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Con explicables y hasta justificables argumentos, se viene asistiendo a la crítica de la manera en la que , en su momento, se implementó el régimen de elecciones primarias abiertas secretas y obligatorias, designación apocopada en la sigla PASO, y que por una azarosa circunstancia venía a dar cuenta su finalidad a todas luces sobredimensionada, hasta el punto de tornarla absurdamente onerosa, cual es eventualmente –y lo decimos así, porque no se da esa circunstancia en el caso de que en un partido político o en una coalición electoral exista inscripta una única lista- el habilitar el “paso” hacia la verdadera elección, o tener el efecto contrario, cual es el de impedir ese paso.

Una situación que se ha visto mucho más compleja, y hasta confusa y cansadora, al mismo tiempo que doblemente onerosa, por la novedosa presencia del “desdoblamiento” de elecciones nacionales y locales, como una maniobra de mera táctica electoralista –no se puede hablar aquí de nada parecido a una estrategia- con el solo objetivo de “esconder” el rostro de personajes notorios que provocan un fuerte rechazo, independientemente del hecho que su nombre figure en la lista de precandidatos, por el solo hecho de verlos presentes de alguna manera en la compaña electoral.

Peor aún es el caso de la implementación de las “listas colectoras” aplicable en muchas provincias, o el de “los lemas”, que permite asistir a la aberración de que se muestre en un todo que por naturaleza no pueden ser homogéneos “el aceite y el vinagre”.

Pero, mientras se asiste a esas anomalías, que resultan nada encomiables desviaciones de nuestras mejores tradiciones en materia electoral, por lo demás no siempre propias por desgracia de una nación con instituciones republicanas consolidadas; por razones meramente coyunturales, se asiste a una revalorización de las elecciones primarias, en lo que tiene que ver con las de ese agosto que ya se nos viene encima.

Es que si siempre se ha asignado a nuestras primarias, como objetivo casi exclusivo y excluyente, el carácter de una “gran y fiable encuesta” –lo que no sucede con muchas de la privadas en danza- en este caso ellas adquieren una importancia desusada para este tipo de acontecimiento, como consecuencia de la extrema polarización perceptible en la ciudadanía, que viene a desdibujar las terceras, cuartas y demás fuerzas, si es que resulta verdaderamente adecuado designarlas a éstas de esa manera.

Es que en este caso, las primarias adquieren un carácter de mayor envergadura aun, que de una “elección anticipada”, no solo por el hecho de esa polarización anticipada de fuerzas, sino por efectos que pueden -cabría decir lisa y llanamente que van a serlo así- ominosa y verdaderamente conmocionantes, aun con anterioridad de la celebración de las verdaderas elecciones.

De allí que en este caso, el optar por la abstención, con la idea que se puede posponer el voto para lo que formalmente es la verdadera elección a celebrarse en octubre, desinteresándose de lo que se tiene como poco menos que un costoso ensayo general, sería una decisión preñada de graves consecuencias impensadas.

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