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Haciendo uso de la sección “Tribuna abierta” de El Entre Ríos, un lector oriundo de la Colonia San José reflexiona acerca del estado de sus caminos vecinales y de las obras emprendidas en la ruta provincial 26, luego de un recorrido por esa zona.

Señora directora:

Como viejo vecino de la Colonia San José y siendo mi familia lectora de El Entre Ríos desde que mis abuelos recibían el diario, le hago llegar una preocupación.

Sucede que días pasados fui a visitar a un compadre mío que vive del otro lado de la autovía, como ahora llaman a la 14.

El viaje no fue fácil, porque empecé embarullado con eso de las colectoras y, cuando volví a mi casa, estaba más embarullado todavía.

Lo que me pasó es que enfilando de la villa, por calle Mitre al norte, para tomar el camino que va a La Calera, llegó un momento en que me topé con un puente roto, sobre una cañada que lleva mucha mugre y larga un olor bárbaro, por lo que di marcha atrás.

Menos mal que haciendo la maniobra me pasó un vehículo que iba en la misma dirección y que iba a padecer del mismo problema. Pero no, porque lo vi en un momento dado salir hacia su derecha, meterse dentro de un campo por una poceada huella y volver al camino muy tranquilo. Le comenté lo que había pasado al llegar a lo de mi amigo. Así supe que esto es cosa de cuatro o cinco años atrás, no se sabe bien lo que le pasó al puentecito aquél después de un temporal de lluvia y viento, y agregó que le daba vergüenza que en todo el tiempo que ha pasado, no arreglaron el puente, como vienen anunciando a puro cuento, ni tampoco hayan hecho por lo menos un atajo en forma, porque por donde ahora pasan los autos es solo huella, y que había tenido mucha suerte el que atropelló, de poder pasar sin empantanarse.

De lo de mi amigo, rumbié para Villa Elisa y me encontré que están haciendo unos trabajos grandes en el puente de la ruta vieja, en el terraplén del puente del Perucho. Hacía tiempo que no pasaba por allí, porque siempre salgo para Elisa por la 14, pero sabía que la estaban arreglando, porque de Vizental para arriba, casi no es justo que le llamen ruta, una risa.

Por más que no pude dejar de decirme por lo bajo, porque de esas cosas mejor ni hablar con la patrona, por qué a los que hacían la obra no se les había encendido la lamparita y largado del lado de San José y llegar no más hasta el viejo boliche de Pérez, donde ahora quedan en estos tiempos unos hijos de Gamarra, y parar ahí y dejando el resto que se termine de romper.

No porque sea maldito, es que de ahí para adelante no vive nadie, y desde aquél lugar con un simple volantazo a la izquierda se puede entrar en lo que era la 14, por más que hay que recomendar que se lo haga con cuidado.

Al contarles todo esto, no sé por qué, me acordé de un médico que en Uruguay me hizo en el corazón dos baipases.


S.S.S. 1.881.472
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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