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Hitler, Putin y Trump
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Cuando comencé a escribir estas columnas quincenales sobre Liderazgo y Conducción lo hice con el propósito de transmitir la necesidad de entender a la Gestión como una profesión que requiere de Principios, de Herramientas, de Tareas, de Responsabilidad y bajo el concepto del pensamiento constitucional, cuyo principio fundamental para una Sociedad Moderna y todas sus Instituciones es que su destino sea independiente de la acción de individuos por más excepcionales que hayan sido o sean.

El buen liderazgo se deberá evaluar por la solidez que queda en las Organizaciones e Instituciones una vez finalizada la gestión.

Una sociedad no debe quedar expuesta a la arbitrariedad de las personas que la conducen; sin embargo, los ejemplos por los que transitamos estos tiempos nos marcan la complejidad que significa imponer el pensamiento constitucional. En la historia de la humanidad abundan los ejemplos de Líderes que han actuado desde el autoritarismo, priorizando sus intereses por sobre los intereses de la comunidad en su conjunto.

Detectar a tiempo este tipo de liderazgo destructivo es primordial para evitar daños y poder sostener las Instituciones dentro del marco democrático.

Una característica común de estos líderes tóxicos es su personalidad narcisista o, como bien definió el sociólogo alemán Erich Fromm, el “narcisismo maligno”: creen que el mundo gira a su alrededor.

El neurólogo David Owen definió a este trastorno de personalidad como el “síndrome de Hubris”, término griego para referirse a la soberbia, la prepotencia y la arrogancia excesiva que impulsan a un individuo a sobrepasar todas las barreras en su accionar sin importar los desastres que puedan causar a una sociedad.

Utilizan y sostienen la división de la sociedad como un recurso necesario no solo para acceder al poder sino también para conservarlo. Entienden a la acción política como el camino para alcanzar la gloria personal y no el bien común. Actúan bajo la creencia que solo están obligados a rendir cuentas ante el tribunal de la historia y no ante las Instituciones previstas en la ley.

Los líderes tóxicos asumen que Nunca se equivocan, sino que son los otros y no ellos los que cometen los errores; los fracasos siempre son ajenos y solo los éxitos son propios. Sin embargo, detrás de esta imagen de superlativa seguridad, esconden una muy frágil autoestima que los hace reaccionar con ferocidad a la crítica más leve. Por ello recurren y actúan desde la cultura del miedo, para que todos se sometan a sus órdenes y caprichos.

La profunda inseguridad que esconden detrás de la soberbia y la arrogancia los lleva a rodearse de personas con limitada o nula capacidad, obsecuentes que jamás pongan en riesgo su liderazgo.

Necesitan de la concentración del poder, cuestionan la división de los poderes públicos y sus instituciones y, por sobre todo, pretenden el control y la subordinación de la justicia.

Pueden prometer cualquier cosa con el único objetivo de alcanzar sus metas personales, promesas que al no cumplirse terminan generando descrédito y desconfianza, pero no les afecta que los consideren falsos o mentirosos pues su afán por el poder y fines personales es más fuerte.

Otra característica que define a este tipo de liderazgo es su afán por el enriquecimiento individual; no les afecta o importa un comportamiento errático, contradictorio, deshonesto e injusto, siempre que favorezca la voracidad por enriquecerse económicamente.

Les es imposible aceptar que en algún momento deben abandonar el poder; no pertenece a sus creencias esta realidad.

Lamentablemente, en los últimos años han surgido dos fenómenos en el mundo que impactan negativamente en los sistemas democráticos: el número creciente de líderes autoritarios y consecuentemente la polarización política.

A nivel mundial en los últimos días observamos y sufrimos el accionar de un personaje que representa nítidamente las características de un liderazgo tóxico. Trágico y repudiable por los daños que está causando y por las imprevisibles consecuencias que conlleva este accionar.

En nuestra querida Argentina, tampoco es difícil encontrar ejemplos que tanto han afectado y afectan al bien común. Dejo a consideración del lector identificar esos personajes que poseen muchos o todos las rasgos expuestos anteriormente.

Para reflexionar:

“CÓMO PODEMOS ORGANIZAR NUESTRAS INSTITUCIONES POLÍTICAS PARA QUE INCLUSO LOS LÍDERES MALOS E INCOMPETENTES PROVOQUEN EL MENOR DAÑO POSIBLE, Y CÓMO PODEMOS DESHACERENOS DE SEMENJANTES LÍDERES DEL MODO MÁS SENCILLO E INCRUENTO POSIBLE”.

Del Profesor FREDMUND MALIK.
Fuente: El Entre Ríos

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