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Massa, entre el FMI y el kirchnerismo
Massa, entre el FMI y el kirchnerismo
Massa, entre el FMI y el kirchnerismo
Tenemos una inflación de 100%, la economía se estanca según distintas mediciones de actividad, el salario real cae desde hace varios años, la pobreza está estancada en la orilla de 50%, el Banco Central no tiene dólares, y los pocos que tiene los pierde a cuentagotas cada día, la brecha entre el dólar oficial y el paralelo sigue por encima de 90% y el Tesoro encuentra dificultades para refinanciar sus vencimientos de deuda en pesos.

Es un escenario de gran fragilidad. Aunque es muy difícil pronosticar una crisis, y más aún su momento de ocurrencia, parece claro que, así como están dadas las cosas, no hay espacio para equivocaciones.

Cuando ocurrió el reemplazo de Silvina Batakis por Sergio Massa, ocurrió porque hasta el kirchnerismo presintió que estábamos al borde de un abismo que tendría lapidarias consecuencias no sólo en la economía, sino también en la política. Ese temor no se ha disipado, sino que sigue latente. Por eso, el kirchnerismo sostiene a Massa en los hechos, aunque lo fustiga en el verbo. En ocasiones, con fluidez torrencial.

En este escenario se debe mover el ministro Massa, forzado a actuar de eximio equilibrista entre las presiones que le supone cumplir con el acuerdo con el FMI, por un lado, y satisfacer las demandas de políticas populistas que le hace el ala kirchnerista del Frente de Todos, por el otro. No es extraño que, con demandas tan dispares, casi siempre opuestas, convivamos con un batallón de medidas que en no pocas ocasiones compensan los efectos de otras, tomadas el día anterior.

No deja de ser paradójica la posición del kirchnerismo en todo este embrollo de medidas. El ministro Massa viene haciendo cosas impensadas, como haber ofrecido un dólar especial al sector agropecuario, y en especial a los productores de soja (el “yuyo”), y ahora se lo ofrece a los turistas extranjeros. Lo hace mientras le retacea dólares a los productores industriales que necesitan de manera desesperada hacerse de materia prima extranjera para producir. Además, sube las tarifas de electricidad y agua, pero anuncia un congelamiento de precios para compensar el efecto inflacionario y sobre el poder adquisitivo de las mayores tarifas.

Beneficiar a extranjeros, productores de soja y empresas de servicios públicos, en desmedro de los productores industriales nacionales y los consumidores, parece estar en las antípodas de la filosofía kirchnerista, si tal cosa existe. Estamos tocando nuevas cumbres en eso del pragmatismo peronista. ¿Dónde quedó el modelo de acumulación de matriz diversificada?

Entre la espada y la pared, o entre el FMI y el kirchnerismo, Massa opta siempre por el camino que ofrece menor resistencia. El camino que lo hace quedar bien con Cristina y con el FMI. ¿Hasta cuándo?

La inflación es en todas las encuestas el principal problema para la gente. Seguir el camino de menor resistencia podría, si muchas estrellas se alinean, evitar que la crisis que se olfatea en el ambiente estalle durante el mandato presidencial de Alberto Fernández. Es un desafío titánico, e incluso lograrlo sería costoso, pues se lograría a costa de que la inflación no ceda y la recesión se extienda. Justo las cosas que le importan a la gente, a la que tan poco le importan las urgencias de la política.

Tenemos una situación macroeconómica frágil, pero en la batalla para corregirla el oficialismo ha optado por un objetivo menor: llegar a las elecciones sin una crisis. Es un objetivo que determina la adopción de medidas de alta frecuencia y bajo efecto que enfrentan los desafíos del día sin atacar las causas de fondo que los engendran. Podría decirse que, en cierta forma, Massa, el FMI y el kirchnerismo han pactado su propia forma de gradualidad.

Se elige el camino de menor resistencia por conveniencia política: preservar el discurso sin tener una crisis, y así llegar a las elecciones. Pero es este el camino que mantiene alta la inflación y estanca la economía, efectos indeseados que dañarán aún más la popularidad del oficialismo.

La gente podrá no saber qué otra cosa funcionaría mejor, pero parece haberse dado cuenta de que esto que tenemos hace 20 años ha dejado de funcionar.
Fuente: El Entre Ríos

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