Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Ilarraz, condenado a 25 años de cárcel
Ilarraz, condenado a 25 años de cárcel
Ilarraz, condenado a 25 años de cárcel
Un proceso creciente, acumulativo e irreversible
La condena de un sacerdote incurso en delitos sexuales
No es mi intención la referencia a esa situación en detalle, teniendo en cuenta la profusa publicidad que se ha dado a la misma, inclusive a nivel mundial. No se trata por lo demás de un hecho aislado, si se tiene en cuenta desde hace unos años a esta parte, se han hecho públicas innumerables situaciones de este tipo. Inclusive que como consecuencia de estas prácticas aberrantes, luego de la visita de Francisco a Chile salió a la luz (habría que en realidad hablar de explosión) la grave situación que al respecto se vivía en ese país.

Por Rocinante

Antes de seguir adelante, cabría indicar que este tipo de prácticas siempre condenables son tan viejas como la humanidad. Y que en las mismas ha habido siempre víctimas y victimarios, situación que es más condenable en los casos que quienes revisten esta última condición tienen una posición de autoridad; la que no solo se da en el caso de sacerdotes, sino, para tan solo hacer referencia a otra situación similar, las que se producen en el interior de las familias.

Ello lleva también a la necesidad de que más que encontrar en estos hechos un motivo de malévolo disfrute, inclusive (como ahora ocurre) que para ciertos medios la Iglesia es una suerte de cantera de pedófilos o de abusadores y de sus víctimas, debe tenerse en cuenta que, en contra de lo que muchos creen y sostienen, el porcentaje de sacerdotes que dan cuenta de este tipo de conducta desviada no es superior al de la media que se registra entre todos los varones. De allí que es necesario despojarse de esa extendida creencia que ve como causa de estos comportamientos el hecho que lo que pasa es que los curas no pueden casarse.

Pero el objeto de esta nota es mirar, desde un lugar más alejado y englobante, un estado de cosas que comienza con la mención de lo que son a la postre verdaderos dramas, y que en este caso se vuelve procedente preguntar, porqué ahora y no antes y antes de antes, se les asigna la correcta dimensión a este tipo de actos.

Ya que como más arriba lo señalaba, victimarios desviados de ese tipo los hubo siempre; pero lo que ocurría hasta estos últimos tiempos es que estos hechos eran invisibles, de manera que se transformaban en cosas de las que no se hablan, al menos en voz alta, por una pretensión de intentar tapar una vergüenza que salpica; inclusive sin advertir a nivel de la conciencia que ello los transformaban en parte del drama, dado su condición de encubridores.
La visualización progresiva de los derechos humanos
Por su parte, la explicación de esa actitud de encubrimiento frente a comportamientos como los señalados, la creo encontrar en lo que cabe considerar, tal cual resulta del título de este acápite en la visualización de los derechos, humanos.

Se hace así presente la cuestión de la evolución; la que en forma paralela hace referencia a la evolución de las especies (en el sentido que le daba, por ejemplo, Darwin). Y a la vez a un enfoque centrado concretamente al hombre; el que traduce en una referencia a su evolución espiritual, la que sobre todo en los inicios de la mal llamada Edad Contemporánea (mal llamada, señalo, porque nosotros no somos contemporáneos de los que así se los llama, y en consecuencia para esa Edad habría que hallar otro nombre, como se lo hizo con las otras; desde la Antigua hasta la Moderna, pasando por la Media) se la asocia a la idea de un Progreso ascendentemente lineal.

Si se me permite abrir un paréntesis, cabría que señale que el darwinismo original que partía de una evolución azarosa y sin plan y consiguientemente sin meta alguna, vino después a volverse acompañada por otra teoría de una evolución inteligente (se habla en realidad de un creacionismo inteligente) en el cual debe encontrase en la evolución un eje conductor y un destino final, y en el que la aparición de la vida, y la presencia de lo que se denomina el árbol de la vida, tiene en el ser humano su vértice, aunque no se lo pueda considerar presuntuosamente como el rey de la creación. Ser humano que inclusive puede seguir evolucionando, mediante la emergencia y utilización de sus potenciales latentes.

