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En la ciudad del país vasco español, San Sebastián, se está llevando a cabo su clásico Festival cinematográfico.

La novedad que nos depara a los argentinos, en un encuentro donde nuestra producción local es cada vez más valorada por su creciente calidad, no es ésta, al menos en materia de notas periodísticas anticipatorias, alguna de las películas que tienen a nuestro país y su gente de cine como sus protagonistas, ni tiene, tampoco, nada que ver con esos méritos.

Sino que esa novedad, a la que aludimos, tiene como fuente una serie televisiva en seis episodios que fue presentada el pasado lunes en la sección Zabaltegi Tabakalera, producida por el reconocido documentalista británico Justin Webster. Una serie que lleva por título “El fiscal, la presidenta y el espía”.

De donde si quedáramos en él no sería para nosotros una verdadera sorpresa, ya que indaga en lo que esos mismos periodistas califican como “el caso de asesinato más famoso de Argentina, con ramificaciones en el terrorismo internacional”.

De quererse conocer más datos acerca de Western se debería señalar que el mismo cuenta con 56 años de edad, y que es un autor de libros entre los que el más destacado es “Conexión Madrid: Cómo y por qué el chino y el tunecino se convirtieron en terroristas islámicos”; pero sobre todo se lo reconoce por sus películas documentales que lo hicieron merecedor de ser nominado para la Gaudí Award for Best Documentary. Ente ellas se puede mencionar a “Gabo, la creación de Gabriel García Márquez” (2015);”El fin de ETA” (2016); y “, I Will Be Murdered” (2013).

La trama de la serie nos es conocida, hasta de sobra; aunque como tantas veces sucede entre nosotros la muerte del fiscal Nisman siga sin esclarecer, como ha ocurrido en casos igualmente resonantes, pero sin las connotaciones políticas que rodean a este por motivos que no necesitan explicación alguna.

Es que no puede ignorarse que Nisman apareció muerto el 18 de enero de 2015, cuatro días después de acusar públicamente a través de la televisión a la presidenta Cristina Fernández Kirchner de encubrir a los sospechosos iraníes del atentado perpetrado en 1994 contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) que dejó 85 muertos en Buenos Aires. Y cuando el día siguiente, tenía previsto comparecer en el Congreso para argumentar su polémica denuncia, endeble y sin pruebas, según sus críticos.

La justicia, aún hoy, considera que Nisman fue asesinado, aunque no tiene sospechosos. Al menos, ha eliminado la teoría del suicidio. A este agujero negro de la política internacional se ha asomado Webster, de una manera que hace que sus declaraciones vinculadas con su trabajo, la motivación que lo llevó a realizarlo, y los hechos que a su entender quedaron establecidos y las preguntas que restan por contestar. Declaraciones que resultan para nosotros tanto o más interesantes que las farragosas truculencias de lo que para nuestro país significa una bochornosa tragedia más.

Es que resulta en cualquier parte del mundo, a excepción de nuestro país, que la persona que cabía considerar en ese momento como la más custodiada de todos nosotros, haya aparecido muerta, y a ella haya seguido inicialmente una investigación de torpeza inaudita, que se inició con la inexplicable contaminación de las pruebas que existían en el lugar de los hechos.

En tanto en sus declaraciones a medios españoles Webster ha comenzado por contar que la producción de la serie a la que nos venimos refiriendo “ha sido el trabajo más complicado de mi vida”. Agregando que “le he dedicado cuatro años, y al principio me resistí mucho porque lo sabía”. Destaca que el desafío residía en “aportar claridad al caso, una historia muy politizada y compleja, contaminada de mucho ruido mediático. El atentado a AMIA ya llevaba su propia “enorme investigación”, y a ella se suma el asesinato de Nisman, con eco en servicios secretos internacionales. “¿Se mató o le mataron? Es una de las múltiples piezas de un gran puzle”, se interroga.

Para señalar en seguida que “aunque hemos esclarecido gran parte de la historia, yo apuesto por el , es decir por mostrar y arrojar preguntas para que luego el espectador vaya creando su propia investigación. Creo que estas series de no ficción ayudan a atacar grandes investigaciones complejas. Me gusta ese juego de ficción sin ficción, algo muy laborioso. Y sobre todo, opuesto a Twitter”.

Al haber concluido su trabajo y haciendo un balance del mismo, señala que “si hay seis grandes preguntas sobre el caso, hay tres que quedan claras”. No quiere ir más allá. “Si no, entro en el territorio spoiler”. Pero en esas preguntas está qué pasó con Nisman, con el memorando o la implicación de Fernández de Kirchner. “Y para cada cuestión hay distintos grados de esclarecimiento, y como es un tema tan controvertido, no todos estarán de acuerdo tras el visionado con algunas hipótesis”.

Entonces lo que pretende Webster es que “el espectador y el creador empiecen con pocas ideas prefijadas en el camino, y que la serie, “tanto en su realización y en su emisión, cree la opinión”. ¿Puede la televisión llegar hasta donde no lo ha hecho la justicia? A Webster ya le ha ocurrido en trabajos previos. “No tiene por qué ser una base común, pero estas series deben aportar claridad a su objeto de estudio, y desde ahí contribuir a esclarecer la historia. Otra cosa es aportar las pruebas que resuelvan el caso. Eso no debería ser el objetivo”.

Como se ve, en realidad después de ver la serie, se llega a la conclusión que poco y nada se agrega a lo que ya sabíamos, y solo se aporta otra forma de mirar a los hechos referidos, al hacerlo de una manera visual y desde otra perspectiva.

Pero no es a eso a lo que queríamos hacer referencia. Recordamos los dichos conocidos de un Grande de la historia universal que advierte que lo que es una tragedia, de repetirse, lo hace como farsa. Nuestra situación actual da cuenta de dificultades en encuadrarla en esa afirmación famosa, ya que entre nosotros y en la actualidad, la tragedia y la farsa parecen venir de la mano. Salvo que optemos aplicar a nuestra situación otra calificación, afirmando que “somos de película”. O para decirlo de una manera más clara todavía lo que empezó siendo un relato, se convirtió en película, y ahora todo lleva a pensar acerca de la posibilidad de que volvamos al relato, sin dejar de ser personajes de película.

La incógnita está en qué tipo de película nos verá actuando: ¿Una con final feliz, un drama, una tragicomedia o una comedia de humor negro? El tiempo lo dirá.

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