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El contenido de esa frase, pronunciada por el Obispo de Luján en un momento de la celebración de la misa del último sábado en la Basílica de la Virgen, a solicitud del Intendente de esa ciudad, vino a dar cuenta que la mismo, aunque demasiado tarde, había adquirido una “dimensión política” importante. Aunque esa dimensión, bueno es de ser remarcado, estaba presente con anterioridad al momento en que su realización fuera solicitada.

Dicho lo anterior, sin poner en duda que ese Obispo al mismo tiempo que daba cuenta de su ingenuidad en la materia, era completamente ajeno a la manipulación política de la que había sido objeto.

Ha habido quienes –no precisamente fervorosos integrantes del actual oficialismo- en relación a lo allí acontecido, ven no otra cosa que la “apropiación política de un acto religioso”, que, si bien no cabe en sentido estricto considerarla una “profanación del templo”, de cualquier manera, sentaría un peligroso precedente en esa dirección.

Desde otra perspectiva, se viene a señalar el contraste que se dio en esa celebración, con lo acaecido en el mismo templo en diciembre de 2019, donde la celebración de otra misa, dos días antes del traspaso del poder, brindó la complacida oportunidad de asistir a un abrazo público entre el presidente saliente Mauricio Macri, y el actual Alberto Fernández. Como se ve, eran otros tiempos y también otras las expectativas…

Mientras tanto, y en lo que respecta a esta última misa, la “apropiación” de su celebración, debe añadirse la existencia de una deliberadamente engañosa información que circuló por las redes sociales, con una intención perversa que va más allá de la “desinformación” en sí.

Ello así, ya que viene a mostrar a las claras, lo lejos que estamos de la iniciación de ese indispensable –y a la vez permanentemente pospuesto- proceso encaminado a la recuperación de la paz social, comenzando por el ámbito político.

Es que, como lo ha señalado en una nota publicada en la edición de ayer del diario capitalino La Nación, “veinticuatro horas después de la celebración, los chispazos seguían encendidos e, incluso, generando reacciones extemporáneas, como la difusión de un video en el que se mostraban bombos y batucadas en el interior de la basílica, pero que no corresponden a lo que pasó el sábado, sino a un encuentro de hace tres años organizado en Luján por la organización Familia Grande Hogar de Cristo, vinculada al tratamiento de adicciones. Se pretendía de esa manera valerse de una infame treta, para hacer pasar por cierto lo que no había ocurrido.

Algo que viene a decir a las claras que de ambos lados de la “hendidura”, existen quienes están “jugando con fuego” en medio de una coyuntura que resulta, como nadie entre nosotros lo ignora, verdaderamente explosiva por una infinidad de factores.

Un estado de cosas que se vuelve más preocupante, de advertir el papel importantísimo como “sanadora”, más que simplemente mediadora, que la Iglesia Católica jugó en esos momentos críticos que nuestro país vivió a principios de este siglo.

Es que con “torpezas” como las del Obispo, a las que nos hemos referido, ya en el caso de Luján se recuerda, otro hecho anterior, de mayor entidad todavía.

Se trata de misa celebrada en otro sábado, esta vez en octubre de 2018 por el entonces arzobispo ya fallecido, a solicitud esta vez por el sindicato de camioneros, en la que hubo coincidencias expuestas en el sermón de la celebración, por una modificación del modelo económico.

Es por eso que en un conjunto de hechos como los referidos, en los que muchos parecen no advertir que dentro del “nos-otros” la casi totalidad son “otros”, la necesidad de mediadores, que verdaderamente sean tales, tanto por su autoridad moral como por el manejo de los tiempos, es en nuestra sociedad resulta inversamente proporcional a los necesarios, es necesario que los Obispos de la Iglesia Católica, por circunstancias como las expuestas no vean deteriorada su condición inestimable en la materia.

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