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La Cámara de Diputados recuperó el brillo que supo tener hace décadas cuando este martes oficialistas y opositores protagonizaron un debate sin desperdicios en el que el glifosato fue lo de menos. La discusión, que tuvo como espectadores ajenos y descolocados a los ambientalistas, desnudó las internas del oficialismo y exhibió, casi sin vergüenza, que a la hora de recuperar protagonismos, cualquier tema viene bien.

Los movimientos ambientalistas, más ocupados en su propia lucha que en decodificar cuán funcionales pueden resultar a las ajenas, vitorearon como una conquista el rechazo a una ley que , aún perfectible, quedó rechazada de plano, sin más ni más.

El proyecto, sancionado por unanimidad en el Senado e impulsado por el peronista y concordiense a Ángel Giano, tenía, quizás imperfecciones salvables como la totalidad de las propuestas, porque de eso se trata legislar: De alcanzar la mejor ley que garantice el bienestar general.

Sin embargo y contra todo reglamento y práctica legislativa, el peronismo reservó, con tratamiento preferencial, con o sin despacho de comisión, el proyecto de ley con la sola intensión de archivarlo, lo que es al menos, llamativo.

Palcos repletos, banderas, pancartas y el absoluto desconocimiento de la técnica legislativa como de las disputas internas fueron el escenario de un debate en el que hubo una memoria de corto plazo del oficialismo y casi ninguna del presidente de la Cámara, Sergio Urribarri que durante su mandato como gobernador no hizo ningún esfuerzo para alcanzar la sanicón del Código ambiental que pide la Constitución entrerriana y mucho menos de avanzar con el que dejó redactado el diputado con mandato cumplido, y también peronista, Jorge Kerz.

Los ambientalistas, también sospechosamente, libran a brazo partido una cruzada contra el glifosato pero hacen la vista gorda con los efluentes cloacales e industriales que pudren las costas entrerrianas, los basurales, y la ausencia por más de un año de autoridades provinciales en Medio ambiente. La distracción es tal, que tampoco han reaccionado los ambientalistas, que tienen como una suerte de idea fija los agroquímicos, a la polución ambiental que provocan los automóviles, que, con un mismo criterio, y para salvar la vida de muchos, podrían prohibirse. Estadísticamente, la cantidad de muertes por accidentes viales, merecería una mirada del Estado.

Absolutamente a favor del cuidado del medio ambiente y del desarrollo sustentable, es necesario decir que la consigna contra el glifosato es al menos anacrónica, porque el fitosanitario que tanta fama ha adquirido en los últimos tiempos, ha sido ampliamente superado por otras sustancias, incluso por algunas que son de uso doméstico.

La polémica en el tema carece hasta ahora de fundamentos científicos pero lo que es más preocupante aún es que el Ministerio de Salud de la provincia, como la Secretaria de Producción no han opinado sobre una cuestión que , a la vista de las organizaciones ambientalistas, es mortal.

Al margen de estos detalles interesantes, por cierto, la sesión del martes resultó una foto de la pasión. Algunos, porque querían frenar una ley a cualquier costo y otros, porque cualquier discusión los deja bien. La confusión en torno a la abstención o el archivo del proyecto ayudó para que la oposición naufrague en la votación, pero a la hora de los argumentos fueron ellos los que pudieron sostener más verdades contra mentiras.

Las décadas pasadas le dieron a los Estados provincial y nacional las mieles de la soja que, a precios internacionales inmejorables, derramó ingresos que nunca llegaron a quienes más los necesitaban.

El “yuyo” como llamó la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner a la soja, fue uno de los aportes más importantes en términos económicos de su gestión, que fue además, la que impulsó el modelo sojero, que se diversificó a partir de diciembre de 2015 cuando el gobierno actual modificó ese esquema impositivo.

En medio de la arenga ambientalista lo que quedó sin contestar es cómo se sigue ahora y de aquí para adelante. La vuelta a fojas cero del debate agroquímicos, recuperó vigencia la ley de los 80 que fija criterios de control de aplicación que es, nada más y nada menos, la pata que más falla a la hora de la fumigación. “Un auto y dos hombres para el control de 7 millones de hectáreas” dijo el macrista Esteban Vitor al mostrar la imposibilidad de acción del Estado que tiene bajo su órbita el poder de contralor. Y sobre esa ecuación, que es de fondo, aún no hay respuestas.
Fuente: El Entre Ríos

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