Sea cual fuere la sentencia del Caso Alfonzo, las pericias en los teléfonos expuestas en el juicio oral refuerzan lo que a esta altura es ya casi una certeza: en Concordia ha estado funcionando una red para captar y reclutar mujeres, algunas de ellas menores de edad, destinadas a ser explotadas sexualmente en fiestas privadas donde asisten sectores sociales tan ricos por fuera como vacíos por dentro.

Es más que obvio: Para que un submundo de estas características haya cobrado entidad no alcanza con un hombre y un grupo de mujeres.

Entre los protagonistas directos y los indirectos, entre los que hacen y los que dejan hacer, los que protegen y los que encubren, los que organizan la oferta y los que se erigen en clientes vip, los que proveen el "cotillón" de la cocaína, los que la consumen y los que ponen la quinta, hay una trama de influyentes con ramificaciones en todos los poderes del Estado y en vaya a saberse cuantas "prestigiosas" instituciones de la sociedad.

La monja Martha Pelloni, que desde el caso María Soledad de los años 90 hasta hoy en día ha combatido la trata y por cierto que algo debe haber aprendido sobre su modus operandi, lo dijo con ese lenguaje directo que la caracteriza: "La connivencia policial, judicial y política es algo común".

En otras palabras, ha asomado a la luz del día una podredumbre moral que transita las mismas calles que nuestras hijas y que se aprovecha de la extrema vulnerabilidad de tantas mujeres, empujándolas al precipicio de la prostitución y la adicción.

El mensaje que Alfonzo le envió a la menor para convencerla de que no se abra -y que fuera leído durante el juicio- resume a la perfección de qué se trata este submundo: "es un juego k no se puede hacer sola yo lo se mejor pasala bien y no hagas nada sino tenes protección es un juego duro cuidado".

Auditoría al COPNAF


No es casualidad que el fiscal general José Ignacio Candioti haya solicitado que la investigación "sea ahondada".

Y si de ahondar se trata, haría bien el gobernador Gustavo Bordet, haciéndose eco de los testimonios del juicio oral, en ordenar de manera urgente una auditoría a fondo en la Delegación Concordia del Consejo Provincial del Niño, el Adolescente y la Familia (Copnaf).

Trabajan allí muchos empleados y profesionales que llevan adelante una noble y dificilísima labor en el intento de rescatar a niñas y niños de las garras del abandono, la exclusión y la violencia en todas sus formas. Ni ellos ni la institución merecen quedar bajo sospecha por culpa de la dudosa actuación de unos pocos.

Es público y notorio que el ex Delegado del organismo y actual funcionario de la municipalidad, Fernando Rouger, no la pasó nada bien en el juicio. Dijo no conocer a Alfonzo y de inmediato tuvo que hacer malabares para justificar que hubiera recibido de él mensajes tales como "¿Me podés hablar Fer?"; "¿Te comunicaste con el Chueco?"; "¿Hablaste con el jefe?"

Dos empleadas del Copnaf que declararon en el juicio recayeron en una contradicción que llamó la atención.

Cristina Delgado, vicedirectora de la residencia donde se alojó la adolescente, dijo frente a los jueces que ella no se entrevistó con la presunta víctima de Alfonzo. "Nosotros no nos entrevistamos con los menores, a menos que ellos quieran contar, porque para eso hay un equipo técnico", alegó.

Pocos minutos después, María Fernanda Tarabini, otra empleada del organismo provincial, contradijo a Delgado: "Nosotros nos entrevistamos con la nena cuando ingresó al Copnaf, la entrevistamos con Cristina Delgado. Nos mostró los golpes pero no nos quiso hacer muchas referencias".

El invisible nerviosismo de los clientes


Párrafos aparte merecen los "clientes" de la trata.

Los días del juicio no habrán sido fáciles de atravesar para quienes se acostaron con las adolescentes que declararon en el juicio, chicas que por su edad podrían ser sus hijas y en algunos casos sus nietas.

Les habrá corrido un sudor frío por la espalda al verlas en los tribunales, temerosos de que den a conocer sus nombres.

Es una verdad irrefutable que sin clientes no hay trata. Ellos son cómplices y partícipes necesarios de estas redes de explotación, aunque se intente minimizar su responsabilidad en base a una vieja mentalidad machista, que justifica "comprar" lo que es a todas luces indigno que se venda, que convalida hacer con las hijas de otros lo que no permitirían jamás que se haga con sus propias hijas.

Trata y droga van de la mano


Otra verdad que en la trama del juicio también se hizo palpable es el nexo entre trata y droga.

Hace no mucho tiempo escuché a un político de Concordia proponer que en las puertas de los boliches se usen canes especializados en la detección de drogas. Tal vez no sea mala idea si se toma nota de lo que se dijo en las testimoniales sobre la cocaína consumida en los baños de las discos.

El gran desafío se llama pobreza


Por último, termine como termine el juicio, hay otra evidencia que de tan obvia se corre el riesgo de que la hayamos naturalizado: el caldo de cultivo de la trata como de tantos otros males es la POBREZA. Pobreza material pero también pobreza afectiva, pobreza educativa, pobreza moral, pobreza institucional, pobreza dirigencial, pobreza ambiental.

"La pobreza, el desempleo, la falta de oportunidades socioeconómicas, la violencia basada en el género, la discriminación y la marginación son algunos de los factores que contribuyen a hacer a las personas vulnerables a la trata" sostiene el Plan de Acción Mundial de las Naciones Unidas para combatir la trata de personas, aprobado en el año 2010.

Pareciera que quienes redactaron el Plan hubieran recorrido la Concordia profunda, la de la marginalidad enquistada desde hace tantos años, resistente a los planes; la de la desigualdad educativa, la de las escuelas ricas para ricos y las escuelas pobres para pobres. La misma Concordia que hace colapsar las fiscalías con delitos que en su enorme mayoría hunden sus raíces en la miseria, verdadera fábrica de violencia en sus múltiples formas.

Esa Concordia, que es casi invisible para quienes viven en el centro o en barrios rodeados de alambres de púas, muros y cámaras de seguridad, es la que provee la "carne" vulnerable para ser mancillada por la trata. Esas adolescentes a quienes los clientes llamarán despectivamente "putitas", para no acordarse de que son tan personas y tan mujeres como sus madres, sus hermanas, su esposas y sus hijas.

Restañar ese tejido social atravesado por la "vulnerabilidad" es el gran desafío de todos los actores sociales de Concordia. Porque, guste o no, por acción u omisión y con diversos grados de responsabilidad, todos tenemos algo que ver con lo que nos pasa: el Estado en sus tres niveles, políticos, empresarios, medios de comunicación, jueces, fiscales, profesionales, referentes sociales y religiosos, escuelas, familias.

No es que no se hagan cosas. Hay muchos esfuerzos y muy loables. Pero hace falta mucho más, porque la brecha social sigue ahí.

Poco antes de partir, el Padre Andrés Servin pedía "no aturdirnos ni distraernos con pequeñeces. Armar un proyecto, ver qué priorizamos, qué pasa con el trabajo, con las fuentes de trabajo, con la educación. Si no priorizamos la educación, no salimos de la pobreza".

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