A la vez la evolución de nuestra especie se empalma con la evolución en el espíritu humano, algo que se traduce en la visualización progresiva y acumulativa de nuestros derechos, paralela a un incremento equivalente de nuestras responsabilidades (algo que con razón ha sido puesto en cuestión por quienes señalan que nuestros avances en el campo de la ciencia y de la tecnología, no han sido paralelos con nuestra evolución ética, lo que ha llevado a que nos mostremos como chicos manejando instrumentos de gigantes).

Y si existe esa evolución espiritual, de cuya existencia estoy convencido (aunque reconozco que al manifestarlo salgo del campo del análisis objetivo de realidades concretas), considero que esa evolución se traduce en la creciente visibilidad de los derechos que tenemos como seres humanos (iba a escribir hombre, pero una vez más, tuve temor que al hacerlo enojara a alguna mujer).

Porque nuestros derechos están desde siempre como una parte consubstancial a nuestra existencia como personas, independientemente que no siempre hayamos sido conscientes de su existencia, y de su necesidad de respetarlos y también de reclamarlos.

A lo que debe agregar que a lo largo de ese proceso de visibilidad, nos hemos ido percatando de la complejidad de cada derecho, el cual puede así ser desplegado en una infinidad de facetas y de perspectivas (no se habla acaso ahora, y ello da origen a reuniones internacionales, a organizaciones que son su consecuencia, a una profusa bibliografía y la emergencia de activistas que pujan por la posibilidad de su ejercicio efectivo de un derecho al agua, el que en realidad no es otra cosa que una de las facetas del derecho a la vida, aunque por lo visto no sea esa circunstancia tan obvia y por ende volverse visible?).
Acerca del carácter progresivo de la visualización de los derechos
Evolución es cuanto menos, sino se lo quiere entender como avance, ya que en realidad de no ser así habría que hablar de involución, lo mismo que hablar de una mutación positiva, haciendo abstracción de sus alcances.

A la vez esa evolución de la visualización de los derechos es progresiva, en varios sentidos. El primero de ellos en que es gradual, en el sentido de que no se trata que en un solo momento se hizo e luz, y el ser humano lo vio todo y lo vio claro; sino que el ser humano a lo largo de su historia se va deshaciendo de velos, es decir las cosas se le van develando con creciente claridad hasta límites de comprensión (porque siempre habrá limites, porque siempre estará presente el Misterio) que ignoramos porque siempre es posible avanzar en lo en apariencia es insondable.

Pero debe considerarse a la vez que esa visualización de los derechos como progresiva también, en el sentido de que es acumulativa, entendiéndose con ello que no es solo creciente, sino que tendencialmente es irreversible.

¿Qué se quiere decir con esto de tendencialmente irreversible? Ni más ni menos que una vez hecho visible un derecho y reconocido como tal, ya no es posible volver atrás, y el mismo queda incorporado a lo que podríamos considerar como nuestro banco de derechos, aunque puedan darse retrocesos temporarios, consecuencia de reflujos de barbarización.

Un solo ejemplo al respecto. El de la pena de muerte por determinados delitos. Por normas positivas vigentes de derecho internacional, el Estado en que este tipo de penas se la elimina, no se la puede volver a restaurar. Una medida correcta, por la sacralidad del derecho a la vida (desconocido tanto en las actos terroristas como esa persistencia en la barbarización que es la guerra) y por constituir no solo la ejecución de la pena, sino sus prolegómenos que pueden ser vistos por el condenado por interminables, dado el tiempo que va desde la condena hasta la ejecución, consecuencia del agotamiento de todos los recursos utilizados para evitarla, un trato cruel, todavía peor que el acto de ser privado de la vida; en lo que resulta un mentís a aquello de que siempre que hay vida hay esperanza.
Situaciones concretas que dan cuenta de esa creciente visualización
A ese respecto, no deja de ser de interés, remontarse sin entrar en detalles, a las épocas en que se ponía en cuestión si la mujeres tenían alma (que es lo mismo que es decir que si eran o no personas), o las discusiones entre teólogos acerca de si los integrantes de los pueblos que ahora llamamos originarios, y con los que se encontró Cristóbal Colón y a los que a él siguieron también la tenían, y por ende eran también personas.

