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Son varios los sectores de la producción los que están alerta considerando la agenda del gobierno que está hoy sobre la mesa. Una agenda que se empecina en castigar a todo el sector privado con más y cuantiosos impuestos, en combinación con una idea atinada pero claramente muy acotada en su efecto de ayudar al sector pyme, hoy atravesado por una fuerte crisis.

A caballo del recurrente pedido de solidaridad, que los que más tienen ayuden a los que menos, el gobierno -sin que le importe- decide mostrarse antipático con una buena parte del sector empresario, despertando recelos y desconfianza. Entre todos aquellos que no reciben muestra alguna de amor o de cariño se destacan el campo, las empresas de energía y también aquel grupo hoy mejor conocido como economía del conocimiento, todos ellos altos generadores de divisas y exportadores netos de productos y servicios.

Los sectores de la producción más orientados al sector doméstico por ahora callan, todavía esperanzados que ciertas políticas activas- como aquellas con las que se pretende apoyar a las pymes- tomen una escala suficiente como para extenderse a otros sectores con el consiguiente impacto sobre toda la economía. Calla más aun el mundo de la construcción, sobre todo sectores los vinculados a la obra pública, tal vez con la secreta esperanza de que una vez las cosas arranquen el estado podrá volver a contratarlos. Hoy, como es bien sabido, la obra pública se encuentra en un estado de inmovilidad total.

“Los sectores productivos recelan de un aumento explosivo – y agobiante- de impuestos mientras el gasto político se mantiene incólume”

Mientras tanto, el reclamo generalizado de quienes producen, -frente al esfuerzo adicional que se les pide-, es que este sea compartido y no se limite al aporte de unos pocos. Es que se percibe, y no sin razón, que la clase política se resiste a realizar cualquier tipo de ajuste. Bien se sabe en los corrillos mejor informados, que ha habido una estampida de ingreso de empleados, y también de funcionarios de mediano y alto nivel, a todos los estamentos de la administración nacional. Si hay miseria, mejor que no se note.

Por estos días, el estado general de la economía parece estar totalmente supeditado a lo que ocurra con la reestructuración de la deuda, interna, externa, en pesos y también en dólares. Con Alberto Fernández oficiando de ministro de Economía, y con Martin Guzmán en rol de fiel escudero, el gobierno entiende, y con razón, que su propia supervivencia política depende del éxito en esta gestión. Y si no la de todos, definitivamente si la supervivencia de Alberto. Como se dice en los mercados, Alberto Fernández tiene plan A que es reestructurar exitosamente la deuda, pero no plan B. Y el plan C, del que si se habla y no poco, no lo incluye para nada.

“La falta de plan y la desconfianza imperante conspiran contra cualquier posibilidad de arranque económico rápido y furioso post-reestructuración”

El empresariado en general, y más allá de todos los reparos mencionados antes, si ve una feliz resolución del problema de la deuda. Actuando con un poco de inteligencia Alberto debería poder salir indemne de esta brava parada. Lo que no pinta tan bien es el día después, sobre todo considerando los pocos retazos de plan económico exhibidos hasta ahora. El miedo latente es que este plan hasta ahora escondido bajo siete llaves realmente no exista y tal vez no sea otra cosa que una pobre suma de buenas intenciones. Si esto fuera así, el letargo económico en el que nos encontramos podría extenderse indefinidamente, tal vez hasta el final de mandato de Alberto.

Es que sin plan, y sin confianza, es difícil que quienes invierten y producen quieran volver a hacerlo. Por ahora, lo poco que se ve deja entrever un estado voraz, impuestos por las nubes, seguridad jurídica por el piso, y un empresariado desencantado y más preocupado por defender lo poco que le queda antes que arriesgar lo que ya no tiene. Una encrucijada difícil, una meseta que se hace cuesta arriba y que ciertos sectores del gobierno ya han comenzado a observar con preocupación pensando en el día después de la reestructura.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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