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El principio “pensar positivamente” es una característica presente en los gestores y conductores eficaces de cualquier tipo de organización; lo sienten y ejercitan de manera natural.

Por el contrario, cuando nos encontramos con gestores con tendencia al pensamiento negativo, lo más probable es que terminemos destruyendo todo tipo de emprendimiento. En algunas de las experiencias como consultor, he tenido que confrontarme con análisis de proyectos de desarrollos empresariales e institucionales en los cuales quienes tenían la responsabilidad de implementarlos concluían su exposición con una última frase bastante frecuente en nuestra cultura: “el proyecto es muy bueno pero no sabemos si va a andar”. Mi respuesta siempre fue la misma: “si no están convencidos que va a andar, no lo hagan”.

Cuando no estamos seguros que, más allá de las dificultades propias de cualquier emprendimiento, alcanzaremos el objetivo, no tiene ningún sentido iniciarlo. Ante las primeras dificultades que surjan, justificaremos el sentimiento de inseguridad y naturalmente el del fracaso.

Quienes ejercen el rol de conductores, asumen que la primer responsabilidad es la de dar soluciones a los problemas, sea una empresa, un hospital o un municipio y esto es así; de hecho, se han formulado innumerables procedimientos y metodologías para solucionar problemas que ayudan a encontrar soluciones.

Pero quienes piensan positivamente, además de resolver problemas, no dejan de buscar nuevas oportunidades, no se empantanan en excusas, no se victimizan, no pierden energía en la búsqueda de culpables, no esquivan el conflicto. Por el contrario, en el proceso de alternativas de solución se preguntan qué nuevas oportunidades o posibilidades pueden encontrar.

Pensar positivamente es una actitud que diferencia a los conductores exitosos. Son los que ven el vaso medio lleno, son los que, independientemente de los estados de ánimo, no se dejan arrastrar por la decidofobia, administran el estrés y el temor de distintas maneras, para lo cual tienen diferentes formas de hacerlo, desde el modo de respirar, la meditación o simplemente recordando alguna palabra o frase, algo así como cuando expresamos “contar hasta diez”.

Ejercitan el cerebro para actuar procurando las soluciones y las oportunidades. Son los que representan aquel bello poema “Las dos Linternas”, de Ramón de Campoamor: “Todo es según el color del cristal con que se mira”. Asumen que el cerebro es un ser de costumbres, reconocen o intuyen la neuroplasticidad o plasticidad cerebral, la capacidad del cerebro para adaptarse y cambiar, como resultado de la conducta y la experiencia. Son los que saben que la práctica hace al maestro.

Para los conductores exitosos, la automotivación es el motor para actuar de un modo positivo y constructivo; no importan las circunstancias, lugar o motivo en el que se encuentren, dan lo mejor de sí, saben que ser realista no es esperar lo peor sino trabajar para lo mejor, que para tener éxito el deseo de alcanzarlo debe ser mayor que el miedo al fracaso. Tampoco se justifican en la falta de medios o recursos para no hacer nada, hacen lo que pueden hacer, ni dejan que la procrastinación se apodere de ellos (no dejar para mañana, lo que pueden hacer hoy).

Me despido con una definición del Poeta y Dramaturgo Thomas Stearns Eliot:

“SOLO AQUELLOS QUE SE ARRIESGAN A IR DEMASIADO LEJOS, PUEDEN DESCUBRIR LO LEJOS QUE PUEDEN LLEGAR”.
Fuente: El Entre Ríos

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