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La probabilidad de revertir el resultado de las PASO es remota; sería preferible enfocar lo que queda del mandato en la gestión

Desde 2003, ninguna elección nacional contó con un nivel de participación, definida según la cantidad de votantes dividida por el número total de electores registrados, superior a 81,41%.
La elección PASO de hace dos semanas contó con una tasa de participación de 75,78%. Utilizando el método de cálculo que se usará el 27 de octubre, es decir, sin tomar en cuenta el voto en blanco, Alberto Fernández obtuvo 49,19% de los votos, en tanto que el Mauricio Macri logró 33,12%.

Parece una diferencia definitiva, pero el Presidente parece resuelto a seguir dando batalla para revertirla.

Sin embargo, las matemáticas no lo favorecen: haría falta que se produjeran en simultáneo un aumento a niveles récord en la tasa de participación, un casi total vuelco de los nuevos votantes, de los votantes de terceras fuerzas y de los votantes en blanco hacia la candidatura de Macri, y hasta la pérdida de muchos votos de Fernández para que Macri llegara a un balotaje.

La probabilidad de ocurrencia de cada uno de estos supuestos parece baja. La probabilidad conjunta de que todos estos supuestos se produzcan es remota.

La probabilidad conjunta de todos los supuestos que darían lugar a que Macri llegue a una segunda vuelta es remota

Más remota aún la hace el hecho de que estos sucesos de naturaleza político-electoral necesitan de la concomitancia de una situación económica estable entre ahora y el 27 de octubre. La cosa, claro está, no empezó bien.

El período de incertidumbre que abrió la elección PASO generó pánico entre los inversores extranjeros, que hicieron caer los precios de bonos y las acciones como si no hubiera un mañana para Argentina. Los argentinos, más cautos, huyeron hacia el dólar pero no lo hicieron en una escala suficiente como para alterar el balance del Banco Central de manera significativa. Se perdió casi el 10% de los depósitos en dólares, pero muy pocos de los depósitos en pesos.

El dólar es la variable capaz de alterar la tensa calma que se logró esta semana. Por ello es que sobre ella está puesta toda la atención, como lo reconoció el flamante ministro Lacunza al afirmar que su prioridad es evitar una corrida cambiaria. Es que si el dólar se dispara, se gatillan otras alertas. La más clara: la inflación. Pero, además, el estrés se traslada a otras variables financieras, como los depósitos y la capacidad del Tesoro para renovar la deuda de corto plazo. Si se llegara a este punto, el pánico podría convertir un problema de liquidez en un problema de solvencia, y la palabra default, hoy susurrada, podría convertirse en grito.

En el camino queda por recibir del FMI un desembolso por U$S 5400 millones con los que hasta el domingo de las PASO se contaba sin titubeos. Este desembolso, que podría resultar imprescindible para calmar las aguas, ya no es 100% seguro. No tenerlo podría ser un pequeño empujoncito hacia el abismo. Pero recibirlo no será gratis: es posible que la bonhomía del Fondo se haya acabado y que, aunque se vea casi forzado a hacer el desembolso, pida a cambio condiciones que hasta ahora no puso. Retenciones y controles a la entrada y salida de capitales (al fin de cuentas, protección para sus dólares) no son supuestos descabellados.

Un accidente económico es evitable, pero para ello parece esencial que la gestión y no la campaña sean el foco del Gobierno

El equilibrio entre reservas del Banco Central y la demanda potencial de dólares hasta diciembre es delicado. Sin los dólares del FMI, ese equilibrio sólo parecería posible con un tipo de cambio mayor, que podría gatillar las ya mencionadas derivaciones negativas.

Hasta ahora, ni Fernández ni su entorno parecen interesados en gatillar una crisis. Se han cuidado de opinar en tanto Fernández siga siendo apenas un candidato que no detenta cargo electo alguno. Y aunque el mercado haya reaccionado como lo hizo a su victoria en las PASO, no parece sensato culparlo por el mero hecho de existir.

La probabilidad conjunta de muchos supuestos poco probables que podrían llevar a Macri hasta un balotaje es remota. Por el contrario, es menos remota la probabilidad de que la incertidumbre que genera la dualidad entre el Macri-Presidente y el Macri-candidato derive en nuevos episodios de huida hacia el dólar y estrés en los bancos. Un accidente económico es evitable, pero para ello parece esencial que la gestión y no la campaña sean el foco del Gobierno. No poner ahí el foco podría desencadenar una crisis innecesariamente gravosa para la sociedad.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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