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La defensa del tipo de cambio por parte del BCRA resultó un festival de errores que le restó credibilidad.

Una de las principales razones por las cuales determinadas monedas se convierten en reserva de valor es la credibilidad de que gozan los bancos centrales de los países en que dichas monedas son emitidas. En los países más o menos normales, los habitantes no tienen con el tipo de cambio una relación de histeria como la que tenemos los argentinos con el dólar.

En Argentina, con una tasa de inflación que se cuenta entre las más altas del mundo, la confianza en la moneda nacional demanda mucha fe. Con todo, durante dos largos años el Banco Central (BCRA) se había comprometido a rajatabla a bajar la inflación y se había creado una buena fama siendo consecuente con la política monetaria comunicada.

En diciembre, esta buena fama empezó a tambalear. El cambio en las metas de inflación, que visto como un ajuste hacia objetivos más realizables parecía razonable, hecho en conjunto con tres ministros del Gobierno Nacional barrió con la presunción de independencia que el BCRA se había forjado hasta entonces.

De ahí en más, la pérdida del norte fue más evidente, sobre todo en la política cambiaria. Desde la idea original de la libre flotación pasamos a intervenciones destinadas a evitar la volatilidad y, últimamente, al uso de la intervención como parte de la política antiinflacionaria.

Esta semana, la desorientación se hizo inocultable. El BCRA perdió unos 3400 millones de dólares en reservas para defender el nivel de tipo de cambio, antes de decidir a mediodía del viernes una suba de 3 puntos porcentuales en la tasa de interés de referencia, luego de que el tipo de cambio llevara un 2% de depreciación semanal y la demanda de dólares no aflojara.

Al final, la contramarcha en materia de política cambiaria fue corregida con otra contramarcha, en la política de tasas. ¿No hubiera sido mejor dejar que el dólar se moviera más rápido, o elevar las tasas más temprano? El mercado hizo que, a la postre, ambas cosas ocurrieran, con un costo en reservas, tipo de cambio y tasa de interés que podría haber sido menor si se dejaba al mercado actuar.

Es que no hubo un ataque especulativo espontáneo contra el peso, sino que el BCRA se lo generó. Se sabía que el impuesto de 5% sobre las ganancias generadas con Lebac podría generar una salida de posiciones de tenedores del exterior. Pero más que el impuesto influyó la suba de tasas de interés en los EE.UU., que desde hace unas semanas viene fortaleciendo al dólar contra todas las monedas, con excepción del peso.

Esa artificialidad llevó a muchos tenedores del exterior a aprovechar la puerta de salida que les ofrecía el BCRA para desarmar posiciones sin asumir grandes pérdidas. Evidentemente, la cantidad de inversores jugando a la bicicleta de las tasas era enorme. ¿Valió la pena gastar reservas para financiar su salida?

Usar el tipo de cambio para bajar la inflación nunca funcionó en Argentina. Con mercados de capitales menos favorables, una balanza comercial deficitaria y un déficit de cuenta corriente al borde del 5% del PBI, hay motivos concretos para creer que el peso está caro contra el dólar. Lo ven muchísimos argentinos, que mes a mes compran miles de millones para ahorrar o para gastar en viajes.

Pretender contener la inflación vendiendo reservas para que no suba el precio de un dólar que casi todos los argentinos (y ahora también muchos extranjeros) consideran barato parece una receta perdedora, además de innecesaria. Menos esta semana, cuando el apetito inversor se había hecho manifiesto en los 7500 millones de dólares que atrajeron la licitación de PPP, la compra de Shell Argentina por la brasileña Raízen y una emisión de bonos de TGS.

Queda por preguntar si los pasos que siguió el BCRA esta semana respondieron a una demanda política del Gobierno o si fue pura impericia propia. En todo caso, no sumaron a su credibilidad. En fin, la batalla contra la inflación será más gradual de lo que se esperaba, sino que también deberá ser gradual la tarea de construir una moneda nacional confiable.

Entretanto, el dólar seguirá siendo la moneda de reserva para los argentinos, y el peso servirá para hacer las compras, pagar los impuestos y para que sigan viniendo capitales cortoplacistas a jugar a la bicicleta financiera. Para éstos, las idas y vueltas del BCRA han resultado en mejores tasas y un costo de entrada menor.
Fuente: El Entre Ríos (Edición Impresa)

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