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Cuando logremos ponernos de acuerdo sobre la verdad, vamos a lograr constituirnos desde la justicia social, mientras seguiremos en una batalla de relatos, mentiras, y sofismos.

¿Quién miente? El oficialismo, la oposición, todos, ninguno, los medios de comunicación, o depende del tema. ¿Acaso las estadísticas nos mienten?, aún resuenan en mí la pregunta de un profesor de metodología que nos daba en el marco de una maestría sobre lo cuantitativo, y nos ponía de ejemplo las estadísticas del Indec, el de antes y el de ahora. Ante la pregunta de ¿Quién miente?, uno podía ver los rostros de los alumnos, dividiéndose en su gran mayoría por las preferencias ideológicas, entonces era claro, algunos decían la verdad y otros mentían.

Pero el profesor- algo que sólo hace los buenos- nos sorprendió al decirnos, ambas estadísticas decían la verdad, y la sorpresa de todos se notaba en los rostros e incluso en la respiración ¡Cómo que ambos dicen la verdad!, entonces nos dijo, ambos dicen la verdad, pero parten de metodologías diferentes, las muestran son distintas, pero no mienten.

Desde ese día en clases no dejo de preguntarme el gran recorrido que nos hace falta transitar para poder empezar a pensar en el futuro, sí aún discutimos las fuentes de información como son las estadísticas, o los diversos análisis cuantitativos y cualitativos, difícilmente podamos dialogar para un proyecto común de país, provincia, municipio o incluso barrio.

En esto debemos ser sumamente cautelosos, porque no hay que caer en la ingenuidad, siempre hay poderes detrás de asuntos públicos, siempre donde hay cuestiones públicas están las privadas, y siempre el poder es tironeado por las redes que se tejen alrededor del mismo.

Desde ya que el rol de comunicar no es inocuo, e inofensivo, porque un simple título puede decir mucho más que una columna de opinión cargada de datos, números e información. Pero también influye la perspectiva del lector, quien en más de una oportunidad se niega a reconocer que puede estar equivocado, que no todo paso fue malo, ni todo presente, y que también en otras expresiones políticas se pueden encontrar ideas a imitar, valor y por sobre todo aunar.

Pero aún sigue vigente, quizás más que nunca, el relativismo en todas sus facetas, construyéndose así un relato constante, y la muestra más fiel de esta penosa realidad, son las redes sociales. En las cuales las noticias falsas, más bien son deseos revestidos de información, donde nunca interesa la verdad, sino lo más creíble que suene.

“Cada vez que ponemos un me gusta, o compartimos somos consientes que viralizamos mentiras, pero no nos importa, porque sirve para la causa, y cada vez que debatimos nada nos interesa del adversario que no sea humillarlo, esperando que los demás nos crean”, esto parecería ser una confesión de algún militante, simpatizante o voluntario según como se autodenominen.

Insisto en una sociedad donde la posverdad se instaló sin reparos de los destinatarios de la información, y donde la política es prácticamente un sinónimo de la persuasión, sin interesas una vez más la verdad, difícilmente logremos avanzar, no podemos tener un estándar según la persona, debiendo entender que la ley debe ser justa, pero aplicable para todos. Sólo de esta forma tendremos un futuro mejor, ¿realmente nos importa la verdad? Chau.
Fuente: El Entre Ríos.

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