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El censo 2022 detectó una caída de la natalidad
El censo 2022 detectó una caída de la natalidad
El censo 2022 detectó una caída de la natalidad
Traer hijos al mundo puede ser interpretado como un signo de esperanza. Las personas invierten tiempo y dinero en sus hijos, con el fin de que se desarrollen en plenitud, y los superen en habilidades y desarrollo socioeconómico. Como el conocimiento científico está en permanente evolución, esa secuencia de hijos que superan a sus padres parecería ser bastante lógica y la esperanza de los padres ser bastante racional.

Dos noticias recientes, a primera vista inconexas, pero que en el fondo podrían tener una relación de causa y efecto, pintan un panorama que conspira contra esta lógica y contra esta esperanza.

Por un lado, se publicaron los datos definitivos del Censo Nacional de 2022. Entre la multitud de indicadores se destaca, tanto por sus implicancias sobre el futuro del sistema previsional como por su capacidad reveladora del desánimo en la sociedad: la evolución de la estructura poblacional por grupos etarios. En muy pocas décadas, la pirámide demográfica argentina pasó de tener una base ancha y una punta angosta, propia de los países en desarrollo, a tener una estructura muy pareja entre todos los rangos etarios, más propia de los países desarrollados. En el Censo de 2022, la tendencia se agravó, según lo manifiesta la brutal caída en la población de entre 0 y 5 años.

Textualmente, la publicación dice que “La pirámide es de base angosta y cúspide ensanchada, dado el descenso de la natalidad y de la mortalidad.” El foco de la prensa se ha enfocado en el riesgo que entraña el cambio en la forma de la pirámide para el sistema previsional. Es cierto que esto es un problema, pero lo será visible en el futuro. En el presente, el dato estricto es que las personas tienen cada vez menos hijos, y que la población crece muy por debajo de lo que sería natural para un país en desarrollo. ¿No habrá que interpretar este indicador como un signo de desánimo?

Por otro lado, esta misma semana se publicaron los datos de las pruebas PISA 2023. Los estudiantes argentinos mantuvieron su desempeño respecto de la evaluación anterior, pero esto no es un logro si significa que 73% no logra las habilidades matemáticas básicas, 55% las de lectura y 54% las de ciencia. Argentina, en otro tiempo el faro de la región en materia de capital humano, está en 2023 en el octavo puesto de América Latina, y en el puesto 66 a nivel global.

El sector público argentino gasta casi 6 puntos del PBI en educación, más que los primeros cinco países de América Latina que mejor calificaron en la evaluación PISA. Gastamos mucho, pero no hay dudas de que lo gastamos mal. Cualquiera que pise un aula como oyente, ayudante, maestro o profesor descubrirá la falta de interés de alumnos y maestros, el poco respeto a la autoridad, y los consecuentemente pobres resultados académicos. Los alumnos pasan de grado no por su nivel absoluto de conocimiento, sino porque la vara del promedio está bajísima. ¿No estarán estos resultados relacionados, también, con la caída de los nacimientos? Si perdemos la esperanza de que nuestros hijos vayan a ser mejores que nosotros, perdemos un incentivo importante para tenerlos.

Desde hace años, las encuestas cualitativas detectan un enorme desánimo en la población. Es algo que ni los políticos, ni los analistas, ni los medios de comunicación tradicionales supieron ponderar bien en la elección presidencial de 2023. Si faltaba un número para cuantificar el desánimo que captaban las encuestas cualitativas, el Censo de 2022 lo sirvió en bandeja: cayeron de manera brutal los nacimientos.

Hoy arranca el tiempo de Javier Milei, la novedad que la ciudadanía eligió para salir de la trampa de la “gobernabilidad”, entendida como la construcción de poder político y territorial a cualquier costo. Esas formas de la “gobernabilidad” se robaron la esperanza de la gente. Por eso, 56% de los argentinos las rechazó. Los expertos no entendieron la campaña, ni los resultados, ni que la gente sólo quiere recuperar su derecho a tener esperanza, y a buscarla allí donde todavía no fue decepcionada.
Fuente: El Entre Ríos

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