Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
El escenario económico desplazó finalmente la conversación política. La admisión que hizo el presidente Mauricio Macri sobre los niveles de pobreza y la expectativa sobre el futuro del país, corrió el eje de los temas. Lo urgente primero. Después lo importante. O viceversa.

Si el dólar está en manos del mercado o en manos de cientos de argentinos no cambia la ecuación de fondo. Sin embargo, la actitud de gobernadores y Nación, modifica el paradigma de los últimos tiempos. Entender la gobernabilidad como una prioridad y establecer que el sálvese quien pueda ya no es parte de lo que eligieron los argentinos.

El video viral del parrillero llorando porque un piquete no lo dejó trabajar en el día más esperado de su comunidad, mostró, sin eufemismos, donde estamos parados los argentinos. Y cómo, de cada lado, cala hondo cierto sentimiento de posesión de la verdad, cosa que, siempre debe estar sujeta a un cristal que no es otro que con el que se mira.

Desde ese cristal, resta conocer cuál es el planteo gremial acerca del Estado que necesitamos, el que tenemos y el que deberíamos tener. Es posible que la lucha gremial se reduzca al salario? O debería en todo caso, aggiornarse para sentarse a la mesa del diálogo con propuestas y una planificación que facilite la visión sobre el Estado de acá a diez años al menos.

Y en ese contexto, el gremialismo anacrónico olvidó proponer cual es el perfil del trabajador que deberá desempeñarse en ese espacio en el que la demanda de salarios es el único eje, y tanto, que opaca la necesidad de capacitación, condiciones dignas y profesionalización.

En ese desencuentro de argentinos, los que reclaman más a un Estado ya desvencijado y los que ponen lo que pueden para salir a flote, transcurre la historia que dejó a un costado el debate de todos los tiempos: Candidaturas y elecciones, acuerdos y listas, nombres y partidos.

Que el horno no está para bollos no es una novedad. La noticia, en cambio, es que el arco político ha tomado conciencia de lo difícil del momento y que es el conjunto el que va a modificar las cruciales condiciones actuales.

Disciplina partidaria y otras excusas quedaron al costado de una labor más importante como lo es las garantías de futuro. Algunos nostalgiosos setentistas miran con resentimiento al Fondo Monetario Internacional, que ha puesto sobre la mesa el recurso para que el gobierno siga marchando, pero sustancialmente le ha dado, a su vez y con esa carta de confianza, un guiño al resto del mundo.

Probablemente, para muchos sectores que añoran las mieles del poder, los acuerdos con Venezuela representarían una suerte de versión más autóctona del crédito, aunque más costosa y miserable, pero finalmente local.

La semana termina con una de cal y una de arena. Un crédito internacional que oxigena la gestión y un 27,5 de pobreza que duele por donde se lo mire. Un contexto difícil. Una ecuación compleja.

En el medio, un secretario privado de los Kirchner con millones apilados en su casa, Ricardo Barreiro un jardinero K, que fue contratado por el ex gobernador Sergio Urribarri, detenido por la causa de los cuadernos y un desfile incesante en los tribunales de ex legisladores camporistas ciegos, sordos y mudos pero ricos.

Ante tantas secuencias inverosímiles, casi increíbles, pero tristemente reales, no queda otra para la dirigencia que parar un momento y volver a barajar. No es tiempo de nombres, aunque la ausencia de liderazgos tienta a muchos y convence a otros que como Narciso se miran al espejo convencidos de su propia virtud.

El gobernador Gustavo Bordet libra sus propias batallas internas en un peronismo diezmado, en el que cierto sector empuja con virulencia para conservar la cuota de poder que le permita escapar de las garras de la Justicia. El gobernador guarda como un as bajo la manga y con la moderación que lo caracteriza la ley que le permite desdoblar las elecciones. Mientras tanto y hasta que decida qué hacer con ella, podrá mirar desde su despacho el tablero de su propio juego de ajedrez.

Enfrente el radicalismo hace números y espera al lunes para resolver las cuestiones internas que no pudieron zanjarse hasta este viernes. Las mismas que le dan fortaleza y que hacen de cada Congreso, un encuentro imperdible.

El común denominador de los dos es la discusión sobre la conveniencia o no de ir a las PASO. Para muchos, un camino de legitimación, para otros de desgaste innecesario en tiempos en los que todos cuecen habas.
Fuente: El Entre Ríos.

Enviá tu comentario