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La misma cautela que siempre se debería tener cuando existe enojo y no se lo calla con cualquiera

En un discurso reciente ante los miembros de la Asociación Internacional de Derecho Penal, a los que recibió en el Vaticano, el papa Francisco dio su visión sobre una serie de cuestiones.

Fue así como de una manera tangencial se ocupó de poner de manifiesto su posición crítica acerca del rostro actual del capitalismo y de los peligros que representa para el tipo de sociedad que el mismo moldea. Además de ello hizo otra larga y contundente referencia a los alcances del “poder punitivo del estado”, en la parte focal de su exposición, circunstancia esta última que se explica si se tiene en cuenta la formación y especialidad de los partícipes de la audiencia.

Debe, en tanto y en lo que tiene que ver con esa presentación suya, algo que sí puede carecer de importancia para los no católicos que tienen el derecho, de cuando más, limitarse a escuchar sus palabras como las de alguien al que se reconoce “sabiduría” y provoca la sobrevaloración respetuosa que despiertan todos aquellos a los que se tiene por sabios y a la vez como “hombres de fe probada”; no es el caso de los católicos que tienen el papa como “infalible”, cuando habla ex cathedra, acerca de un “dogma de fe”; es decir que pone de manifiesto algo que en el lenguaje teológico se tiene por una “verdad revelada”. Dado lo cual, debe remarcarse que no es ese el caso del contenido de las palabras de Francisco – para los integrantes de la grey católica- a la que nos venimos refiriendo, sobre todo si se tiene en cuenta que, como se ha visto, no es infalible la persona del Papa sino sólo algunos actos de su ministerio.

Yendo al contenido de sus palabras, deben todas ellas escucharse sin embargo con atención, ya que, si se pueden encontrar en ellas posturas opinables y por ende se puede no coincidir con ellas, lo son sobre todo no por lo que dicen, sino por lo que callan.

Así, en materia socio económica existe una larga tradición eclesial crítica respecto a aspectos del capitalismo, que se ponen de manifiesto en la Doctrina Social de la Iglesia, la que da pie para interpretaciones diversas, pero que ni aun en el caso de las posturas que cabe considerar como las más radicales, no vienen a proponer un modelo alternativo – como es el caso del comunismo leninismo/estalinismo o el titoismo yugoeslavo de una economía auto gestionada- de comprobada eficacia.

En lo que respecta a sus reflexiones vinculadas con la forma en que es ejercido actualmente “el poder punitivo” del Estado, encontramos a las mismas razonables, pero faltas de prudencia por la oportunidad en que se las pronuncia dentro del contexto de la actual situación latinoamericana. Es más, se nos ocurre y dicho ello con el mayor de los respetos, que si se hacía necesario eludir la referencia a algunas situaciones escandalosas que se han dado en nuestro subcontinente, lo preferible hubiera sido no decir nada.

Todo ello porque ese decir a medias –que es lo mismo que callar a medias- cabe considerar que no condice con el Magisterio de la Iglesia, y de ese modo viene a convertirse en un elemento de división más, que en este caso es de los tantos que se dan en la actualidad en nuestras sociedades; y que precisamente en el caso que nos ocupa se ha traducido en una división larvada de su feligresía. Todo esto dicho dejando a salvo la existencia de circunstancias por nosotros desconocidas, que llevan a Francisco a actuar de ese modo, a pesar de ser conscientes de los riesgos que ese proceder conlleva.

Un signo de presencia de esa amenaza la tenemos en recientes manifestaciones de un alto funcionario del gobierno nacional, más precisamente del secretario de Fortalecimiento Institucional de la Jefatura de Gabinete, al que se le escuchó decir "Yo soy muy crítico con mi Iglesia católica, porque en realidad cuando gobernaba el kirchnerismo había pobreza y se afanaban todo, se callaban la boca, y a mí no me gusta eso".

Quiere ello decir que, de asistirse a una falta de oportunidad en las palabras papales, se asiste a una reacción sobre la que hay que alertar, para que no crezca el número de imitadores, por parte de quien llama a “la Católica” como su Iglesia, en lo que es una manifestación del “enojo” contra ella, que puede hacerse presente aun en quienes no la consideran como “su” Iglesia”. Ya que esa postura pontifical, nada tiene que ver con el dogma, ni es por ello susceptible de provocar ni un cisma ni que una “oveja se aparte del rebaño”. Con lo que viene a resultar improcedente que alguien se manifieste “enojado” con la Iglesia, como forma de expresar una legítima discrepancia en un caso como el que nos ocupa.

Sobre todo, si se tiene en cuenta que tal como lo explica un reconocido analista político, la postura papal en la materia es consecuente con una larga predicación suya sobre el tema. Algo que el nombrado explica señalando que el momento más álgido en la materia fue “en 2014, cuando se paró frente al gobierno de Cristina por haber retirado el proyecto de Código Penal que habían redactado, entre otros, Raúl Zaffaroni, Federico Pinedo, León Arslanian y Ricardo Gil Lavedra. Frenó una campaña a favor de penas duras, que encabezó el entonces opositor Sergio Massa, que hoy está en el nuevo gobierno. No bastó la ayuda que tuvo de Raúl Zaffaroni ni de Roberto Carlés para convencer a Cristina de enviar el proyecto. La entonces presidente arrugó por presión de Massa, y volvió a contrariarlo a Francisco, a quien Néstor había calificado como “jefe de la oposición política a su gobierno.”

De allí que creamos necesario ser cautelosos al momento de “enojarse” –de ser ese el nombre correcto, y que no lo es para expresar el disgusto provocado por cualquiera de sus pastores- con la Iglesia Católica, dando muestras de la misma cautela que siempre se debería tener cuando existe enojo y no se lo calla con cualquiera. A lo que añadiríamos, otorgar siempre al Papa por lo menos el beneficio de la duda respecto a sus intenciones. Siendo a la vez medido, como se debe ser en todo caso y ante cualquiera, al momento de expresar su discrepancia que debe siempre referirse a sus dichos, como también aquí en todos los casos se debe cuidar de no desmerecer a las personas.

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