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Chile será noticia... se trata de esos tiempos interesantes acerca de los cuales los chinos (de antaño) decían que mejor librarse. En uno de los últimos números de Nature, los científicos chilenos hacen una declaración que tienen algo de "mea culpa". He aquí sus palabras: "Comparten las preocupaciones y frustraciones de su pueblo, pese a reconocer ser un grupo privilegiado y tener alguna responsabilidad por ayudar a perpetuar la situación política y social actual".

Ya es noble reconocer responsabilidades y privilegios, demuestra un examen de conciencia harto infrecuente? ?entre nosotros, quizá porque como sonámbulos actuamos sin conciencia.

Si el motivo aparente fue el aumento del boleto de tren a $30 (0,04 U$A), bien lo aclaró una geógrafa de la Universidad Católica de Chile: "No son 30 pesos, son treinta años...!".

Los científicos hacen una propuesta inteligente, que asumo se lleva a cabo en nuestra tierra: "Evaluar si los fondos del gobierno se dirigen o son prioritarios para proyectos que mejoren el país a nivel local o global. "La inversión para la investigación científica en Chile es algo menor que la del resto, en Latinoamérica y el Caribe, y parece que algunos entendidos desconfían de cuanto ayudan a mejorar las condiciones de vida de los chilenos. Esto puede ser una discusión que no tendrá fin, pues están los que defienden que la ciencia debe buscar la verdad, más allá del beneficio práctico del descubrimiento, el cual por otra parte puede no ser predecible.

Pero hay un hecho doloroso: el 1% de los más ricos se llevan el 33% de los ingresos nacionales (en Chile, aquí debo informarme).

Un mundo lleno de trampas. Asoman en sitios que uno creería inocentes: en la academia, por ejemplo, que si bien sabíamos de hace mucho que es un ambiente proclive a la vanidad, los celos, la maledicencia, creíamos que era menos propicio a la estafa. Sin embargo, esto es lo que ocurrió en Corea del Sur. Investigadores renombrados han incorporados a estudiantes del secundario como coautores de sus trabajos de investigación, que sin hacer ningún aporte intelectual en el desarrollo de la investigación, ocupan un puesto en el furgón de cola, con el fin de ganar acceso y posición más fácil en la universidad la que desean ingresar.

Una canchereada, diríamos en porteño. Fue un mal difundido: 11 universidades están comprometidas, la irregularidad se observó en centenas de trabajos.

Hace pocos lunes, en Cabo Cañaveral se dispararon 60 satélites en forma sucesivas que, rodeando la tierra, facilitarán las comunicaciones por internet. No serán los últimos, pues el número de los proyectados aterra. Cuando miremos el cielo estrellado no sabremos lo que significan esas luces, si estrellas o satélites. Como no son muchos los que miran el cielo estrellado, el mayor problema lo tienen los astrónomos. Uno de ellos, al leer la noticia, dijo: "Sentí como si mi vida de astrónomo y amante del cielo nocturno nunca sería igual". Alguien propuso que los satélites tuvieran pintada de negro la faz que mira a la tierra. Otros no ven en ello una solución. Una dolorosa verdad: hemos emporcado la tierra y los mares, ahora el cielo estrellado es nuestra meta.

Starlink es la empresa encargada del gran proyecto de llevar internet de gran calidad y baja latencia a las regiones más apartadas y desérticas del norte, luego a las del sur, donde predomina el agua. Llegarán a ser 30.000 satélites que rodearan la tierra a diferentes alturas, entre 250 y 500 kilómetros de la superficie. No sabemos muy bien dónde termina la atmósfera, se calcula que alrededor de los 480 kilómetros, pero el límite no es neto sino difuso, evanescente. Nada como el muro de Berlín, ya guijarros, ni como el que desea Trump, que no sé cómo avanza. Se calcula que la vida de estos satélites será de 5 años, y cuando comienzan a fallar se desintegrarán en la atmósfera sin residuos significativos (final que los humanos podríamos envidiar). Satélite que se pierde será reemplazado (recuperarlos y arreglarlos sería mucho más costoso). No podemos dejar de alegrarnos pensando que los programas de Mirtha y Tinelli podrán ser disfrutados en las islas del mar de Bering, la base Marambio y las Orcadas del norte y del sur, ya hermanadas, o que sea instantáneo el movimiento de capitales con más ceros que las arenas del mar.

Lamento sí que en las noches de otoño, escudriñando el cielo, un abuelo le diga a su nieto: "No las veo, hijo. Los siete cabritos estaban ahí, tampoco se ve el cinturón de Orión, no se distingue nada, brillos que corren sin ton ni son". La mucha luz confunde y ciega. Los tres cantos de “La divina comedia” terminan con una misma palabra: estrellas.

Sin ton ni son, se nos ha vuelto la vida.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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