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Frente a cualquier gobierno, en quienes son los gobernados -lo que muchas veces es una manera de decir que alude a sufrientes y maltratados- existe una gradación en la actitud que muestran, o que callan respecto al gobierno pero la tienen aunque se la reservan, que va desde una identificación fanática hasta un rechazo también irracional.

A la vez, en paralelo a esa gradación, existe otra que tiene que ver no ya con las convicciones, sino con la manera en que se exteriorizan posturas, que inclusive pueden entrar en contradicción con íntimas maneras de pensar. Es aquí cuando puede hablarse de “reservas mentales”.

Dicho todo esto, haciendo la salvedad que tanto se puede dar la coincidencia entre las íntimas convicciones con su exteriorización, como que exista una contradicción entre lo uno y lo otro.

De ceñirnos a este último caso, prestando atención tan solo a la exteriorización, haciendo abstracción del pensamiento íntimo de cada cual, entre los que se muestran a través de gestos y comportamientos dando cuenta de una adhesión incondicional con quienes son a la vez gobernantes y líderes, o personas con pretensión de serlo, existe un espécimen peculiar al que cabe designar -y no somos los primeros en hacerlo- “aplaudidores”.

Son aquellos seguidores de alguien, que cuando éste se dirige con palabras encendidas a ellos permanecen con su cara que da la impresión de estar hipnotizada ante la persona y las palabras de aquél, dejan caer en ocasiones lágrimas de emoción; en otros ven enrojecidos sus rostros por la furia en ellos despertada por el mensaje trasmitido, a lo que se suma, como si se estuviera ante una suerte de coro, a una interrupción metódica de aplausos generalizados, lo que ha llevado a que se los señale como “aplaudidores”. Sin que por nuestra parte -y conviene remarcarlo- respecto a esa mención, no quepa considerar que existe en esa designación ningún juicio de valor.

La crisis mundial sanitaria ha venido a impedir este tipo de reuniones, que tienen mucho de rituales, y que exigen un “cara a cara” más o menos próximo, que es lo que ha dado en llamarse “baños de multitud”.

Y a la vez, a la aparición de un nuevo espécimen que se debe tener el cuidado de no confundirlos con los “genuflexos”, entendido el término en el actual uso que mayormente se hace de él cuando se lo utiliza para aludir a los que acatan todos los mandatos y cumplen la voluntad de alguien con poder.

Se trata entonces de una posición que hace recordar a aquéllos que afirman que sus posturas políticas son inalterables “porque los gobiernos -dicen o dan a entender- pueden cambiar, pero no es ese mi caso, porque permaneceré ‘oficialista’ hasta la muerte…” Es decir que no se arrodillan ante nadie -por no decir que se arrodillan ante todos-, sino que siempre permanecen incólumes y circunspectos ante el gobierno de turno, sea cual sea su color.

Y esa nueva categoría de personas, que como se verá puede incluir incluso a altos funcionarios, de entrada nomás, corresponde remarcar que no se los puede confundir con los genuflexos, aunque se podría llegar a tener la impresión equivocada de que lo son.

Se trata de los que hemos visto -no pretendemos ser originales- describir como “agachados” -entre los que, es bueno reconocer, se puede haber colado uno o algunos genuflexos-, ya que vendrían a ser aquellos a los que según una expresión que fue campera, “son los que se los ve desensillar hasta que aclare”, es decir dejando pasar la tromba por encima de ellos, mientras “salvan la ropa”.

Y ese, se nos ocurre que es el sayo que corresponde aplicarle a 18 de los 19 gobernadores -no así a Kicillof, que no es el “pato de la boda”, sino el que se comió el pato entero, sin dejar a los otros 18 comensales ni siquiera la carcasa ósea del gallináceo- después que se ha sabido de una declaración firmada por todos ellos, por la que ajustadamente, según lo explica una crónica periodística, expresaron su apoyo a la medida anunciada por el presidente Alberto Fernández “para empezar a corregir los desequilibrios de un país concentrado”. Se trata de la creación de un Fondo de Fortalecimiento Fiscal para la provincia de Buenos Aires, que se conformará con un punto de coparticipación federal que se le asigna a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

En tanto, lo medular de la declaración es lo que sigue:

• “Las y los gobernadores respaldamos la medida anunciada por el presidente Alberto Fernández para empezar a corregir los desequilibrios de un país concentrado. Necesitamos reabrir el diálogo sobre la distribución de recursos para evitar cualquier tipo de favoritismo en distribución de fondos o proyectos”.
• Nuestra Constitución, en el artículo 75º, establece que el reparto de la renta federal se debe realizar de manera “equitativa y solidaria”, otorgando “prioridad al logro de un grado equivalente de desarrollo, calidad de vida e igualdad de oportunidades en todo el territorio nacional”.
• La situación económica y social requiere un diálogo sincero de todos los sectores para buscar soluciones. El esfuerzo debe ser equitativo. No podemos seguir pidiendo y cargando a los que poco o nada tienen.

Luego de lo cual, se concluye señalando: “Entendemos que este es un paso importante para retomar el debate en torno a la coparticipación para recuperar el espíritu que establece nuestra Constitución. Así los argentinos y argentinas tendremos los mismos derechos y oportunidades para realizar nuestros sueños y proyectos en el rincón de la Patria donde nacimos o donde elegimos para nosotros y nuestra familia”.

Por nuestra parte, consideramos que todo lo manifestado -en lo que en líneas generales no se puede disentir- nada tiene que ver con lo acontecido y que ha dado pie a ese “agache”, exhibido bajo la forma de una “manifestación de solidaridad”.

Ya que dicho de una manera escueta, no se acierta a comprender qué tiene que ver la decisión por la cual se priva de fondos al gobierno porteño, para dárselos en forma total a la provincia de Buenos Aires, cuando a la misma ya se le habían dado, hace de esto poco tiempo, también con destino a seguridad, la friolera de 100 mil millones de pesos.

“Empezar a corregir los desequilibrios de un país concentrado”. Linda forma de hacerlo. Si hasta parece pura “cháchara”. Una “torta” de casi 50 mil millones de pesos para Buenos Aires, mientras los “agachados” se quedaron mirando.

De donde, a la declaración a la que venimos haciendo referencia le faltan todas las características del discurso, tal como las describen los especialistas del tema. Cuales son precisión, verificabilidad, estructuración. Reconocemos que en cambio no carece la declaración de “originalidad”, pero la misma es de ese tipo, de las que no dan lugar para enorgullecerse.

Todo lo cual, no quita que expresemos el reconocimiento que merece nuestro gobernador, al sumarse a la declaración, en lo que estamos convencidos él vio no otra cosa que un sacrificio en aras de mantener la precaria estabilidad institucional que nos toca vivir. Y que lleva a que lo veamos como contracara de Rodríguez Larreta.

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