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El jueves, durante un almuerzo del Consejo Interamericano de Comercio y Producción, el Ministro del Interior, Eduardo de Pedro, sostuvo que “estamos alineados en la negociación de Guzmán con el FMI”. El viernes, las acciones argentinas caían entre 4 y 7% en Nueva York y el riesgo país buscaba nuevos máximos.

En el año 1912, el banquero J.P. Morgan, fundador del banco homónimo, sostenía en un testimonio ante el Congreso de los EE.UU. que “lo primero es la reputación. El dinero no puede comprarla. Un hombre en quien no confío no podría conseguir dinero de mí… Creo que es el principio fundamental de los negocios.”

El mundo no confía en nosotros. Peor aún: tampoco los argentinos confían en Argentina. Se nota en la cantidad de dinero que los argentinos tienen en el exterior, en el creciente número de jóvenes que desean emigrar y en el éxodo que el impuesto a la riqueza provocó entre aquellos que tendrían los recursos para invertir en el país.

Hace poco más de un año, el ministro Guzmán concluía su experiencia de refinanciación de la deuda privada. ¿Sirvió para algo? Apenas para despejar el horizonte de pagos para la actual administración. Para nada más. El trato hostil que se dispensó a los acreedores desalentó cualquier expectativa de que el acuerdo permitiera al Tesoro volver a acceder al mercado de crédito, tanto local como internacional.

Esto, que podría sonar como un objetivo etéreo, lejano para la gente de a pie, es crucial para entender por qué hoy estamos peor que antes del default y la reestructuración en casi todos los indicadores económicos. No fue la pandemia: muchos países se recuperaron en exceso del golpe de 2020.

No acceder en montos suficientes al mercado de crédito local es la razón por la cual el Banco Central debe emitir pesos para financiar al Tesoro. Si no lo hiciera, no podrían pagarse los sueldos, o las jubilaciones. Al hacerlo, provoca inflación, algo que, en una segunda derivada, hace que esos mismos sueldos y jubilaciones pierdan poder de compra.

No acceder para nada al mercado de crédito internacional es la razón por la cual el Banco Central pierde reservas. También es la razón por la cual los DEGs que repartió el FMI se usan para pagar al propio FMI y no para el uso para el que fueron diseñados (¡paliar los efectos de la pandemia!), por la cual no hay dólares para ahorrar, o para viajar en cuotas, o, lo que es peor, para importar insumos que nuestra industria necesita para producir. Es, a la vez, la razón por la cual la gente sólo piensa en el dólar de $200, mientras busca recovecos por el cual conseguir el de $100.

Los bonos que apenas un año atrás Guzmán se auto-felicitaba por haber reestructurado dotando de “sostenibilidad” a la deuda pública valen ahora un tercio de su valor nominal. Rinden 20%, en promedio. Argentina no genera confianza. El mercado no cree que, una vez atravesado el período de gracia que armó Guzmán, los bonos sean pagados. No interesa que, sin default, valgan menos que tras la reestructuración de Kirchner y Lavagna, otros dos próceres que cimentaron nuestra pésima reputación. Aquella vez, se les quitó a los bonos 65% del capital adeudado.

Problema del siguiente, podrá auto-felicitarse Guzmán, aunque su gran malabar genere grandes problemas hoy.

Es genial que las mismas razones que guiaban el crédito en 1912 lo sigan haciendo hoy. No encajamos bien en la frase de J.P. Morgan: no tenemos una buena reputación, quienes podrían prestarnos no confían en nosotros, y no tenemos dónde buscar dinero.

Que de Pedro y el gobierno estén “alineados en la negociación de Guzmán con el FMI” es un salvavidas de plomo para la construcción de confianza. En este Gobierno, eso de estar “alineado” es una instrucción, no una descripción: debe interpretarse como “con nuestra forma de acordar, o nada”.

El mercado no cree en Argentina. Aunque el país logre acordar formalidades que apenas pateen los vencimientos, ese acuerdo no generará confianza: no abrirá el mercado de crédito, no bajará la inflación, no nos hará crecer, no mejorará los salarios o las jubilaciones, ni bajará la pobreza. No mejorará nuestra reputación. Es posible que tampoco sea capaz de ganar elecciones.
Fuente: El Entre Ríos

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