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Un argentino que reside en Israel, Pablo Kaplan, decidió a comienzos de 2013 emprender un proyecto humanitario junto a su socia, Chava Rothstein. Así nació Wheelchairs of Hope (Sillas de rueda de Esperanza), una iniciativa comercial de impacto social para proveer de sillas de ruedas de bajo costo a niños de países en vías de desarrollo. Son más ligeras que las disponibles en el mercado, están hechas de plástico y se venden a sólo USD 100.

El proyecto preliminar fue presentado en la Organización Mundial de la Salud, en Ginebra, sin tener aún un destinario definido. La información que obtuvieron allí les permitió adoptar su objetivo actual. “Nos dijeron que si queríamos tener un impacto doble, debíamos empezar con niños para solucionar dos problemas: la movilidad y el acceso a la educación”, afirma Kaplan en una publicación realizada por el sitio unidiversidad.com.ar.

Después de esa primera experiencia, Kaplan y Rothstein viajaron a Nueva York y se pusieron en contacto con Unicef. La respuesta fue positiva. Al organismo internacional le había llamado la atención una característica en particular: su bajo costo.

La idea de dedicar el producto a los niños fue de Rothstein, que tras participar en un congreso en India decidió que la empresa debía intentar abordar otro problema: el analfabetismo. Según un informe de Unicef de 2014 sobre la deserción escolar, 9 de cada 10 niños con discapacidad en el mundo no asisten a escuelas. Muchos niños con discapacidad no asisten al colegio ante las dificultades que tienen para moverse, un problema que somete al analfabetismo a esa población vulnerable.

Kaplan se valió de su experiencia en la creación de sillas de plástico, una actividad que le permitió viajar por numerosas ciudades del mundo. Hoy, sus sillas de ruedas infantiles ya están presentes en países como Vietnam, Chile, Perú, Sudáfrica, Israel, Palestina, Etiopía, Kuwait, Jordania, Camerún, Taklkistan, Swasilandia, Panamá y Colombia.

El primer modelo fue hecho en impresión tridimensional en conjunto con un hospital pediátrico de Jerusalén en 2014, y financiado con sus capitales y una bonificación del gobierno de Israel para el desarrollo de productos para el Tercer Mundo. Las pruebas eran determinantes: niños discapacitados utilizaron las sillas de ruedas durante un año y medio y los desarrolladores las fueron perfeccionando en función de las necesidades de los chicos.

“Para ellos, la silla es una extensión de su cuerpo y teníamos dudas de cómo iban a aceptar reemplazarla por unos días para las pruebas. Lo interesante fue que no la querían devolver, y fue de lo más emocionante”, detalla Kaplan. Según dice, lo más atractivo para ellos era el color. Se fabrican en verde, azul y rojo.

“Las sillas de ruedas para niños no son una novedad. Lo curioso es que todas las existentes son una mera reducción de medidas de una de adultos, sin tomar en cuenta la autoestima de los niños”, comenta Kaplan. Por eso han elegido colores atractivos “que cambian la percepción de la silla de un producto de rehabilitación médica a uno infantil y agradable”.

Wheelchairs of Hope aún tiene pendiente desembarcar en Argentina, el país natal de Kaplan. “Estuve investigando y vi que hay una necesidad muy grande, principalmente en el norte” dice el diseñador. Ya tiene una visita programada para el mes de octubre, con el objetivo de encontrar un socio que desee traer el producto al país. Brasil, Uruguay y Paraguay se encuentran en la misma situación.

“Nos hemos puesto metas muy altas: distribuir más de medio millón de sillas en 7 o 10 años. Es una tarea difícil, pero si la necesidad existe, hay que entusiasmar a empresas o fundaciones para que den su apoyo”, concluyó.
Del Garrahan al San Roque
El 19 de junio de 2018 Fundación Garrahan junto a Wheelchairs of Hope, impulsó un proyecto para acercar sillas de ruedas de bajo costo a los niños de diferentes puntos del país.

Así es que en esta oportunidad, siete chicos entrerrianos con enfermedades discapacitantes motrices, recibieron estas sillas de ruedas fabricadas por la fundación Wheelchair of Hope. Otras seis quedaron en el hospital Materno Infantil San Roque de Paraná.

La gestión concretada reunió la voluntad de distintas personas, organizaciones no gubernamentales y estatales. Del total entregado, siete se afectarán a pacientes pediátricos de Paraná y Federación, en tanto las restantes quedan para ser utilizadas en el nosocomio; dos exclusivamente para el servicio de Cuidados Paliativos.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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