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“Me fui sin teléfono, sin dinero y sin decirle nada a mi familia, no quería que se asustaran, no quería que me pidieran que no me fuera”, de Juan José Pérez, un guatemalteco de 22 años que se unió a la caravana migrantes en Escuintla, a unos 200 kilómetros de la frontera con México para el diario El País de España.

Algunos dicen que fue a través de una convocatoria en redes sociales. Otros que se trató de algo espontáneo. Algunos alegan que hay motivos políticos detrás de esta movilización. Mientras que están los que dicen que sólo huyen del hambre y la violencia de su país natal. La realidad: más de 3.000 centroamericanos (algunos dicen que son 7 mil), mayormente hondureños, esperan en las puertas de México para alcanzar el país que creen que los salvara, Estados Unidos.

Desde San Pedro Sula en Honduras empezaron a salir grupos de personas con destino a USA para pedir allí asilo y quedarse en esta nación. Familias enteras salieron a la ruta para recorrer el lago camino al norte, no para ingresar de forma ilegal sino para pedir ayudar. Un desesperado pedido de auxilio que los conduce a caminar miles de kilómetros. Esta es la llamada caravana de migrantes centroamericanos.

Al principio, no tuvieron muchos problemas para ir atravesando los diferentes territorios que se encuentran entre Honduras y México por la existencia de un tratado de libre tránsito entre Honduras y estos, entre ellos, Guatemala. Pero ahora ya le han exigido los papeles. Y están entonces esperando en las puertas de esta nación para ver si pueden continuar su viaje. Algunos esperan para ingresar como refugiados mientras que otros, desesperados por el traspié, se suben a balsas para cruzar el río Suchiate que permite ingresar de forma ilegal al país fronterizo y último punto en el mapa antes de llegar a la tierra prometida. No pueden dar marcha atrás. El número los hace sentirse más seguros.

Una vez más nos encontramos con una foto conocida: la de personas huyendo de sus hogares. Así como en Europa reciben constantemente a refugiados sirios y vecinos de estos, hoy la potencia mundial de nuestro continente tendrá en breve tocándole las puertas a esta caravana que busca asentarse en estas nuevas tierras.

Los peligros que esta travesía pueden significar no importan (un joven murió ayer al caerse del tráiler que lo transportaba durante el trayecto de Tapachula hacia la localidad de Huehuetán, a 25 kilómetros de Chiapas, México). Lo que quieren es llegar a este nuevo lugar donde pueden empezar de cero, sin violencia, sin hambre.

Si bien su situación es realmente dramática no es certero que logren su objetivo. Estados Unidos, con una política inmigratoria cada vez más fuerte le no parece muy abierta a recibirlos. Sin embargo, frente a pedido de asilos individuales, tendrá que tratar su caso, aun cuando no prosperen y sean deportados. Lo cual también es su derecho.

Desde Honduras, los que se quedaron apoyan a los que se fueron: “Si nuestros hermanos están en las fronteras de Guatemala y de México es porque aquí verdaderamente no hay condiciones para vivir".

Todavía les quedan 2.000 kilómetros. Pero eso no es nada, eso es solo la distancia física. Las trabas del hombre todavía no han empezado aún. ¿Lograrán conseguir el deseado asilo o serán deportados para volver a su país donde no encuentran oportunidades ni se sienten seguros? En breve estaremos por saberlo. Ojalá que suceda lo que sea mejor para todos estos individuos. Lo que cuide su seguridad y su futuro. Ojala que así sea.
Fuente: El Entre Ríos.

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