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Por Soledad Arréguez Manozzo (*)
Especial para El Entre Ríos



Estallidos de bombas, aviones que vuelan a baja altura, tanques que avanzan por las rutas ucranianas, edificios que quedan en ruinas, familias que escapan de los ataques. Estas escenas de la invasión rusa a Ucrania nos llegan por medio de las múltiples pantallas de un mundo hiperconectado. Por primera vez, asistimos como espectadores-testigos de un conflicto de alcance mundial a través de los medios sociales, sin cortes, en vivo.
Imágenes sin contexto
Si bien ya existían los medios interactivos durante la invasión a Irak o Afganistán, las plataformas sociales no tuvieron el rol predominante que poseen ahora para mostrarnos el horror de la guerra desde el lugar del combate. Cualquier persona con un dispositivo móvil y conexión a Internet puede reportar desde el lugar de los hechos, antes sólo reservado para los corresponsales de guerra y los profesionales de los medios. Esto implica que ya no hay filtros o edición por parte de las empresas mediáticas, accedemos al crudo, asistimos al acontecimiento, sin explicaciones ni contexto de los periodistas.
Edición algorítmica
Mejor dicho: el material ahora nos llega filtrado por el algoritmo de las redes sociales. A diferencia de otros enfrentamientos bélicos, ahora no hay una intermediación profesional, los usuarios accedemos de forma directa a las diversas fuentes de información, y muchas veces, sin poder comprobar la veracidad de los datos. En este contexto, abunda además el combate por la información, por lograr la adhesión de las masas, con campañas de noticias falsas, creadas de ambos lados, donde abundan los contenidos engañosos, manipulados y descontextualizados. La desinformación se viraliza en las redes sociales mucho más rápido que las noticias verdaderas.
El arma de la desinformación
De acuerdo con investigaciones del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), la falsedad se difunde significativamente más lejos, más rápido y más ampliamente que la verdad. La tarea de los periodistas y de las organizaciones que verifican información es titánica y a contrarreloj. Y cada vez nos convencemos más que, como impulsamos desde Proyecto Desconfío, la alfabetización informacional debe ser una misión de la educación desde edades tempranas.

En medio de denuncias cruzadas por campañas de desinformación, cadenas de noticias como la BBC, RAI, CNN y Bloomberg, entre otros medios, suspendieron su cobertura desde Rusia, tras una nueva normativa sobre la difusión de noticias falsas. En las últimas horas, TikTok anunció la suspensión de las emisiones en directo y la publicación de nuevos contenidos en el territorio ruso. Las empresas tecnológicas Facebook y YouTube, por su parte, bloquearon en Europa los contenidos de la cadena rusa RT y de Sputnik.
La guerra por TikTok
Si la Primavera Árabe fue narrada en Twitter y Facebook, ahora llegó el turno de TikTok, una de las aplicaciones de más rápido crecimiento en todo el mundo. En el segundo trimestre de 2021 logró aproximadamente 205 millones de descargas, según el portal de estadísticas Statista. Y hoy es la sexta red más popular con mil millones de usuarios alrededor del mundo, señala el informe Digital 2022. La red es un éxito entre las audiencias más jóvenes –en particular, menores de 30 años– quienes se suman a los retos virales, coreografías, filtros y pistas de audio.

La aplicación de origen chino permite a los usuarios fácilmente crear, editar y compartir videoclips de corta duración. Los materiales se pueden descargar y usar en otras aplicaciones, por lo que los tiktoks han inundado las pantallas de televisión y los perfiles de otras redes sociales. Los videos, con emotividad extrema y opiniones, se vuelven virales. Estos clips son los que dan la pauta tanto a periodistas como a la ciudadanía sobre lo que sucede en los distintos puntos de Ucrania mientras la ofensiva rusa avanza. Tenemos la oportunidad de conocer las historias de soldados y habitantes que, cuando la conectividad lo permite, graban videos, mandan audios por WhatsApp o postean en sus perfiles sociales. A esta guerra no sólo la cuentan los medios de comunicación sino cada una de las personas que alzan su voz por medio de Internet.


(*) La autora es periodista, investigadora especializada en desinformación y coordina el área de Educación de Proyecto Desconfío (www.desconfio.org)

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