No se puede ignorar tampoco que el mismísimo Aristóteles justificaba la esclavitud, y que hasta no hace mucho la mujer era tratada de manera permanente como si fuera una perpetua menor de edad sometida primero al padre, luego al marido y, ya viuda, a su hijo mayor.

Los ejemplos pueden repetirse hasta casi el infinito, pero todo ellos pueden resumirse señalando la existencia de una desigualdad de trato, la que lleva implícita la desigualdad de derechos muchas veces (y que en otra se da a pesar de no existir en las leyes esa desigualdad) todo lo cual se traduce en el horripilante concepto de discriminación, del que no terminamos de deshacernos, sepultándolo, y que se traduce hasta en prácticas actuales en apariencia de menor o ninguna trascendencia, pero que ahora están siendo vistas por fortuna como transgresiones a derechos como es el caso del bullying.
Un estado de cosas que permite mantener viva la esperanza
La mirada a nuestro mundo no da muchos motivos para ser optimistas. Aunque pretendamos disfrazar la cosa, apelando a la frase ingeniosa aquella que define al pesimista como un optimista lúcido.

Pero ese no quita que se deba establecer una diferencia entre el optimismo y la esperanza, ya que aquel es un rasgo del carácter, mientras la esperanza en una convicción nacida de la fe en el hombre y su destino. Nacida ella de que en apariencia puede haber marchas y contramarchas, miradas las cosas en la perspectiva miope que no lo hace prestando atención a años inclusive a siglos; mientras que las grandes líneas de este tipo de evolución se miden en milenios. Manera de encarar las cosas, que mostrara que la evolución progresiva, si bien no tiene una trayectoria lineal, está claro que traza su itinerario en espiral.

Mientras tanto, descendiendo de esas alturas especulativas al ruedo escabroso de la actualidad resulta adecuado tener en cuenta consideraciones vinculadas con el tema contenidas en un documento elaborado por un organismo internacional.

No existe una fórmula, ni un mecanismo, que haga efectivos los derechos humanos, sin imponer una situación de conflicto de intereses entre diferentes culturas; no existe una fórmula mágica, ni una alternativa directa aplicable, que erradique las situaciones de desigualdad en el mundo (pobreza, inequidad social, cohesión social…), sino que el camino ha de continuar, pues podemos visualizar que todavía hemos apenas tocado la esencia de los Derechos Humanos.

Hemos de considerarnos una cultura común a toda la humanidad, antes de poder considerar siquiera el hecho de plantearnos unas condiciones mínimas de todo lo que forme parte de la misma, la Naturaleza, los Derechos Humanos del Hombre, o los derechos del resto de seres vivos y recursos del planeta.

La continuidad en la tarea de la implantación de dichos derechos, pasa por la actualización de la Ética tal como hoy la conocemos, hacia metas acordes al contexto global actual. El diálogo entre culturas ha de continuar y a través de dicho entendimiento y consenso, elaborar marcos normativos internacionales que realmente hagan posibles la condiciones de vida digna de toda especie en la Tierra, una Carta Magna de Economía Ética Mundial, una Constitución de Derechos Humanos Internacional, o un marco normativo internacional de protección de los recursos del planeta podrían ser unos ejemplos de dichos “marcos macro”.
Fuente: El Entre Ríos

Enviá tu comentario