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11 alpinistas murieron en lo que va de la temporada de escalada al Everest en Nepal. El congestionamiento humano genera demoras en las rutas de ascenso generando innecesarias muertes. ¿Locura colectiva o falta de regulación?

No es la primera vez que se denuncian las consecuencias fatales del exceso de escaladores en la ruta hacia la cima. De hecho, en 2015, la película homónima de la montaña evidenció estas largas colas en puntos clave del camino que generaron riesgos innecesarios y finalmente víctimas fatales.

Es que el congestionamiento humano en estos lugares es letal porque al no caminar y tener que detenerse a esperar a su lugar en la fila el hombre se expone al congelamiento y el mal de altura. Para este año, el gobierno de Nepal entregó 381 pases a un precio de 11.000 dólares cada uno, un récord, que de la misma manera viene cobrándose de forma histórica vidas humanas.

Es importante destacar que los alpinistas van acompañados por guías y que es hasta mayo que se puede acceder al techo del mundo, ya que luego se cierra la ventana de oportunidad para hacer cumbre porque las condiciones climáticas empeoran considerablemente.

Los relatos de escaladores de cualquier montaña del mundo suelen referirse a la importante disciplina que se debe tener a la hora de subir la montaña. Los contratiempos en la parte final del ascenso pueden ser letales. En el trecho final uno tiene que hacer cumbre a determinada hora y después bajar, sino no llega a regresar al campamento y corre el riesgo de perderse, pasar la noche en el frío y por tanto, probablemente, no contarla.

El film de 2015 se explica justamente la importancia de mantener el orden en el ascenso. De la misma manera, también se evidencian los errores cometidos a la hora de subir. Durante toda la película el guía menciona la importancia de hacer cumbre antes de las 14 horas, si llegada esta hora no llegan, todo alpinista debe descender y perder la oportunidad.

El equipo de expedición llega más tarde a la cima, a eso de las 16, y se somete a un trágico descenso. El film estaba basado en el libro del escritor Jon Krakauer de 1977, y relata la historia de la muerte de 12 escaladores en 1996. No sólo se denuncia las largas filas para subir sino también la falta de preparación de muchos aventureros que en la subida termina pagándose.

¿Será que la obsesión por llegar al punto más alto de la Tierra está generando muertes innecesarias? ¿Es el lucro en torno a estas expediciones lo que está cegando a las autoridades y las empresas organizadoras de esta travesía en términos de seguridad?

El cineasta Elia Saikaly subió a esta gran montaña hace unos días y en su cuenta de la red social Instagram escribió un duro posteo en el que relató lo que vivió resumiéndolo como “muerte, carnicería, caos”: "Es cuando vuelves a bajar cuando empiezas a hacerte la pregunta: ¿Vale la pena? ¿De qué se trata toda esta industria?".

En su testimonio ante la CNN explicó lo escalofriante que vivió: "Tenía que pisar ese cuerpo sin vida... ¿Quién tiene las herramientas para lidiar con algo así? Es devastador".

Hacer cumbre es una obsesión y lo ha sido durante decenas de años. Los riesgos son conocidos. Están incluso presentes antes de salir a la ruta que conduce al camino final, en los mismos campamentos donde se aguarda para subir.

Un fuerte, y para algunos “suicida”, deseo por llegar al techo del mundo más una flexibilidad en las normas de seguridad y requisitos para emprender esta travesía están generando un coctel expresivo.

A la montaña hay que tratarla con respeto. Sino, devuelve como lo hace ahora, con muerte. Esperemos que los resultados fatales de esta temporada sirvan para que se tomen medidas correctivas.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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