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La confusa desinfección de los tribunales
La confusa desinfección de los tribunales
La confusa desinfección de los tribunales
Debe, antes de proseguir, dejar en claro que el momento de pensar, o el de opinar, o el de comportarse, nadie está obligado a someterse a los “dictados de la opinión pública”. Ya que, adaptando una locución latina a nuestra actualidad, cabe señalar que la opinión pública no es la voz de Dios. De cualquier manera, ello no quita que deba prestarse atención a esa suerte de dictados difusos y hasta nebulosos, que por lo general caracterizan a una opinión, a la que tantas veces se la observa maleable o caprichosa.

Una actitud por parte de todos, en la que el cuidado frente a la misma debe extremarse, cuando el estado de crispación colectiva al que se asiste repercute negativamente sobre aquella. Volviéndola crédula, no ya frente a falsas conspiraciones y otras fabulaciones, sino que sirve para alimentar sospechas infundadas, en las que se hace presente, en ocasiones, hasta una suspicacia desbocada.

Un primer ejemplo de que en los tiempos que corren se da este tipo de circunstancias, la encontramos en el bullicio que provocó la designación de un hijo de Sergio Masa, para cubrir con una modalidad novedosa al desarrollo en Qatar del más famoso de los campeonatos.

No sabemos si la reacción de la opinión pública ante esa designación se cobró en este caso una víctima a la que cabía considerarse inocente mientras no se demuestre lo contrario, consecuencia de ver en ella el juego de influencias indebidas, tiene un trasfondo que a aquélla la justifica. Pero de cualquier manera lo prudente hubiera sido que el ahora renunciante hubiera de entrada no más, y antes de su nombramiento, por el solo ofrecimiento, desechar sus legítimas aspiraciones para ocupar ese rol, en previsión ante una reacción, como la antedicha. Y que hubiera sido también ese el consejo de sus padres, en los cuales la omisión de hacerlo, cabría explicarlo por esa ceguera afectiva que tantas veces vienen a generar los hijos.

Mientras tanto, de lo sucedido, la enseñanza que debemos extraer no es otra que el ser “hijo de…” no es siempre un beneficio, sino que en mayor medida es una carga.

Dentro del mismo marco debemos hacer referencia a una decisión del Superior Tribunal de Justicia, por la cual éste anunció que las tareas de desinfección programadas entre el 28 de noviembre y 10 de diciembre, ocurrirán en horario vespertino, una vez finalizadas las audiencias que continúen o estén programadas durante la tarde; por lo que no se verá afectado el uso normal y habitual de esos espacios. Como se sabe, la decisión primera de nuestro máximo tribunal –de la que ahora se da parcialmente marcha atrás- habría tenido como consecuencia la dilación del trámite del juicio oral, en el cual tanto Sergio Urribarri, como de manera conjunta otros funcionarios y empresarios habían sido condenados –por sentencia que no está firme- y cuya continuación exigía contar con la habilitación de salones, en los cuales el Tribunal de Casación penal contempló llevar a cabo las audiencias. Las que fueron fijadas previamente a la disposición de desinfectar – y por ende volver inutilizable para ese propósito- esas salas.

Nos encontramos aquí ante una muestra que lamentablemente es tardía -ya que aventando como lo hacemos cualquier duda que hubieran existido sobre “segundas intenciones” en la disposición del tribunal- viene inexplicablemente a que se confirme aquello que no siempre está presente –por aquello que el error es humano- cuál es esa necesidad de que los jueces al dictar sentencia, miren más lejos del caso concreto en análisis, atendiendo al “valor como precedente” que tienen las decisiones judiciales. Aunque ello se haya producido como consecuencia de una resolución y no de una sentencia.
Fuente: El Entre Ríos

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