmero de partes.

Pero entretenidos en hacer esos malabares de palabras en el que circulan la soberanía alimentaria, junto a la energética, o la de nuestros cielos, o la económica y financiera, la sanitaria y hasta la deportiva, dejando de lado tantas más, que me rehuyo esforzarme en recordarlas.

El hecho es que nuestro espacio aéreo está completamente libre para aviones que aterrizan y despegan de un sinnúmero de campos de aviación clandestinos y la mayor parte de ellas precarios (sin olvidar el caso más sofisticado en el que son los aviones de línea los utilizados para las trapisondas).

Que lo mismo sucede en nuestro mar territorial, donde los cardúmenes de peces allí existentes son saqueadas hasta el peligro de la desaparición de las especies por flotillas de pequeros extranjeros a los que puede verse conformar precarias y a la vez provisoria ciudades flotantes, mientras que existen denuncias acerca de pesqueros chinos que atraviesan el Estrecho de Magallanes de ida, de vuelta, o de ida y vuelta, a los que se los ha sorprendido por observadores no oficiales moverse por el mismo como si nada.

De la soberanía económica financiera mejor ni hablar, y en cuanto a la alimentaria, vemos al propio Estado soberano ensañado para que la perdamos, con muchas de sus medidas y por su pasividad contra los degolladores de silo bolsas y cuatreros. En tanto, demás está decir que no es cosa de hoy el hecho que el Estado ha perdido el monopolio de la fuerza, y, con ella, la expresión mayúscula de una soberanía única.

Empleando una figura, que resulta posiblemente inapropiada pero que suena hasta benevolente, cabría que se diga que nuestra soberanía marcha al garete. Sin que sea mi intención ni buscar ni señalar culpables de que ello ocurra, ya que el que así suceda es en la mayor parte consecuencia de una responsabilidad que, si no todos, al menos una mayoría de nosotros dejamos de asumir.

Pero, de cualquier manera, hasta que consigamos rectificar el rumbo y afianzarlo, sería lo prudente abstenernos de utilizar la palabra soberanía a troche y moche.
Fuente: El Entre Ríos

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