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Lejos de enfocarnos en los modelos de país que dicen estar en juego, en esta nota nos acercamos al impacto del fenómeno de la polarización política y su afectación a la democracia. ¿Por qué las elecciones se polarizan? ¿Es casualidad que los procesos electorales de diferentes países sigan el mismo comportamiento? ¿Cómo afecta al debate de ideas este contexto?
La reducción de las opciones
Sí. Otra vez hay que ir a votar. Será este domingo 11 de agosto en las elecciones Primarias y Obligatorias conocidas como PASO. Pero esta vez la polarización electoral se lleva toda la atención. Parece cuestión de decidir solamente entre dos sectores, cuando las listas en pugna son 10 en realidad. Como acaba de publicar Robert Talisse, “Tal vez a los hechos no les importan tus sentimientos, pero la polarización política se trata de sentimientos, no de hechos”. Y esto es lo que afecta a la democracia.

Lo que en Argentina conocemos como “La grieta” es la expresión de un fenómeno mucho más frecuente de lo que algunos imaginan: la polarización política, que acapara toda la atención electoral. Es un efecto directo de las matrices de configuración de los gigantes tecnológicos como Facebook, Google, Amazon y más actores digitales.

El efecto de los algoritmos de selección de contenidos que utilizan estas plataformas generan, de manera imperceptible, burbujas que nos encierran en mundos cada vez más homogéneos en los que vemos “mucho de lo que nos gusta” y cada vez menos de lo que no coincide con nuestra perspectiva.

¿Te detuviste a pensar por qué ves sólo los contenidos de 30 o 40 de tus amigos de Facebook cuando en realidad tienes más de 500 amigos? Los algoritmos han hecho su trabajo silencioso y te han quitado de la vista aquellos posts y contenidos que las plataformas consideran poco relevantes para tu vida. Así de simple, pero así de grave. Alguien decide por nosotros qué vemos y qué queda oculto. Sin preguntarnos si nos parece bien.
El mecanismo
Hace algunos meses, una de mis estudiantes de la Cátedra de Opinión Pública de la Universidad de Concepción del Uruguay publicaba en estas páginas un artículo basado en su trabajo final que contaba con detalle cómo funciona este mecanismo. Julieta Torrillas Pizzorno describía que, en su rol de “nuevos mediadores” de la realidad, “los algoritmos se nutren de data alojada en millones de servidores para ofrecernos una experiencia de navegación “inteligente”. Predicen el comportamiento de cada usuario, y diseñan nuestra ruta de navegación antes de hacer click en el botón “buscar”. Este hecho se conoce como filtros de información o burbujas de filtro. Cada vez más, son los algoritmos que eligen lo que “nos gusta” y los que evitan el encuentro con aquello que es diferente e inesperado. De esta manera eliminan nuestra posibilidad de construir un criterio amplio, propio e inclusivo de diferentes puntos de vista que nos permita tomar decisiones informadas. El efecto de estas burbujas es la polarización.
Entender la polarización
La polarización surge del hecho de la mediación de los algoritmos que operan en las plataformas digitales, ocultando lo que no nos gusta o está en desacuerdo con nuestra manera de pensar o ver el mundo y exponiendo todo el tiempo sólo aquel contenido que suele coincidir con nuestras preferencias.

El nuevo libro de Robert Talisse, próximo a publicarse, dirá que hay tres formas de medir la polarización política. En primer lugar hay que entender que el concepto de polarización refiere a la distancia política que separa a los partidarios de un modelo o idea. “Pero esta idea intuitiva no es tan simple, ya que los politólogos tienen al menos tres formas de medir la distancia política”. Una de esas mediciones se centra en “las emociones de los ciudadanos comunes que se identifican con una idea o partido político”, explica el investigador. Y mientras la investigación sugiere que los votantes se acercan en temas transversales como el aborto o los derechos de los homosexuales, no obstante muchos ciudadanos creen que sus divisiones políticas son especialmente pronunciadas. En otras palabras, refiere Talisse, “aunque los ciudadanos están menos divididos en relación a las ideas sobre la solución de ciertos problemas, perciben que ambos “bandos” están profundamente en desacuerdo”.
La brecha digital
El fenómeno de la polarización política es alimentado por las lógicas digitales. Hace ya 10 años que Eli Pariser advertía a los dueños de Google, Facebook y Yahoo que los usuarios necesitábamos tener pleno control sobre los criterios de selección de contenidos y no dejar todo en manos de los algoritmos.

Sin embargo, eso no ha pasado y los datos privados de los usuarios se han explotado electoralmente para profundizar las divisiones y sacar algún réditode esa práctica. El escándalo de Cambridge Analytica con el Brexit y la elección de Trump en EEUU dan muestra de ello, ahora que el documental de Netflix “Nada es privado” ha popularizado el caso.

Y la política argentina no está exenta de este proceso que se acelera a escala mundial. Es igualmente cierto que el efecto que generan los algoritmos nos quitó el hábito de debatir, de escuchar opiniones diferentes, y principalmente, ha instalado con fuerza la intolerancia.

¿Cuántos de ustedes se han autolimitado de opinar en redes sociales cuando el entorno es “adverso”? ¿Cuántos han sido víctimas de la intolerancia al disenso cuando se han animado a verter una opinión contraria a lo que marca la corriente de opinión en un momento dado? La consecuencia está a la vista: encerrarnos cada vez más en nuestras burbujas, tomando distancia de aquellas formas de percibir el mundo que no coinciden con nuestra mirada. Eso provoca que hoy haya ciudadanos que ya no miran TN porque no coinciden con sus análisis o, al contrario, que ya no miran C5N por esa misma razón.

Y la que pierde es la democracia, la pluralidad de ideas, el enriquecimiento del debate que queda reducido a la lógica digital del “Me gusta” / “Me enoja” como si la realidad política de un país pudiera construirse bajo esos parámetros.
Una luz al final del túnel
¿Cómo salir de este laberinto? Varios especialistas consideran que llegará una nueva oleada en que el criterio humano vuelva a tomar el control por sobre los algoritmos. MIentras tanto, una variada dieta informativa que apueste al periodismo de calidad parece ser uno de los pocos antídotos disponibles. ¿Y dónde hay buen periodismo? Disperso por todos lados: en diarios digitales del interior, en periodistas internacionales, en algunas plumas de La Nación pero también de Página 12, en algunos informes de TN o de C5N. Sólo se trata de no repetir a diario la misma receta informativa y saber que los algoritmos están al acecho, a la espera de encerrarnos en nuestro mundo donde la polarización es la forma natural de estar en el territorio digital. Porque de lo que se trata es de hechos, no de sentimientos.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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