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Mucho se habló por estos días de la misa por paz, pan y trabajo que encabezó o el obispo de Mercedes-Lujan Agustín Radrizzani el sábado pasado. Desde la primera fila lo escuchaban atentos los Moyano, Hugo y Pablo, muchos de los referentes de la CGT, varios dirigentes peronistas de la provincia de Buenos Aires, como Scioli o Espinoza, varios referentes K, sobre todo intendentes del conurbano, y algunos más difíciles de etiquetar como Guillermo Moreno o Julián Domínguez.

Casi un mitin político, no fue otra cosa que un acto hecho y derecho de desagravio a las figuras del padre e hijo camioneros, quienes hoy se encuentran bajo el cercano escrutinio de la justica y con múltiples causas abiertas. Esta escena se sumó así a otras como la de unos días antes donde otro pastor del conurbano, Jorge Lugones -obispo de Lomas de Zamora y conductor de la Pastoral Social-, recibiera a los mismos dos personajes. Mientras Radrizzani es conocido por haberle dado antaño cobijo en los días de Tedeum a los Kirchner, cuando en realidad les tocaba visitar a Bergoglio, a Lugones se lo conoce por sus frondosos contactos con peronistas como Eduardo Duhalde y por ser el tío de los hermanos Bruera de La Plata, uno de los cuales fue intendente de esa ciudad durante la gestión de Daniel Scioli.

Desde el día de la misa a esta parte los interrogantes se han multiplicado, que si Francisco sabía y apañaba o apaña a estos referentes, -al que se le podría sumar el obispo Víctor Fernández, recientemente nombrado obispo de La Plata por el Papa-, y si representan o no la cabal opinión de la Iglesia. Es que tamaña toma de partido, una alineación innecesaria con lo más oscuro, cuestionado y vilipendiado del sindicalismo y del peronismo provincial, ha hecho que muchos nos hiciéramos la pregunta de si estas manifestaciones corresponden a la Iglesia como institución o son solo expresiones personales o en todo caso de un grupo, tal vez no menor, pero un grupo al fin.

Esa pregunta no ha tenido por ahora una respuesta cabal y contundente. Se dice de gente enojada con lo sucedido dentro la jerarquía eclesiástica que no representan la opinión de la mayoría, pero sin dudas han logrado que sus opiniones y posiciones sean percibidas como las de toda la Iglesia por el grueso de la opinión pública. Si esta no es la agenda de la Iglesia, la verdad es que todavía no termina de notarse.

Más allá de cual se la verdadera posición de la Iglesia y del Papa, no deja de sorprender que haya sacerdotes y obispos que consideren conducente o edificante que se los identifique con la gente que es culpable -y con todas las letras- de que el conurbano bonaerense sea el lugar más pobre, triste y postrado de toda la Argentina. La misma gente que escuchaba a Radrizzani el sábado es la que ha manejado los destinos del conurbano durante los pasado treinta años, y el único resultado para mostrar es un gran aumento de la pobreza, la miseria, y por supuesto el clientelismo político. Son ellos los que fomentaron y fogonearon sin descanso esa gran fábrica de pobres, una formidable plataforma electoral -que a cambio de prebendas continuas y falsas promesas- les ha permitido ganar elecciones consecutivas desde el retorno a la democracia. Por lo menos hasta ahora.

Es entendible la preocupación de Francisco y su Iglesia por esta zona neurálgica dentro del mapa geopolítico argentino. Allí viven casi uno de cada tres argentinos y una inmensa cantidad en una situación delicada. Y es ahí donde se registra también el crecimiento más fuerte de su competencia, los evangélicos, cada vez más influyentes en toda esa área. Empeñada en no perder posiciones, la Iglesia parce haber adoptado, en la figura de algunos sacerdotes y obispos, una posición agresiva y de confrontación, en particular con el gobierno de Mauricio Macri. El distanciamiento con la administración de Cambiemos se volvió más evidente a partir del momento en que habilitaron el debate por el aborto, pero en realidad parece haber también un trasfondo ideológico, con referentes de la Iglesia que no parecen estar cómodos con la fórmula que tiene el actual gobierno para combatir la pobreza.

Queda claro que el peronismo en los 30 años precedentes no hizo prácticamente nada para combatir el fenómeno. En definitiva un fracaso total, pero su discurso - hueco y vacío si uno se remite a los hechos- parece que despierta adhesiones entre ciertas figuras de la Iglesia, algunas de las cuales llegaron a sus posiciones de poder a partir de la llegada de Francisco a Roma. No se pretende con esto insinuar que el Papa es responsable directo de los gestos de días recientes -seguramente tiene cosas mucho más importantes de que ocuparse-, pero indudablemente no parece molestarle el hecho de que le adjudique algún grado de proximidad con todo este grupo.

En el punto en que estamos, la Iglesia Católica debería estar preocupada, por lo menos aquellos que representan una versión más moderada y conciliadora y que ojalá sea la mayoría. Confrontar porque si y sin ofrecer caminos alternativos o propuestas superadoras mientras apoya a gente que tiene antecedentes de hampones y mafiosos no debería llevarla muy lejos en la consideración de la gran mayoría de los fieles. La feligresía quiere una Iglesia que tienda puentes, construya caminos, y colabore para que quiénes llevan las riendas de la República, a partir de la legitimidad que le da la voluntad popular mediante el voto, puedan ofrecernos a todos las soluciones que estamos necesitando. Con aliados como los Moyano no parece que vayan a lograrlo.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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