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La dificultad para crear empleos no obedece sólo a la recesión, sino que tiene raíces más profundas

El salto a 10,1% en la cifra de desempleo (el mayor nivel desde el año 2006) del primer trimestre de 2019 acaparó gran parte de la atención de la prensa económica esta semana.

Se trata de un salto importante desde el 9,1% de un año atrás. A la luz del deterioro que han evidenciado los indicadores de actividad en ese período, el empeoramiento ha sido moderado.
Es que, luego de hurgar un poco más en los datos del INDEC, se nota que, en realidad, no se destruyeron puestos de trabajo durante el último año, sino que, por el contrario, se elevó 1,7% el número de personas ocupadas.

¿Cómo es que aumentan el empleo y el desempleo a la vez? Es que la tasa de desempleo refleja la proporción de personas que componen la Población Económicamente Activa (PEA – la suma de ocupados y desocupados) que buscan trabajo y no lo consiguen. El cociente entre el número de desocupados y la PEA da como resultado la tasa de desempleo. Durante el último año, la PEA creció más que el número de puestos de trabajo creados.

Para los sindicalistas, el trabajo en negro y el desempleo quedan fuera de su mandato: no aportan a la obra social del sindicato

Resulta que la recesión pegó fuerte sobre el mercado de trabajo, pero las estadísticas sugieren que el golpe afectó más al salario, que cayó 10% en términos reales durante el último año, que al número de puestos de trabajo, que de hecho aumentó en el mismo lapso de tiempo.

El aumento de la cantidad de personas que busca trabajo tiene entonces su explicación: las familias necesitan que haya más miembros en el mercado laboral para sostener el nivel de ingresos del grupo. Esta explicación se ve reforzada por el hecho de que también el número de subocupados creció fuertemente respecto de un año atrás.

Para poner números a los porcentajes: componen la PEA 13,3 millones de personas, de los cuales 1,8 millones están desempleadas. Tantas, que hacen que el asunto se vea más grave de lo que los fríos porcentajes sugieren.

Los problemas en el mercado laboral van bastante más allá de los vaivenes cíclicos en el nivel de actividad. Décadas y décadas de estos vaivenes han mantenido el crecimiento de la economía y de los puestos de trabajo apenas por encima de la tasa de crecimiento poblacional.

Cabe debatir con seriedad acerca de la incapacidad de generar empleos, y de crecer de manera sostenida, dato muy relacionado con el mercado laboral. Queda claro que la solución no la tienen los sindicalistas, que pugnan por un statu quo que el avance tecnológico y la flexibilización de hecho que el mismo conlleva tornan insostenible. Con o sin ley o apoyo sindical, el trabajo está tomando nuevas formas.

Los sindicalistas nunca protestan contra el componente no salarial del costo laboral: son beneficiarios del mismo

Para los sindicalistas, el trabajo en negro y el desempleo quedan fuera de su mandato: no aportan a la obra social del sindicato. Ningún sindicalista convoca a un paro por ellos. Como tampoco reclama por el inusitado componente no-salarial del costo laboral, un factor clave para entender las dificultades para crear empleos tradicionales.

Aunque el salario de un trabajador argentino ganó competitividad con la devaluación de 2018, son los impuestos que lo abultan los que aún hacen que el trabajo argentino sea más caro que otros en la región. Un trabajador le cuesta a una empresa 50% más que su salario bruto, sin contar el costo por despido y otros ringorrangos. La decisión de contratar un empleado no es banal. Invertir en Argentina o en otros destinos geográficos que le compiten tampoco lo es. Los sindicalistas nunca protestan contra el componente no salarial del costo laboral: son beneficiarios del mismo. No pueden ser parte de la solución.

Muchas economías avanzadas ostentan tasas de desocupación menores a 5%, pese a ser las que mayor tecnología y flexibilidad laboral han incorporado a sus procesos productivos. Quizás no estemos preparados para adoptar grandes cambios de golpe, pero la solución al desempleo está a la vista, aunque no la queramos ver.

No cabe hacer demasiado barullo por el 10,1%, un dato estadístico que corresponde a los peores momentos de la recesión. Pero sí corresponde ocuparse de los desempleados y de quienes tienen un trabajo precario. Urge promover una reforma laboral pensada en interés de los trabajadores y no de un grupo minúsculo, demasiado enquistado en sus beneficios, y que no quiere progresar. Una reforma que ocurrirá de todas formas, aunque no haya una ley que la instituya y a pesar de los sindicalistas. No hace sentido demorarla.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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